lunes, junio 19, 2023

Silvio Berlusconi, pionero del neopopulismo



Estoy ungido por el Señor”

Mi valentía está fuera de discusión, mi sustancia humana, mi historia, los otros se la sueñan”

Silvio Berlusconi

Ha muerto Silvio Berlusconi, un personaje que cambió la política italiana, que influyó grandemente en su cultura social y que prefiguró el auge del nuevo populismo del siglo XXI.

La carrera de Berlusconi se desarrolló, al menos, por tres carriles. Uno, como hombre de negocios salido aparentemente de la nada, que se convirtió con los años en la persona más rica de Italia; otro, como político astuto, que supo entender el momento para hacerse del poder, al que se aferró lo más que pudo; y un tercero, como personaje, como una suerte de showman, capaz de sacarle jugo a sus numerosos escándalos. Y si una cosa no tuvo en ninguno de esos tres carriles fue escrúpulos.

En esa carrera, al tiempo que supo interpretar a una parte de la población italiana, fue motor de transformaciones que dañaron las instituciones, que no funcionaron en materia económica y, sobre todo, que deterioraron la convivencia política.

El primer carril es el del hombre de negocios. Berlusconi pasó rápidamente de ser un abogado de clase media a dueño de una de las primeras televisiones privadas de Italia, ayudado con palancas políticas y créditos poco explicables (por bancos que luego fueron asociados con la mafia).

Como empresario televisivo, Berlusconi fue un éxito: su modelo comercial, en el que se venden audiencias y no programas, generaba una televisión que contrastaba con la RAI, la televisión pública italiana. Los canales de Mediaset no le hacían el feo a la telebasura más divertida, con formatos que innovaban la manera de hacer y de ver TV. Junto con algunos programas memorables e iconoclastas, desarrolló gran cantidad de reality shows (no es casual que luego se haya hecho dueño de Endemol, la empresa que hace formatos de reality para todo el mundo), programas de debate en donde no se buscaba el análisis, sino que se privilegiaban los gritos y el disenso; y otros de política, en los que lo importante era el chisme, y no las propuestas o los puntos de vista.

A principios de los años noventa, cuando la gente estaba cada vez más cansada de la partidocracia, estalló una serie de escándalos de corrupción, conocida como tangentopoli (“mordidópolis”), que involucró a las principales formaciones de la coalición de gobierno y que llevó a la investigación judicial nacional conocida como “Manos Limpias”, que terminó, entre políticos encarcelados y empresarios suicidas, con la desaparición de varios de los partidos italianos históricos y con la llegada de un gobierno “tecnócrata” de transición, al mando de Carlo Azeglio Ciampi.

La situación estaba más que dada para una victoria del Partido Democrático de Izquierda, heredero del viejo PCI, y entonces apareció en el campo Berlusconi. El 26 de enero de 1994 presentó en su TV un discurso que iniciaba “Amo a Italia” y concluía en la necesidad de crear una coalición a favor de “la libertad, la familia, la empresa y la tradición italiana y cristiana”. En esa emisión anuncia el nacimiento de Forza Italia, un partido ad hoc, que obtuvo 21 por ciento de los votos, impulsada por sus anuncios en televisión y el temor a “los comunistas”.

Esto le bastó a Berlusconi para ganar. Se alió con la secesionista Lega Nord en el norte del país, y con la neofascista Alleanza Nazionale en el sur. Un tipo astuto: sus coaligados no estaban aliados entre sí.

El primer gobierno Berlusconi duró apenas poco más de un año, a partir de la ruptura con los norteños, que llegaron hasta a acusarlo de ser parte de la Cosa Nostra. El cavaliere dijo que jamás se volvería a sentar en la misma mesa con Umberto Bossi, el dirigente de la Lega.  Muy pronto volvieron a ser aliados.

Aquel gobierno fue sustituido por uno apartidista, “tecnócrata”, a quien siguieron –sin pena ni gloria- dos gobiernos de izquierda, el de Romano Prodi (quien le ganó un debate televisivo al cavaliere cuando recordó que la ley lo había obligado a vender su periódico… y Silvio lo vendió a su hermano) y el de Massimo D’Alema.

