Con muy
pocos días de distancia, en la primavera de 1988 murieron prematuramente dos
personajes que tuvieron influencia en mi vida. Carlos Pereyra Boldrini y
Riccardo Parboni.
Carlos Pereyra
A
finales de mayo del 88, estaba en quién sabe qué grilla con Arturo Whaley y
Pablo Pascual, y me dicen que van a ir al hospital a visitar al Tuti Pereyra. Tenía cáncer. Los acompañé
y cuando llegamos, estaban por llevar a Carlos a algún procedimiento médico.
Nos vio. Me dijo: ¡Pancho! Yo le dije: ¡Filósofo! Me tomó con fuerza del
antebrazo mientras los camilleros empezaban a moverlo. Fue la última vez que lo
vi. Moriría el 4 de junio. Tenía apenas 47 años.
Al Tuti Carlos Pereyra lo conocí primero a
través de sus ensayos en Cuadernos
Políticos, que era una revista de lectura obligada a fines de los setenta.
Cuando él me conoció, le caí muy mal, según luego me contó. Fue en el evento de
fundación del MAP y yo conté un chiste sobre la guerrilla y la hermana del
presidente López Portillo que a Pereyra le pareció de muy mal gusto. “Este es
uno de los ultras que vienen con las otras organizaciones”, me dijo que pensó.
Pero muy rápidamente nos hicimos cuates, sobre todo a partir de coincidencias
profundas que encontrábamos en nuestros respectivos artículos (porque Pereyra,
como buen filósofo, era extraordinario hermeneuta: al leer un texto, parecía
que también leía los pensamientos).
Filósofo,
historiador, politólogo, militante, Pereyra era, antes que cualquier otra cosa,
un pensador libre. Por lo tanto, era un antidogmático. Su paso, a través de los
años, del marxismo revolucionario al reformismo socialista y democrático fue
sincero y a fondo: más de una de vez ponía los puntos sobre las íes cuando
nosotros aplaudíamos una medida vertical pero “democrática en el proyecto” (el
ejemplo más notorio, su crítica a la nacionalización de la banca de López
Portillo). Estaba contra todo prejuicio, contra todo autoritarismo (aunque de
repente le ganaban las ideas tradicionales de disciplina partidaria), contra
toda reacción visceral e irreflexiva.
Desde
mi punto de vista, el Tuti pasó a
desconfiar de los partidos comunistas clásicos por el concepto de “clase en sí”,
proveniente del marxismo anquilosado, que tenían algunos militantes. Se burlaba
de uno de ellos: “Imagínate, ese piensa que cuando se levanta de la cama, con
él lo hace el proletariado, y con ese peso histórico se lava, se peina y se
viste”. Por eso, porque entendía que había una relación íntima entre las clases
subalternas y la nación, porque éramos reformistas y porque sí nos interesaba
la democracia, era referente fundamental dentro del MAP.
La
rebelión de Pereyra no era sólo contra la sociedad capitalista; también lo era
contra las ideas dominantes en la izquierda, contra sus deformaciones y, sobre
todo, contra su conformismo intelectual. Entendió que el quid del socialismo es
de participación social más que de propiedad y que el voluntarismo es una
magnífica forma de suicidio político.
Puedo
agregar dos anécdotas. Una, que nunca probó el chicharrón en salsa verde, según
confesión propia. La segunda, que se estacionaba como los dioses: en dos movimientos,
su vochito blanco cabía perfectamente donde nadie lo hubiera supuesto (“eres
una verga estacionándote”, le dije una vez; su reacción fue de divertida extrañeza
ante lo que consideró una vulgaridad extrema de mi parte).
Después
de las elecciones de 1988 se extrañaron mucho la agudeza y la precisión crítica
de Pereyra. Se extrañarían también en otras coyunturas históricas y quiero
imaginarme –pero no me alcanza- las cosas punzantes y con pocos adjetivos que
escribiría el Tuti acerca del
voluntarismo populista que es el pan de cada en el México de hoy.
Riccardo Parboni
Una
tarde recibí una llamada de mi amiga Anna Bernardi, me dijo que mi maestro y
asesor de tesis Riccardo Parboni había muerto un par de días atrás. Que hacía
algunas semanas había tenido un ataque cardiaco y que se quedó esperando un
trasplante.
