En un país con tantos podios olímpicos como Estados
Unidos es difícil estar hasta arriba en la clasificación. El estadunidense con
más medallas invernales se llama Apolo Ohno, y tiene todo para ser legendario,
especialmente en su país: fue capaz de poner un deporte en el radar de la
gente, fue polémico, exagerado, histriónico y, casi siempre, ganador.
Apolo Ohno nació en Seattle en 1982, fue criado como
hijo de padre soltero, un japonés que utilizó los deportes como método para que
el muchacho no estuviera en casa en horas de trabajo. Empezó con la natación y
el patinaje sobre ruedas. Pronto pasó al patinaje en hielo y prefirió las
competencias de velocidad en pista corta, que –aunque más emocionantes para los
espectadores- en ese entonces eran vistas como plato de segunda mano, respecto
a las de pista larga.
A los 14 años, Apolo Ohno se coronó campeón de
Estados Unidos; sin embargo, no fue capaz de calificar a los Juegos Olímpicos
de Nagano 1998. Para 2002 era subcampeón
mundial y cabeza del equipo estadunidense de la especialidad. Entonces
empezaron las polémicas: la primera, que Ohno se coludió con otro compañero
para dejar ganar la clasificatoria a un amigo mutuo. El asunto fue a arbitraje,
y Apolo salió inocente.
En Salt Lake City 2002, fue descalificado por
cruzarse en el camino del rival en los 500 metros. La final de 1000 metros fue
la del famoso choque entre Ohno, quien iba adelante, dos coreanos y un
canadiense, que permitió la gran sorpresa de la victoria del australiano Steven
Bradbury, y Ohno fue el primero de los caídos en levantarse, para llevarse la
plata.
En la final de los 1500, otra polémica: Ohno iba
atrás del coreano Kim Dung-Sun, intentó rebasarlo y –al no poder hacerlo-
levantó la mano, alegando haber sido bloqueado. La protesta del estadunidense
prosperó y, aunque Kim llegó primero a la meta, el oro fue para Ohno.
El patinaje de velocidad de pista corta es
popularísimo en Corea del Sur y la reacción popular fue tremenda: Ohno recibió
amenazas de muerte; era el ejemplo vivo del Americano Malo. Por razones de
seguridad, Apolo declinó asistir a los Mundiales de 2003, precisamente en
Corea, y en 2005 el gobierno de Seúl tuvo que desplegar a la policía
antidisturbios al aeropuerto, cuando decidió ir a una competencia.
En Turín 2006, Ohno no pudo refrendar su título en
los 1500 metros y quedó quinto, se llevó el bronce en los 1000 y ganó el oro en
los 500, otra vez envuelto en la polémica, porque se dijo que se había robado
la salida. También obtuvo bronce en la prueba de 5 mil metros en relevos.
Su última cita olímpica fue en Vancouver 2010; ahí
obtuvo una plata en los 1500, gracias a que dos coreanos que iban delante de él
chocaron entre sí; se llevó el bronce en los 1000 y en los relevos; y en los
500 metros llegó en segundo lugar, pero ahora le tocó a él ser el
descalificado: había bloqueado a un patinador canadiense.
Haciendo cuentas, Apolo Ohno obtuvo 8 medallas
olímpicas: 2 oros, 2 platas y 4 bronces, que se suman nada menos que a 8 oros
en campeonatos mundiales. En las pistas
fungió, con gusto, como el villano favorito: su estilo rudo, sus quejas y,
sobre todo, su gran calidad y espíritu competitivo, hacían la combinación
perfecta.
Luego de su carrera deportiva, Ohno ha trabajado
como orador motivacional y como promotor de iniciativas filantrópicas. El
gusanito del gusto por el espectáculo lo hizo participar en la versión de EU de
“Bailando con las Estrellas”. Como era su costumbre cuando la pista era de
hielo, se llevó el primer lugar.
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