Para las elecciones de 2001, Berlusconi prepara una jugada maestra. En un programa de TV se compromete públicamente, en un “Contrato con los italianos” a cumplir 5 puntos: exenciones y rebajas de impuestos, mejora de la seguridad, aumento de las pensiones, disminución a la mitad de la tasa de desempleo y aumento de al menos 40 por ciento en grandes inversiones de infraestructura. Firma que, si no cumple los propósitos, no se volverá a presentar a elecciones.

Una mirada serena sobre estas promesas lleva a la conclusión de que, si se cumplieran, el resultado en términos fiscales sería desastroso. Más gasto, menos ingresos. Pero funcionó en lo electoral y Berlusconi regresó al poder.

A la hora de la verdad, no cumplió ni una. Las bajas en los impuestos nacionales fueron compensadas por aumentos en los impuestos locales y en los aranceles. El crimen aumentó. El desempleo bajó, pero no quedó a la mitad. 1.8 millones de pensionados tuvieron el aumento prometido; otros 6 millones se quedaron esperando. Las inversiones en infraestructura crecieron la mitad de lo prometido. En enero de 2009 una sentencia de la corte estableció que el contrato firmado en TV no tenía valor legal alguno. Para entonces Silvio ya había buscado varias veces la reelección.

Berlusconi justificó que su gobierno realizó un “milagro continuo”, que no le reconocían debido a una “campaña negra” de los medios de oposición, a quienes acusó de “comunistas”. En esa época, la deuda pública de Italia, históricamente grande, llega hasta la hipertrofia.

Así respondía Berlusconi a las críticas: “Italia es el país con las regiones más ricas de Europa, un país con el más alto número de automóviles respecto a la población, el más alto número de celulares. Somos grandes playboys, por lo que todos nuestros muchachos mandan al menos diez mensajes al día a sus diez novias y somos el país con más casas en propiedad de las familias”.

En el ínterin, fueron apareciendo diversas pruebas de fraudes de todo tipo de parte de Berlusconi. Irónicamente, cada que eso sucedía, se reformaba la legislación para que los delitos fueran eliminados de la norma.  

En previsión de un crecimiento de la izquierda, la coalición berlusconiana reformó de nuevo la ley electoral, para favorecer de manera extrema a quien obtenga la mayoría relativa. En los comicios del 2006, el tiro le salió por la culata: con una ventaja mínima en el voto popular, la izquierda se llevó una amplia mayoría legislativa. Berlusconi no aceptó los resultados y se le tuvo que forzar la dimisión.

El siguiente gobierno de izquierda fue un fracaso. Por una parte, la adopción del Euro había generado una mayor división social, en contra de asalariados y pensionados, que no fue atacada. Por otra, los aumentos fiscales para paliar el déficit no fueron acompañados por una disminución del gasto corriente, haciendo más evidente la distinción entre “ellos, los políticos y nosotros, los ciudadanos”.  La coalición de nueve partidos que había llegado al poder terminó por fracturarse. Tiempo para Silvio III.

Berlusconi disolvió su partido Forza Italia (que, por cierto, tuvo muchos eventos con show y multitud de bellas edecanes, gran coro que canta el himno del partido, agitado y paternalista discurso del líder… pero ningún congreso nacional digno de ese nombre) y lo fusionó con otras organizaciones de centro-derecha, para fundar el Pueblo de la Libertad, partido que lo nombró presidente por aclamación (oficialmente, con el 100 por ciento de los votos). Esta agrupación, aliada con la Lega Nord, ganó las elecciones de 2008.

Berlusconi había empezado siendo un buen comunicador político. Supo agrupar en torno suyo todo el miedo al comunismo cebado durante años por la iglesia católica y los partidos de centro-derecha. “Dicen que han cambiado, pero mírenlos, lean su prensa: ¡son los mismos!”. Siempre hablaba con palabras sencillas. Perfectamente medido: un poco didáctico y un poco exaltado, sin las abstracciones y las palabrejas comunes a la clase política tradicional. Agrupaba a sus seguidores “con la fuerza del estómago”: con las vísceras por encima de la razón.

Pero en la medida en que involucionaron sus gobiernos, el comunicador fue dejando su lugar al bufón, hasta verse totalmente dominado por él. Salieron a flote el carácter cada vez más autoritario del premier, su obsesión por librarse de los intrincados problemas legales a través de la aprobación de leyes ad hominem, sus escándalos personales (destaca el caso Ruby, la menor de edad marroquí que asistía a sus bacanales) y las respuestas que querían ser chuscas, pero que en realidad eran patéticas.  Quería responder a su decadencia con el bunga-bunga.

