miércoles, mayo 09, 2018

Biopics: Carlos Pereyra y Riccardo Parboni

Con muy pocos días de distancia, en la primavera de 1988 murieron prematuramente dos personajes que tuvieron influencia en mi vida. Carlos Pereyra Boldrini y Riccardo Parboni.

Carlos Pereyra 
A finales de mayo del 88, estaba en quién sabe qué grilla con Arturo Whaley y Pablo Pascual, y me dicen que van a ir al hospital a visitar al Tuti Pereyra. Tenía cáncer. Los acompañé y cuando llegamos, estaban por llevar a Carlos a algún procedimiento médico. Nos vio. Me dijo: ¡Pancho! Yo le dije: ¡Filósofo! Me tomó con fuerza del antebrazo mientras los camilleros empezaban a moverlo. Fue la última vez que lo vi. Moriría el 4 de junio. Tenía apenas 47 años.

Al Tuti Carlos Pereyra lo conocí primero a través de sus ensayos en Cuadernos Políticos, que era una revista de lectura obligada a fines de los setenta. Cuando él me conoció, le caí muy mal, según luego me contó. Fue en el evento de fundación del MAP y yo conté un chiste sobre la guerrilla y la hermana del presidente López Portillo que a Pereyra le pareció de muy mal gusto. “Este es uno de los ultras que vienen con las otras organizaciones”, me dijo que pensó. Pero muy rápidamente nos hicimos cuates, sobre todo a partir de coincidencias profundas que encontrábamos en nuestros respectivos artículos (porque Pereyra, como buen filósofo, era extraordinario hermeneuta: al leer un texto, parecía que también leía los pensamientos).
Filósofo, historiador, politólogo, militante, Pereyra era, antes que cualquier otra cosa, un pensador libre. Por lo tanto, era un antidogmático. Su paso, a través de los años, del marxismo revolucionario al reformismo socialista y democrático fue sincero y a fondo: más de una de vez ponía los puntos sobre las íes cuando nosotros aplaudíamos una medida vertical pero “democrática en el proyecto” (el ejemplo más notorio, su crítica a la nacionalización de la banca de López Portillo). Estaba contra todo prejuicio, contra todo autoritarismo (aunque de repente le ganaban las ideas tradicionales de disciplina partidaria), contra toda reacción visceral e irreflexiva.
Desde mi punto de vista, el Tuti pasó a desconfiar de los partidos comunistas clásicos por el concepto de “clase en sí”, proveniente del marxismo anquilosado, que tenían algunos militantes. Se burlaba de uno de ellos: “Imagínate, ese piensa que cuando se levanta de la cama, con él lo hace el proletariado, y con ese peso histórico se lava, se peina y se viste”. Por eso, porque entendía que había una relación íntima entre las clases subalternas y la nación, porque éramos reformistas y porque sí nos interesaba la democracia, era referente fundamental dentro del MAP.
La rebelión de Pereyra no era sólo contra la sociedad capitalista; también lo era contra las ideas dominantes en la izquierda, contra sus deformaciones y, sobre todo, contra su conformismo intelectual. Entendió que el quid del socialismo es de participación social más que de propiedad y que el voluntarismo es una magnífica forma de suicidio político.
Puedo agregar dos anécdotas. Una, que nunca probó el chicharrón en salsa verde, según confesión propia. La segunda, que se estacionaba como los dioses: en dos movimientos, su vochito blanco cabía perfectamente donde nadie lo hubiera supuesto (“eres una verga estacionándote”, le dije una vez; su reacción fue de divertida extrañeza ante lo que consideró una vulgaridad extrema de mi parte).
Después de las elecciones de 1988 se extrañaron mucho la agudeza y la precisión crítica de Pereyra. Se extrañarían también en otras coyunturas históricas y quiero imaginarme –pero no me alcanza- las cosas punzantes y con pocos adjetivos que escribiría el Tuti acerca del voluntarismo populista que es el pan de cada en el México de hoy.   


Riccardo Parboni 

Una tarde recibí una llamada de mi amiga Anna Bernardi, me dijo que mi maestro y asesor de tesis Riccardo Parboni había muerto un par de días atrás. Que hacía algunas semanas había tenido un ataque cardiaco y que se quedó esperando un trasplante.
Poco tiempo después, escribí un artículo en La Jornada, titulado con el solo nombre.La imagen de él que más se me ha quedado pegada es verlo caminar torpemente entre la masa que salía del Metro Taxqueña una vez que, cuando estaba en México, lo invité a cenar a mi casa: su cabeza por encima de todas las demás. De su extraña casa-biblioteca, que aquí describí como "una amplísima celda de monje enclaustrado".

