lunes, enero 24, 2011

Los pasos de Cuauhtémoc


Hay quienes quisieran ver en el libro político autobiográfico que acaba de publicar Cuauhtémoc Cárdenas, titulado Sobre mis Pasos, no sólo una recapitulación de la vida del Ingeniero, sino también el anuncio de que pasa a situación de retiro político y, por ello, escribe sus memorias como una suerte de legado. Me parece que confunden deseos con realidades y se equivocan.

Según mi lectura, el libro de Cárdenas tiene tres propósitos principales: pintar una clara línea divisoria entre él y los principales precandidatos del PRD a la Presidencia, responder a diversas críticas hechas desde la izquierda acerca de las razones que han motivado su quehacer político y establecer, ante la opinión pública en general, que ha actuado siempre de manera coherente y congruente con sus principios. En mi opinión, el texto alcanza razonablemente esos propósitos.

Dice la contraportada que Cuauhtémoc Cárdenas es un hombre de convicciones, de acciones y, sobre todo, de ideas. A lo largo del libro queda claro que el orden es inverso y el Ingeniero es, en primer lugar, un hombre de convicciones, forjado en la ideología de la Revolución Mexicana en su vertiente cardenista. Esta ideología es, al mismo tiempo, el pilar que ha sostenido la labor política de Cuauhtémoc y la camisa de fuerza autoimpuesta, que mantiene a Cárdenas plenamente como un personaje incapaz de ver más allá.

El veterocardenismo –una visión anclada en los años setenta- es, entre otras cosas, lo que nos explica la costosa reacción política de CCS ante el llamado quinazo de 1989 y su actual simpatía por el SME, la posición acrítica respecto a los regímenes de Cuba y Venezuela o el antiyanquismo como profesión de fe.

En ese sentido, queda clara la congruencia de Cuauhtémoc, el político que se sometía a la disciplina priísta y el hombre que rompe con el partido tricolor. Para Cárdenas, el aspecto fundamental de la democracia está en el programa, más que en los mecanismos para la toma de decisiones. Una medida vertical, tomada desde un poder no compartido, pero cuyo contenido favorece a las mayorías, es democrática, a diferencia –por ejemplo- de una medida consensuada por las fuerzas políticas representadas en el Congreso, que favoreciera a los grupos más poderosos de la sociedad.

La ruptura de la Corriente Democrática del PRI con el partido se dio más en función de las diferencias en política económica con el gobierno de Miguel de la Madrid, que por la necesidad de airear la asfixiante vida interna del partido en el poder. De igual forma, la posibilidad del Frente Democrático Nacional, que lanzó a Cárdenas en su histórica campaña presidencial de 1988, se debió, en primer lugar, a que los partidos que en su momento formaron el Frente consideraron que el tapado, Carlos Salinas de Gortari, significaba continuidad en la conducción económica. De otra manera, hubieran apoyado, a la usanza de los partidos satélites, al candidato oficial. Cuauhtémoc es explícito respecto a eso.

Cárdenas, por supuesto, está convencido de que ganó aquellas elecciones brutalmente inequitativas. Tanto, que lo argumenta poco (si iba ganando al contarse 54 por ciento de la votación, las tendencias tenían que consolidarse, dice) y prefiere referirse al libro Radiografía del Fraude, que firmó junto con el matemático José Barberán y otros autores, en el que se demuestra que hubo fraude electoral, pero no que CCS haya triunfado. El Ingeniero se dedica más, en el texto, a explicar por qué no se decidió a incendiar la pradera cuando podía hacerlo y a poner a distintos actores políticos de la época en su lugar, particularmente a Manuel Camacho, entonces secretario general del PRI, y al ex gobernador michoacano Luis Martínez Villicaña, a quien acusa de los asesinatos de sus colaboradores Ovando y Gil, el día antes de la elección (homicidios que, de paso, obsesionaron a Salinas de Gortari, que le atribuía un peso desmedido a ese crimen en los resultados de aquella elección).