Cuando sobrevinieron problemas financieros serios, se mantuvo como si nada estuviera ocurriendo, a pesar de que la economía italiana estaba totalmente estancada, la crisis de la deuda pública fuera cada vez más apremiante y el regodeo de la política pospusiera una y otra vez las reformas necesarias. También rompió con su antiguo aliado Gianfranco Fini, al grado que el neofascista parecía un demócrata al lado de Berlusconi. Era Nerón tocando la lira ante el incendio de Roma.

Resulta por lo menos aleccionador constatar que lo que no logró la oposición, lo que no logró la prensa, lo que no lograron los jueces, lo haya logrado el mercado. Que Berlusconi haya caído por la gracia de ese tótem del cual él siempre se declaró ferviente admirador. Pero es claro que, si seguía en el poder –pensando en leyes para salvarse a sí mismo de la persecución de la justicia, nunca para su país- la idea misma de unidad monetaria europea se iría al traste. La de Italia es una economía demasiado grande como para ser rescatada de manera tradicional (y eso que, con Silvio, pasó del 5º al 8º lugar mundial). 

“El hombre que jodió un país entero”, lo calificó alguna vez The Economist en una portada. Sí, pero también un país entero (o algo así como la mitad más uno de un país) que se dejó joder, seducido por las poses de playboy, por el nacionalismo de opereta, por el temor al fantoche del “comunismo”. Un país que se vistió de modernidad cuando en realidad abrazaba el inmovilismo y las antiguas formas corruptas de ligar poder político y negocios, con Berlusconi más desfachatadas que nunca. Un país que decía mirar al futuro cuando corría hacia su pasado más negro.

Luego de que salió del poder, y tuvo que pasar un tiempo largo en líos con la justicia (al final nunca fue castigado), Berlusconi rehízo Forza Italia, que acabó siendo un socio menor de la coalición que ahora gobierna Italia, encabezada por los neofascistas de Giorgia Meloni.

Pero los efectos del paso de Berlusconi por la política han sido duraderos: ahora el modelo hegemónico de los partidos es que sean de conducción carismática y unipersonal; los ataques culturales a la izquierda en sus televisoras y en otros medios de comunicación ayudaron a que el electorado se moviera hacia la derecha, empezando por el nacionalismo ramplón; sus exabruptos machistas, pretendidamente ingeniosos, tuvieron efectos culturales reales; también lo tuvieron sus presiones para distorsionar el sistema judicial italiano.

Berlusconi fue un pionero del populismo del siglo XXI. Por eso, a su muerte, la gente se divide en dos entre quienes lo veneran y quienes lo desprecian. Como se dividían los invitados que discutían a gritos en sus programas de TV.

martes, junio 13, 2023

Reality shows: la fábrica del odio

 


Debería ser una obviedad: las participaciones de los concursantes de los programas de televisión tipo reality show no son espontáneas. Normalmente se ciñen a un guion, que busca generar en el público emociones que lo mantengan atado a las transmisiones sucesivas. Lo verdaderamente interesante es, como veremos, que la principal emoción a provocar es el odio o desprecio hacia alguno de los participantes.  

Esto nos lleva a preguntarnos si la polarización política vigente en casi todas partes del mundo no ha sido alimentada, a través de los años, por programas de este tipo. Si el mundo entero no está pagando otro tipo de precio por el hambre de rating de parte de productoras y cadenas de TV.

Hay programas de encierro colectivo (como el famoso Big Brother), de concursos de cocina (como las distintas versiones de Master Chef), de sobrevivencia (empezando por aquel Conquistador del Fin del Mundo), de citas (que van desde las versiones de The Bachelor, hasta La Pesera del Amor), de negocios (¿será casual que en una de ellas se hizo famoso Donald Trump), de búsqueda de talento (a veces combinada con la convivencia forzosa, como La Academia), y de otros tipos (vaya, en España hicieron uno de “Quiero ser Monja”). Pero todos tienen guion y algunos elementos en común.

El primer elemento clave es el casting: encontrar participantes con personalidades contrastantes, pero que sean lo suficientemente dúctiles y dóciles como para ir pasando de la persona que son al personaje que el show les exige ser. Aquí la mayoría de los concursantes deben responder a un prototipo: el gandalla, el flojo, la intrigante, la fresa… la idea es que haya una amplia gama de personalidades, aunque sean impostadas. Cuando los participantes son “famosos”, el asunto es más fácil, porque el público ya tiene una idea preconcebida de cada uno de ellos.  

