Hay ocasiones en que la Fundación Nobel le atina a la hora de otorgar el Premio Nobel de Economía. Fue el caso en 2021 y 2023. Aquí, un par de breves reseñas de la obra de los ganadores.
Un Nobel por pensar fuera del cuadro (2021)
Resulta por lo menos interesante que el
Premio Nobel de Economía haya sido otorgado a destacados investigadores, más
por su método que por los hallazgos específicos en la materia. Y, por lo menos
para mí, eso es muy saludable, porque lo que hicieron David Card y Joshua
Angrist, y posteriormente modeló Guido Imbens, fue, simplemente, usar el
sentido común y pensar fuera del cuadro.
Sucede que en economía la teoría suele
mandar. Y que, a menudo, los economistas quieren constreñir la realidad a sus
construcciones teóricas. Es muy común que se confunda la teoría con la
realidad, se le niegue su calidad de construcción y se la convierta en un
fetiche.
Lo que hizo David Card, primero con Alan
Krueger y más tarde con Angrist, fue dejar de lado el fetiche y ponerse a ver
la realidad medible. En vez de dar por sentados como verdaderos los postulados
casi teológicos de la economía tradicional, ideó un método para verificar los
resultados de las políticas públicas: las diferencias en las diferencias.
El más famoso de los estudios se hizo en
1992, cuando Card tenía sólo 26 años. Fue sobre los efectos en el empleo de un
aumento en los salarios mínimos. La ortodoxia económica dice que un incremento
en los mínimos llevará a mayor desempleo, por los efectos del aumento en los
costos de las empresas y que, por lo tanto, lo mejor es dejar a las fuerzas
ciegas del mercado determinar los salarios.
Bueno, pues lo que hizo Card fue no creer
a pie juntillas en lo que le habían enseñado en su primer curso de
microeconomía, sino verificar en el terreno los efectos, y hacerlo tomando en
cuenta todas las variables posibles.
En Nueva Jersey hubo un aumento de los
mínimos y no cayó el empleo. De inmediato, los economistas tradicionales
intentaron explicar el asunto para que la aparente paradoja cupiera dentro del
corset de su teoría. De seguro otras variables, como la dinámica del
crecimiento económico o el fin de los retrasos en la demanda eran la causa de
que no hubiera habido un aumento en el desempleo.
Y aquí lo importante es el método: para
descubrir el efecto del aumento del salario en el empleo había que utilizar un
grupo de control, tal y como se hace -por ejemplo- en las vacunas, para
diferenciar los resultados entre quienes son inoculados y quienes reciben un
placebo. Y lo complejo es encontrar el grupo de control.
Card y Krueger encontraron dos grupos de
control. Primero, se enfocaron en los trabajadores del sector de comida rápida,
en el que muchos ganan el mínimo. Luego, compararon la evolución del empleo
entre los de las empresas de Nueva Jersey que habían dado el aumento con los de
la vecina Pennsylvania, que no lo había dado. Y también lo compararon con los
de las empresas de Nueva Jersey que ya pagaban desde antes por encima del
mínimo legal.
Con los grupos de control, quedaban
cubiertos elementos como la dinámica de la economía, los cambios en los costos
de la oferta, la demografía y los gustos del público, que eran los argumentos
de los esclavos de la teoría. Y lo que hicieron fue revisar las diferencias en
el empleo de uno y otro grupo: la diferencia de las diferencias era el efecto
neto del aumento salarial. Y pum, resultó, para el abierto enojo de los
teóricos, que el libro de texto estaba mal.
Hay quienes aún insisten -los vimos aquí
hace no pocos años- en que el libro de texto está bien, y la realidad está mal.
Angrist hizo con Krueger un trabajo
similar, en el que resultaba que las personas nacidas en el primer trimestre
del año escolar de EU eran más pobres que los nacidos posteriormente. La razón
era que podían legalmente dejar la escuela antes que sus compañeros de curso.
Aunque es obvio que pocos lo hacían, esa diferencia implicaba un nivel
marginalmente más bajo de escolaridad. Lo radical es que se pudo ver que un año
de escolaridad equivalía a un 10 por ciento más de ingresos en la vida adulta.
Otro trabajo de juventud de Card es el que
abordó la controversia sobre los efectos de la inmigración de los marielitos
(la oleada de refugiados cubanos) en el mercado laboral de Miami. La teoría
dice que debió de haber tenido un impacto tanto en el nivel de los salarios
(mandándolos a la baja) como en el del desempleo (incrementándolo). Pero no fue
así, el mercado laboral de Miami fue lo suficientemente flexible como para
absorber mano de obra que en su mayoría era no calificada y los inmigrantes,
como consumidores, contribuyen a la demanda de sus servicios.
Pero otra vez, más que derivar de ahí una
teoría general sobre la inmigración, lo relevante es el método: no tomar las
teorías dominantes como Verdad Revelada, sino trabajar de manera científica
para verificarlas… o no.
Estos economistas, ahora premiados
(Krueger no pudo serlo porque falleció en 2019), fueron acusados en su momento
de afectar la credibilidad de la teoría económica. Porque iban contra la
sabiduría convencional y mostraban que muchos de los postulados de la ortodoxia
económica están sobre pies de barro.
Lo que hicieron -ojo, con matemáticas y
sentido común que dieron lugar a modelos medianamente complejos, no con mera
“intuición popular”- fue un acto de iconoclastia. La investigación empírica
unas cuantas veces da la razón a la teoría económica tradicional, pero más
veces todavía, se la niega. Card, Angrist e Imbens minaron con ello el edificio
de la ortodoxia del libre mercado. Pensaron afuera del cuadro.