Poco
tiempo después, escribí un artículo en La
Jornada, titulado con el solo nombre.La imagen de él que más se me ha
quedado pegada es verlo caminar torpemente entre la masa que salía del Metro
Taxqueña una vez que, cuando estaba en México, lo invité a cenar a mi casa: su
cabeza por encima de todas las demás. De su extraña casa-biblioteca, que aquí describí como "una amplísima celda de monje enclaustrado".
Este es
el texto.
El 28
de mayo murió, de una afección cardiaca, Riccardo Parboni, uno de los más
importantes expertos europeos en economía internacional, lúcido teórico y
hombre de izquierda.
Parboni
fue uno de los pocos economistas contemporáneos que supo combinar el análisis
estrictamente teórico con estudios profundos y detallados de la realidad
económica del momento. Entre las aportaciones teóricas de Parboni destaca Moneta e monetarismo (Il Mulino, 1984);
en este libro se reconstruye la evolución de los conceptos fundamentales del
monetarismo, desde su origen en la revisión neoclásica de la teoría keynesiana,
y se critican sus límites intrínsecos, pero se va más allá todavía: Parboni se
enfrenta a Friedman en el terreno favorito de este último: la verificación
empírica y econométrica, de la que resultan bastante mal parados los
monetaristas. El libro también analiza los límites y las dificultades de la
puesta en práctica de políticas de control monetario (que no por nada están
siendo abandonadas en la mayor parte de los países). En mi opinión, Moneta e
monetarismo está destinado a convertirse en un clásico de la teoría monetaria.
La obra
más conocida de Parboni es Finanza e
crisi internazionale, traducido al inglés como The Dollar and its rivals (New Left Books, 1982). Si tuviéramos que
clasificar a los economistas en dos categorías: los “ingenuos”, que consideran
que las crisis provienen fundamentalmente de la anarquía el mercado, así como
de la imposibilidad de previsión correcta de parte de los sujetos económicos, y
los “maquiavélicos”, que entienden las crisis fundamentalmente como las
contradicciones que se dan entre distintas jerarquías de poder y de relaciones
dominio-subordinación, entonces Riccardo Parboni podría ser colocado como uno
de los paladines de los “maquiavélicos”. Su libro da cuenta de ello, y por él
se le considera el más notable economista italiano sobre los temas del
imperialismo.
La
línea central del trabajo es la siguiente: el elemento conductor de la crisis
económica internacional es una lucha de poder (de redistribución del mundo)
entre las principales áreas capitalistas: Estados Unidos, Europa occidental y
Japón, en la que EU intenta impedir, a toda costa, la disminución de su peso
relativo internacional. Esta lucha tiene su principal expresión en el terreno
financiero, ya que es en la finanza internacional, a través de la asignación de
recursos, en donde se deposita el poder sobre la evolución de la división
internacional del trabajo y, por tanto, sobre la transformación de la
estructura productiva y del conflicto social en los distintos países.
En ese
sentido, Parboni tenía un especial interés en los problemas de los países
endeudados, particularmente los de América Latina. Ya en 1980, en la versión
italiana de su libro, denunció que la crisis internacional se abatiría sobre
los países que carecieran de suficientes recursos financieros internacionales,
que la apuesta del capital privado internacional era rechazar una acumulación
ampliada a nivel mundial, que la naciente ola neoliberal tendía a romper las
políticas de desarrollo autónomo (que más allá de la economía implicaba un
efectivo no-alineamiento) para asignar a los países periféricos a las distintas
áreas capitalistas. Para impedir su independencia real.
Para
Parboni, el compromiso con el saber y el compromiso político eranindisolubles.
Académico, observador acusioso, activista de izquierda laica: todo estaba
fusionado. El año pasado fue el motor de una iniciativa entre las fuerzas
democráticas europeas para enfrentar el problema de la deuda de América Latina,
a través de un organismo de asesoría técnica y jurídica y de una campaña
permanente, de parte de las organizaciones políticas y sociales, para
sensibilizar a la opinión pública europea, que ha tendido a ver las cosas desde
la perspectiva de los acreedores. El último ensayo que publicó tenía el título
El superávit de los deudores, en el que señalaba que, sin un desistimiento
parcial de la deuda de los países subdesarrollados, la economía internacional
sucumbiría bajo el doble peso de la deuda externa de los países pobres y la
deuda externa de Estados Unidos.
Lobo
solitario, los placeres de Parboni eran la buena comida y el trabajo, mucho
trabajo minucioso. Su estrella apenas comenzaba a brillar, su carrera apuntaba
para largo. Murió días después de cumplir 43 años.
Desgraciadamente, no tengo foto de él.
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