El segundo elemento es la eliminación paulatina de concursantes, ya sea entre ellos, por decisión de los jueces o, más comúnmente, por una combinación con votación del público.

El tercero es la creación de conflictos, porque sin ellos no hay espectáculo. Aquí es donde tienen más peso los guionistas: deben ser capaces de generar una historia, y de saber lo que va a suceder en los siguientes capítulos. Ellos se encargan de “dinamizar la convivencia” y tratar de que las cosas exploten de una manera u otra. La polémica vende.

Y en prácticamente todos los programas hay uno o dos participantes-personajes que están ahí para ser odiados por el público. Tienen una característica que los hace odiosos: son prepotentes, o presumidos, o hipócritas, o tramposos, o excesivamente vulgares, o evidentemente manipuladores. El concursante acepta estar ahí, a pesar de la mala fama que le acarreará, porque lo importante es que hablen de ti, aunque sea mal. Tan es así que luego obtienen distintos tipos de contratos.

En la mayor parte de las temporadas, el personaje odiado permanece en el concurso muchos más capítulos de lo que uno supondría, dada su impopularidad. Si son los jueces o los propios concursantes los que votan, eso sucede por voluntad de los guionistas, que los necesitan ahí porque traen rating; si se trata de votación del público (que pocas veces es directa), los guionistas se las arreglan, a través de la edición, para que la opinión popular se lance contra otro participante.

En distintos análisis de grupos focales, se descubrió que el momento de mayor gozo de parte de los espectadores es cuando, finalmente, el personaje odiado es expulsado del juego. Ese, más que el final, suele ser el momento cumbre del show.

La palabra clave aquí está en alemán: Shadenfreude, la experiencia de placer que da el conocer la derrota o la humillación de otro.

A menos autoestima, más probable que ocurra el Shadenfreude; y es mayor cuando hay más identidad de grupo, rivalidad o sentimientos de enojo hacia la injusticia. “Ya le tocaba sufrir a esta persona mala, diferente a mí”.

Mientras mayor sea el rechazo al personaje odiado, mayor será el rating del programa, a igualdad de las demás circunstancias.

Los grupos focales también dan cuenta de que la persona favorita para quedarse con el título y el premio, es la que toma el papel de víctima, la que más ha sido sujeta del buleo o del desprecio de parte del personaje odiado.

Ahora, si tomamos en cuenta que la política es cada vez menos de proyectos y más de personajes, menos de plaza y más de pantalla (las campañas se vuelven una especie de reality show), puede parecernos menos extraña la llegada de políticos populistas al poder en distintas partes del mundo.

Una de las cosas que tienen en común estos políticos es la creación de figuras prototípicas de malos y buenos, en donde lo importante no son tanto las propuestas, sino darles su merecido a los malos que están o estaban en el poder.

Por eso importan menos los resultados mensurables de un gobierno populista que el gozo, la Schadenfreude, de ver cómo aquellos perdieron el poder, sus reales o supuestos privilegios, y ahora se quejan por todo. “Yo la paso igual de mal o peor, pero los que antes tenían poder ya no lo tienen. Eso me hace feliz”.

En la medida en el que el placer por la derrota ajena sea superior al desagrado por la circunstancia propia (en la medida en que el odio supere a la razón), no importará si un gobierno populista es parcial o totalmente fallido. Si sabe mantener la tensión contra el enemigo interno, tendrá a la Shadenfreude de su lado.

Como lo vio en TV.


viernes, junio 02, 2023

Maderos calientes; brazos, no tanto


 

Mexicanos en GL.  Abril-mayo 2023

La tradición manda que los lanzadores mexicanos tengan un rendimiento superior al de los jugadores de cuadro en las Ligas Mayores. Pero el inicio de la temporada regular 2023 ha sido diferente. Tenemos muchas más piezas importantes en los line-ups ligamayoristas, y los pitchers han estado, por lo general, por debajo de sus números en años anteriores. Lo primero ayuda a explicar el buen rendimiento del equipo mexicano en el Clásico Mundial; de lo segundo, esperemos que las cosas cambien para bien en los próximos meses.

Aquí el balance del contingente nacional, ordenado de acuerdo con el desempeño de cada uno en toda la temporada (como siempre, incluimos a los paisanos que han jugado representando a México en el Clásico Mundial o en otro torneo de primer nivel).