Este es el texto.  

El 28 de mayo murió, de una afección cardiaca, Riccardo Parboni, uno de los más importantes expertos europeos en economía internacional, lúcido teórico y hombre de izquierda.
Parboni fue uno de los pocos economistas contemporáneos que supo combinar el análisis estrictamente teórico con estudios profundos y detallados de la realidad económica del momento. Entre las aportaciones teóricas de Parboni destaca Moneta e monetarismo (Il Mulino, 1984); en este libro se reconstruye la evolución de los conceptos fundamentales del monetarismo, desde su origen en la revisión neoclásica de la teoría keynesiana, y se critican sus límites intrínsecos, pero se va más allá todavía: Parboni se enfrenta a Friedman en el terreno favorito de este último: la verificación empírica y econométrica, de la que resultan bastante mal parados los monetaristas. El libro también analiza los límites y las dificultades de la puesta en práctica de políticas de control monetario (que no por nada están siendo abandonadas en la mayor parte de los países). En mi opinión, Moneta e monetarismo está destinado a convertirse en un clásico de la teoría monetaria.
La obra más conocida de Parboni es Finanza e crisi internazionale, traducido al inglés como The Dollar and its rivals (New Left Books, 1982). Si tuviéramos que clasificar a los economistas en dos categorías: los “ingenuos”, que consideran que las crisis provienen fundamentalmente de la anarquía el mercado, así como de la imposibilidad de previsión correcta de parte de los sujetos económicos, y los “maquiavélicos”, que entienden las crisis fundamentalmente como las contradicciones que se dan entre distintas jerarquías de poder y de relaciones dominio-subordinación, entonces Riccardo Parboni podría ser colocado como uno de los paladines de los “maquiavélicos”. Su libro da cuenta de ello, y por él se le considera el más notable economista italiano sobre los temas del imperialismo.
La línea central del trabajo es la siguiente: el elemento conductor de la crisis económica internacional es una lucha de poder (de redistribución del mundo) entre las principales áreas capitalistas: Estados Unidos, Europa occidental y Japón, en la que EU intenta impedir, a toda costa, la disminución de su peso relativo internacional. Esta lucha tiene su principal expresión en el terreno financiero, ya que es en la finanza internacional, a través de la asignación de recursos, en donde se deposita el poder sobre la evolución de la división internacional del trabajo y, por tanto, sobre la transformación de la estructura productiva y del conflicto social en los distintos países.
En ese sentido, Parboni tenía un especial interés en los problemas de los países endeudados, particularmente los de América Latina. Ya en 1980, en la versión italiana de su libro, denunció que la crisis internacional se abatiría sobre los países que carecieran de suficientes recursos financieros internacionales, que la apuesta del capital privado internacional era rechazar una acumulación ampliada a nivel mundial, que la naciente ola neoliberal tendía a romper las políticas de desarrollo autónomo (que más allá de la economía implicaba un efectivo no-alineamiento) para asignar a los países periféricos a las distintas áreas capitalistas. Para impedir su independencia real.
Para Parboni, el compromiso con el saber y el compromiso político eranindisolubles. Académico, observador acusioso, activista de izquierda laica: todo estaba fusionado. El año pasado fue el motor de una iniciativa entre las fuerzas democráticas europeas para enfrentar el problema de la deuda de América Latina, a través de un organismo de asesoría técnica y jurídica y de una campaña permanente, de parte de las organizaciones políticas y sociales, para sensibilizar a la opinión pública europea, que ha tendido a ver las cosas desde la perspectiva de los acreedores. El último ensayo que publicó tenía el título El superávit de los deudores, en el que señalaba que, sin un desistimiento parcial de la deuda de los países subdesarrollados, la economía internacional sucumbiría bajo el doble peso de la deuda externa de los países pobres y la deuda externa de Estados Unidos.
Lobo solitario, los placeres de Parboni eran la buena comida y el trabajo, mucho trabajo minucioso. Su estrella apenas comenzaba a brillar, su carrera apuntaba para largo. Murió días después de cumplir 43 años.
Desgraciadamente, no tengo foto de él.


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