Y ahora se llevaron el Nobel
La economista detective (2023)
El comité que otorga el Premio Nobel de Economía
ha tenido a bien, en años recientes, ya no premiar tanto a economistas que
elaboran sofisticados modelos matemáticos, y hacerlo más a quienes se encargan
de escudriñar en la realidad, usando las matemáticas como herramientas
auxiliares. Es el caso de la premiada en 2023, Claudia Goldin, quien ha
trabajado sobre todo en el terreno de los mercados laborales, y en cuyos textos
se puede ver -ella misma así se autodescribe- a una detective que va en pos de
las pruebas.
A veces esas pruebas aparecen donde uno
menos se lo espera, pero un buen detective las sabe encontrar.
Lo que más han difundido los medios de
Goldin, al conocerse su premio, es una visión perogrullesca de la participación
laboral de las mujeres a lo largo de los últimos 200 años. Obviamente, los
trabajos de esta economista van mucho más allá. Van dos ejemplos.
Uno es su trabajo sobre las restricciones
a la inmigración en Estados Unidos de 1921, que aborda el asunto desde 1890.
Goldin lo analiza desde tres ángulos: uno la definición de los grupos que
estaban a favor y en contra de las restricciones migratorias; otro es el de la
discusión legislativa a lo largo de las tres décadas anteriores, donde se
pueden ver diferencias regionales, que a su vez tienen que ver con razones demográficas
y económicas; el tercero, el análisis de los mercados laborales segmentados
durante la época. Resulta una historia fascinante.
En el ensayo, Goldin demuestra que la
migración no hizo que disminuyera la tasa de crecimiento de los salarios
generales, pero sí frenó los salarios para trabajadores no especializados sólo en
algunos sectores de la economía (de hecho, creció la brecha entre salarios
obreros). Explica también cómo -de manera similar, por ejemplo, a las
posiciones actuales sobre migración-, el sentimiento antiinmigrante era más
fuerte en regiones, a menudo rurales, donde los migrantes eran menos del 10 por
ciento de la población, que en las ciudades grandes y pequeñas donde eran mucho
más. Y explica cuáles eran los grupos a favor de la migración (el capital, la
población de las localidades donde los migrantes se habían integrado y tenían
peso político) y en contra (el sindicato AFL y los nativistas de estados
predominantemente rurales). Luego desarrolla las razones del por qué la balanza
se fue inclinando paulatinamente hacia la restricción de la migración (efectos
laborales de la I Guerra Mundial, cambio generacional en estados que habían
sido de reciente migración europea, etcétera).
Con la ayuda del tiempo, la historia
económica sirve también para analizar similitudes y diferencias respecto a
problemas similares el día de hoy. Y a hacerse preguntas relevantes: ¿qué
mercados laborales están afectando los migrantes? ¿Cómo lo hacen? ¿Por qué las
respuestas sociales ante el fenómeno son diferenciadas según la región? ¿Por
qué también lo son las respuestas políticas? ¿Qué grupos sociales están a favor
y cuáles en contra?
Otro de los ensayos importantes de Goldin
tiene que ver con la píldora anticonceptiva. En particular, analizó sus efectos
sobre el acceso a la educación, los mercados laborales y la evolución de la mujer
en el trabajo como profesionista. La clave del detective es encontrar el
momento justo en el que se puede hablar de efectos, sin caer en generalidades.
Lo que hace Goldin es estudiar cohortes
diferenciadas a partir del acceso legal a los anticonceptivos orales (que no
fue un asunto inmediato y automático, sino con diferencias legales, regionales
y de costumbres). Y no intenta estudiar a toda la población, sino que se centra
en las estudiantes universitarias y las recién graduadas, para entender los
efectos en la población más informada.
Los resultados del estudio hablan de un
cambio espectacular, con grandes diferencias entre las nacidas en 1950 y las
nacidas en 1957. Los cambios no son solamente en la matriculación, sino sobre
todo en otros dos aspectos: la edad de matrimonio (que también tiene efectos en
los hombres) y el tipo de entrada y permanencia en el mercado laboral.
Esto a su vez llevaría a cambios todavía
mayores: en una sola década se incrementó 26% la proporción de mujeres
estudiantes universitarias y también cambió el tipo de carreras a las que se
inscribían: casi toda la diferencia fue hacia disciplinas que entonces no se
veían como “típicamente de mujeres”: más mujeres en economía y negocios, ciencias
sociales, ciencias duras, ingenierías.
A partir de ahí, Goldin ha dedicado buena
parte de sus esfuerzos a estudiar las transformaciones en los mercados
laborales de las mujeres: un siglo en el que pasaron del dilema “familia o
carrera” a las fases de “trabajo un tiempo, luego me dedico a la familia” o “primero
tengo familia, después trabajo”, a la realidad de “carrera y familia”. Esto significa
estudiar el papel en la economía de los llamados “trabajos flexibles” y la
relación de éstos con la tecnología. El desarrollo de esta última apunta a
mayor flexibilidad de los empleos y, por lo tanto, a mejores oportunidades para
las mujeres, que siguen sufriendo una brecha salarial, principalmente por el
hecho que, al tener hijos y normalmente encargarse de ellos, no tienen esa
disponibilidad 24/7 que tanto gusta a algunos empleadores.
Es refrescante que se premie el trabajo de
una vida dedicada a cosas que sí importan en la vida de las personas, y no a
modelitos abstrusos.
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