Randy Arozarena mantuvo la inercia, el ritmo y la pimienta que traía en el Clásico Mundial y ha sido pieza importante en el magnífico desempeño de los Rays en el inicio de temporada, aunque esa inercia da muestras de estarse agotando. Batea para un saludable .297, con 11 jonrones, 40 carreras producidas y 6 robos de bases. Su OPS es un enorme .920 y se está ponchando menos que en la temporada pasada. A la defensiva, su guante y su brazo son garantía.

Alex Verdugo empezó a tambor batiente la temporada y se ha desinflado en las últimas dos semanas. Aun así, sus números dan cuenta de su enorme consistencia: En el año: .288 de porcentaje, 5 cuadrangulares, 29 carreras producidas y 39 anotadas, tres bases robadas y OPS de .812.

Isaac Paredes había tenido a lo largo de su carrera en Ligas Mayores un problema: la falta de contacto. Ese problema está desapareciendo. Si sumamos el poder y el oportunismo del hermosillense, tenemos lo que ha sucedido en estos dos meses, que es parte del éxito de Tampa Bay (a pesar de que Paredes descansa aproximadamente uno de cada cuatro juegos): .269 de porcentaje, 8 cuadrangulares, 37 impulsadas y OPS de .807

Giovanny Gallegos le está quitando el puesto de cerrador de los Cardenales a Ryan Helsley, con quien comparte esa misión. El obregonense lleva en el año marca de 1-2, con 2.38 de efectividad, 7 salvamentos (sólo un rescate desperdiciado) y 4 holds.

Rowdy Téllez. De él se esperaban muchos jonrones y un bajo porcentaje de bateo. El slugger de los Cerveceros está bateando apenas por debajo del promedio de las mayores, pero su producción de cuadrangulares -tomando en cuenta que no batea contra lanzadores zurdos- es notable: .244, 12 vuelacercas, 26 impulsadas y OPS de .830

Joey Meneses, a diferencia de otros que habían brillado en el Clásico Mundial, empezó flojo la campaña con los Nationals, pero (será cosa de la falta de profundidad en el equipo de Washington) le tuvieron confianza y su bate se calentó notablemente en mayo. Lo que no ha regresado es la cantidad de jonrones (Cabajoey sigue pegándole fuerte a la pelota, pero ha tenido mala suerte, dicen las mediciones especializadas). Sus numeritos: .300 de porcentaje, 2 palos de vuelta entera, 29 producidas y .729 de OPS. Curiosamente, batea mucho mejor de día que de noche.

Julio Urías.  El zurdo de Culiacán ha dado tres de cal por tres de arena. Inició con tres salidas de calidad, a las que siguieron tres malas; luego otras tres buenas y en la décima, un desastre, relacionado con un tirón en la corva izquierda, que lo mandó a la lista de lesionados. El estelar de los Dodgers ha sufrido, sea en sus buenas aperturas como en las malas, de un problema que lo aquejó en el Clásico Mundial: el batazo largo. En la mitad de sus salidas le han pegado dos o más jonrones. Sus números. 5 ganados y 4 perdidos, PCL de 4.39 y 53 ponches.

Víctor González regresó a la Gran Carpa luego de más de año y medio de ausencia. El nayarita lo ha hecho bien en el relevo de los Dodgers. Lleva 1 ganado y 2 perdidos (una derrota fue por un corredor que dejó de herencia en primera base), un hold, un excelente 2.30 de PCL y 14 rivales pasados por los strikes.

Patrick Sandoval. El zurdo de los Angels ha tenido 4 salidas de calidad, de entre sus diez aperturas. Y en las otras no ha estado mal. Lo que pasa es que juega para los Angels, que se las arreglan para perder de las maneras más raras. Tiene marca de 3-4, 3.42 de efectividad y sólo 36 ponches en 55 entradas lanzadas.  

Jarren Durán. El veloz jardinero de los Red Sox empezó encendidísimo la campaña, hasta que los lanzadores contrarios le pusieron hielos. Bateó .396 en abril, pero sólo .236 en mayo. La pregunta es si el todavía novato superará el actual slump. En el año, .288, 3 jonrones, 21 producidas, 7 robos de base y OPS de .804.

