La
segunda encuesta del proyecto Datavox se realizó a principios de junio de 1988.
A diferencia de la primera, en esta había copias de un facsímil de la papeleta
electoral (impreso en papel revolución) que se depositaban en una urna hechiza.
El facsímil lo consiguió Pepe Zamarripa y las impresiones las sacamos en la
facultad.
Cuando
los muchachos me fueron entregando las urnas, la sorpresa era que Cárdenas iba
ganando. Le llevaba dos puntos porcentuales a Salinas de Gortari cuando faltaba
la a última, que venía de una colonia marginal, pero ésta acercó notablemente
al candidato del PRI. Tuve el prurito de anular una boleta que decía “¡Viva
Cárdenas!”. Con todo eso, Cuauhtémoc le había dado la vuelta a los resultados
de la encuesta anterior, si bien adelantaba por menos de un punto porcentual.
Deduje
que las tendencias decían que Cárdenas ganaría el Distrito Federal por cerca de
10 puntos. “Cárdenas, al alza; Salinas, a la baja”: así cabeceó Pepe Carreño su
nota-comentario en La Jornada, aunque
la encuesta se publicó en Punto.
También parecía que el ganón dentro del Frente Democrático Nacional iba a ser
el “partido del ferrocarril”, PFCRN, Partido del Frente Cardenista de
Reconstrucción Nacional. La carrera por los escaños capitalinos del Senado se
veía bastante pareja; en la encuesta, los priístas ganaban apretadamente porque
el PMS tenía otra fórmula (Rincón Gallardo y el Búho Valle).
En la
facultad me encontré a dos compañeros profesorers que eran candidatos. Me
preguntaron por la encuesta. A Pedro López, que iba por el Ferrocarril, le dije que sería diputado; a mi amigo Eduardo
González, que iba por el PMS, le dije, con la pena, que él no. Así sería.
Debo también
decir que varios amigos del exMAP no creyeron los datos de la encuesta, tan
acostumbrados estaban a ver ganar al PRI. En realidad, me había quedado corto,
por dos razones: la primera, fue la famosa última urna. Debí haber escuchado al
estudiante, quien me comentó que había gente que le preguntó si entonces ya no
tenía que ir a votar el 6 de julio. Posiblemente, esas personas de colonia
marginal creían que las estaban presionando y votaban de acuerdo a ello. La
segunda razón fue la muestra misma. Estaba bien hecha técnicamente, pero con
mala suerte: en ella cayó una de las cinco secciones que ganó Salinas en la
ciudad (en Polanco) y una del puñado que ganó el PRI en la elección para el
Senado (en la colonia Navidad, en Cuajimalpa).
Otra
cosa menor que no preví fue que, como los facsímiles no tenían nombre de
candidato, el grueso de los votantes de Cárdenas cruzó donde estaba la palabra
“Cardenista”; es decir, en el logo del PFCRN. A la hora de la verdad, la
mayoría lo hizo en el primer lugar donde vio el nombre de Cuauhtémoc; es decir,
en el PPS.
Un par
de años después, en una comida, el presidente Salinas me preguntó a qué
atribuía yo –el único encuestador mexicano que había puesto a Cárdenas por
delante en la capital- que la diferencia a favor de Cuauhtémoc haya sido tan
superior. Él tenía la idea de que el asesinato de Javier Ovando, candidato a
diputado y cercano colaborador de Cárdenas, había tenido influencia. Le dije
que en realidad muy poca gente se enteró de ese crimen el día de la elección y
le expliqué mis hipótesis. No quedó muy convencido de que la gente pobre, y solamente
ellos, hubieran mentido por miedo.
El
tercer ejercicio del proyecto fue un conteo rápido de 40 casillas capitalinas.
La idea de Eduardo Torreblanca y mía era presentar los resultados la misma
noche del 6 de julio en el noticiero de Canal Once. Pero había que tener el
visto bueno de la Secretaría de Educación Pública, cabeza de sector del Canal
Once. Fui, con un periodista amigo, a la SEP y nos entrevistamos con Héctor
Lie, secretario particular del titular, quien muy amable nos dijo que lo
consultaría con su jefe.
Días
después Torreblanca me dijo que el tiro nos salió por la culata. Le habían
dicho a Pedro Ferriz De Con, ancla del noticiero, que bajo ninguna
circunstancia nos permitiera dar resultados.
El
conteo rápido acabaría siendo publicado en Punto, gracias a Pepe Carreño.
Al final, resultó mejor así. La noche de la elección yo no tuve la muestra
completa sino hasta las 4 de la mañana y los resultados que tenía, una ventaja de
más de 16 puntos de Cuauhtémoc Cárdenas, sólo hubieran abonado al desmadre que
se vendría.