jueves, diciembre 11, 2014

Biopics: seis días en Madrid



Con los Cordera Mora pasamos seis días en Madrid. Los recuerdo con un cariño especial. Días felices. Sé que Maca también.

Durante esos días nos quedamos en el departamento que tenían en el sur madrileño, en una zona obrera. Era chiquitito, aún más que la vivienda que nosotros teníamos en Italia. En una recámara nos acomodamos nosotros y en la otra Fallo y Maca, junto con Santiago, mientras que el mayor, Diego, pasó esos días con sus abuelos maternos. A Rayo le encantó encontrarse un niño aproximadamente de su edad con el que podía conversar y jugar en español. Anduvieron los dos como uña y mugre durante esos días.

En año nuevo fuimos a cenar con los amables padres de Maca, ese matrimonio que sólo pudo existir porque perdió la República y un hombre y una mujer que nunca se hubieran conocido coincidieron en México. Recuerdo que tenían la calefacción a todo meter (cosa imposible en casa de Fallo y Maca, donde la calefacción sólo funcionaba de noche) y que cenamos besugo.

De los días posteriores son de comentarse una paella de pescado portentosa que preparó Fallo (y la plática que la acompañó, con la famosa frase de “vieja que no chinga es macho”), un agradable paseo familiar por el Parque del Retiro (también estaban Paloma la hermana de Maca y Luis Díez de Urdanivia), la obligada visita a la Casa Mingo, para comer pollo y sidra en un ambiente magnífico, y varias largas caminatas por el centro madrileño lleno de gigantescos belenes, entre gente alegre y próspera (se vivían los años de gloria de los gobiernos del PSOE), con paradas varias para tapas y cervezas, hasta bien entrada la noche: una suerte de “marcha” familiar. Diego no lo aceptará ahora, pero a sus quince recién cumplidos era forofo del Madrid (y ponía cara seria cuando Patricia lo trataba, para mi desesperación, como si fuera un niñito).  

Para fortuna del Rayo –ya se sabe que los niños de cierta edad requieren que las cosas tengan cierto orden-, en Madrid había gran revuelo con la próxima llegada de los Reyes Magos (hubiera sido algo problemático explicarle que, en Italia, los sustituía una bruja buena, la befana). Pero él estaba muy preocupado porque, de acuerdo a los planes, pasaríamos la noche del 5 en algún hotel de Valencia y los reyes orientales no podrían encontrarlo. Le expliqué que a la cartita que nos dictó le agregamos que estaríamos en uno de los hoteles de la playa y que nos encontraran por las placas del auto.

La semana se nos fue como un soplo, y pronto estábamos cruzando la planicie manchega rumbo a Valencia, primera parada de nuestro camino de regreso. Raymundo no podía esconder su preocupación, rayana en la angustia. “Quién sabe si nos encuentran los Reyes Magos”, le decía a su hermanito. Por supuesto, al pequeño Camilo la improbabilidad de ese encuentro lo tenía totalmente sin cuidado.

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