El recuento de la formación del PRD también deja a cada quien en su lugar (la actitud abierta del PMS, frente a la cerrazón de los miembros originales del FDN), pero hay muy poco acerca de la creación de mecanismos de participación democrática en ese partido, entonces nuevo. Esos son asuntos que Cárdenas ve, fiel a su óptica, desde el ángulo programático. Y es con esos argumentos, principalmente, como se defiende de las acusaciones de haberse convertido, en la infancia del PRD, en un caudillo. Astutamente, CCS da respuesta a un texto relativamente reciente, de Enrique Semo, hecho cuando el cacique del partido era López Obrador, y al servicio de éste.


Las diferencias de programa dentro del PRD encontraron, según CCS, un momento axial en 1997, cuando él propuso un gobierno de unidad nacional y Porfirio Muñoz Ledo habló de acelerar la transición. Puede entenderse el pulso cardenista detrás de la propuesta de Cuauhtémoc. Dice en el libro que tal vez lo mejor hubiera sido, en ese momento, que cada quien (que cada tendencia política) hubiera seguido su rumbo por separado. No estaría mal que el Ingeniero abundara posteriormente al respecto.


Otro tema que ocupa un espacio amplio es la insurrección del EZLN. Cárdenas explica las razones de sus simpatías con ese movimiento, y el por qué –a pesar de su inconveniencia electoral- decidió visitar los campamentos zapatistas durante la campaña de 1994. Da cuenta de sus labores de mediación y también se afana en responder a las acusaciones que, hace una década, le lanzaron, primero, el comandante Tacho y, después, el sub Marcos. Los puntos de vista de CCS son interesantes, pero sorprende –en un político de su experiencia- que haya notado que los comandantes zapatistas no podían explicarse por qué los enviados de Gobernación no contaban con todo el poder para la negociación y él, a su vez, no se explique que, a principios del Siglo XXI, el movimiento zapatista tenía al menos tres cabezas con posiciones y seguidores diferenciados: Tacho, el más radical, Moisés, el más conciliador y Marcos, intentando hacer equilibrismo entre ellos.


Finalmente, está el análisis de la situación actual del PRD, su descomposición en facciones, en lucha perpetua por puestos de poder o de burocracia, y alejados de las tareas de organización y de las demandas de la población. Cárdenas entiende que las tribus se desataron sólo después de su dirigencia y, tras desmarcarse del desbarajuste, señala que ese tipo de partido lo que menos hace es discutir el rumbo de la nación y tener un proyecto de país.


Cuauhtémoc reserva sus penúltimas balas para deslindarse de las acusaciones de haber boicoteado la campaña de López Obrador en 2006 (y, de paso, nos recuerda de la capacidad de Elena Poniatowska para insultar a las personas inteligentes del país). Rememora que se opuso activamente al desafuero de AMLO, da cuenta de que no había condiciones para una competencia equitativa por la candidatura del PRD –la maquinaria entera trabajaba a favor de López Obrador-, señala con dolor la presencia destacada de personas que trabajaron activamente en su contra, durante el “salinato” (y uno no puede sino pensar en Manuel Camacho y su grupo, donde también está Marcelo Ebrard), insiste en la negativa del grupo alrededor del tabasqueño a discutir los proyectos de nación (y critica fallas y omisiones en los 20 y los 50 puntos de AMLO, la principal de las cuales, a mi juicio, es su idea de país chiquito y pobre) y culmina con un señalamiento explícito al clima de intolerancia y de linchamiento que generó el lopezobradorismo contra cualquier disidencia, así fuera la más mínima y con una censura sensata a ese delirio que fue el plantón postelectoral.


Las críticas a lo que son y representan los dos precandidatos más visibles del PRD al 2012 pudieron haber sido las últimas balas de Sobre mis Pasos. Pero no. Cárdenas reserva su alegato final a un diagnóstico descarnado del país y a una serie de propuestas, que a lo mejor son insuficientes y tienen un ligero sabor a antiguo, pero que son valiosas por el mero hecho de plantear, así sea a grandes rasgos, un proyecto de nación. Cuauhtémoc seguirá dando lata. Por fortuna, habría que agregar.

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