Andrés Muñoz había iniciado muy bien la temporada, pero una lesión en el hombro envió temprano al mochiteco a la lista de lesionados. Debe regresar en junio. Lleva 1 rescate y un hold, con 0.00 de limpias.

Ramón Urías es otro que iba bien hasta que cayó por una lesión lesionadora (en la corva, que parece especialidad de los Urías). El infielder de los Orioles regresó a finales de mayo. Su guante se ha vuelto de excepción. Sus números ofensivos: .259, un jonrón, 17 producidas, dos colchonetas estafadas y .718 de OPS.

Alejandro Kirk está tardando en despertar. Su llegada tarde a los entrenamientos de primavera le ha costado mucho. Durante estos dos meses compartió puestos con Brandon Belt como bateador designado y con Danny Jensen, como receptor de los Azulejos. Ninguno de esos dos bateó la gran cosa y aun así Kirk no se quedó con un puesto fijo. El problema, dicen los de statcast, es que le está pegando flojito a la pelota. Lo que le ayuda es su poca propensión a los ponches. .254 de porcentaje, 2 jonrones, 14 impulsadas y OPS de .681

Brennan Bernardino es uno de varios pitchers mexicanos sometidos a la puerta giratoria entre las mayores y las menores. Ha estado dos periodos como relevista de los Medias Rojas y no lo ha hecho mal: un ganado, 3.38 de efectividad.

José Urquidy se vio trastabillante en todas, menos en una de sus salidas. Su ya proverbial capacidad para salir de los problemas evitó que sus números fueran todavía peores, pero en general le batean para .297. Terminó en la lista de lesionados por inflamación en el hombro, que explica en parte los resultados. 2-2, 5.20 de carreras limpias y 23 ponches.

JoJo Romero, al igual que Bernardino, está en la puerta giratoria, pero jugando para San Luis. 3.52 de limpias y 6 chocolates.

Alan Trejo no se ha consolidado como parador en corto de los Rockies. El guante, bien. El bat: .255, 12 producidas, sin cuadrangular, .613 de OPS

Javier Assad peleó por un puesto en la rotación de los Cachorros, no lo consiguió y ha estado irregular en el relevo intermedio (y usando la puerta giratoria). Su problema principal: el control, y contra la base por bolas no hay defensa. 0-2, 4.98 de PCL y 15 ponches.

Adrián Martínez está en una situación similar a la de Assad, sólo que con los malísimos Atléticos de Oakland. El cachanilla tiene 0-0, con 5.70 de efectividad y 20 sopitas de pichón.

Taijuan Walker ha estado la mar de inconsistente como abridor de los Filis. Ganó 4 de sus 5 salidas de calidad (6 o más innings, 3 o menos carreras limpias), pero las otras 7 aperturas han sido desastrosas. La marca en ganados y perdidos no es tan mala (4-3), pero el PCL de 5.65 y que se le embase, en promedio, bateador y medio por entrada lanzada, sí son de preocuparse.

Alek Thomas. El efectivo jardinero central de los Diamantes de Arizona no pudo igualar con el madero su capacidad defensiva y fue enviado a AAA. Deja números en estos dos meses de: .195 de porcentaje, dos jonrones, 10 producidas, 3 robos y OPS de .579

Austin Barnes, al parecer, bateó en el Clásico Mundial todo lo que le tocaba batear en el año, porque en la temporada tiene la pólvora empapada. Aunque sigue siendo una maravilla en el manejo de sus lanzadores, al receptor de los Dodgers se le están escapando muchos robadores de bases. Batea para un miserable .096, con un robo y tres producidas. Su OPS es de risa: .293

César Salazar es el más nuevo de los mexicanos en Grandes Ligas. Tercer receptor de los Astros de Houston, ve poquísima acción. El de Hermosillo batea para .143 y ha anotado una carrera.

Luis Cessa, a pesar de haber ganado un lugar en la rotación de los Rojos y de empezar la temporada con el pie derecho, acumuló salidas desastrosas hasta que de plano Cincinnati lo dejó ir (eufemismo para no decir que lo corrieron). Consiguió posteriormente contrato de Ligas Menores con los Rockies, pero aún no lo regresan a MLB. Sus números: 1 ganado, 4 perdidos, 9.00 de efectividad, 11 ponches (pero 12 pasaportes) y los rivales le batean para .397. De espanto.

Luis Urías se lesionó de la corva en el primer partido de la temporada, en el que no pegó hit. Se espera su retorno en junio.