miércoles, enero 21, 2009

De rescates y reventas: el ejemplo Azteca

Hace unos días escribí: “Las autoridades de Estados Unidos deberán decidir cómo abordar el problema de que una parte de sus instituciones financieras son muertos vivientes (en el papel, sus activos superan a sus pasivos; en la realidad, una parte de sus activos son tóxicos y requieren pasar a manos de un liquidador gubernamental, si es que el banco en cuestión quiere sobrevivir). ¿Absorberá simplemente el gobierno estos activos tóxicos —limpiando gratuitamente a los bancos— o, como sugiere el Nobel Paul Krugman, nacionalizará las instituciones para luego venderlas cuando estén limpias o buscará una tercera vía, a través de la partición de las empresas financieras? Son decisiones políticas delicadas, de las que dependerá la redefinición del sistema de pagos en la economía más grande del mundo."

Creo que el método de saneamiento de Corporación Mexicana de Radio y Televisión –la empresa pública conocida como Imevisión-, como parte del proceso de desincorporación (privatización) de empresas públicas de comunicación puede ayudar a explicarnos un poco más al respecto.

Imevisión era un desastre financiero y de gestión. Como el Estado mexicano nunca supo, bien a bien, si quería hacer televisión pública (para vender programas) o televisión privada (para vender audiencias en un intento por competir con el monopolio que ostentaba Televisa), llevó a cabo una política inconsistente, que dependía de los gustos del nuevo director general (que se sucedían a velocidad de dictadores bolivianos). Se pasaba de intentos de “televisión de calidad” a intentos de “televisión comercial”, con el resultado de que, salvo en limitadas áreas como los deportes, no tenía una audiencia de continuidad y no generaba certidumbre entre los potenciales anunciantes. Al mismo tiempo, se pasaba de etapas con notables transferencias de gobierno a otras, en las que se pretendía que la empresa fuera autosuficiente.

Un mecanismo que se utilizó en todo momento, y que se prestaba mucho a corruptelas, fue la utilización de brokers, es decir de agentes externos a la empresa que producían o compraban un programa e Imevisión lo transmitía, cediendo a cambio una determinada cantidad de tiempo de comercialización, que el broker conseguía por su cuenta. Normalmente esa cantidad era el 40% del tiempo comercializable y los brokers competían de manera abusiva –con tarifas preferenciales- contra la empresa. A menudo la única comercialización en esos programas era la del broker.

Es lógico que en esas condiciones, la inversión fuera escasa. Las cosas llegaron al grado que, cuando se tomó la decisión de privatizar, se transmitía la misma programación en las dos bandas (los dos canales) que Imevisión tenía a su disposición –sin contar el hecho de que buena parte de las antenas de Canal 7 estaban inservibles o derrumbadas.

Cuando Hacienda tomó bajo su control la empresa, la administración –encabezada por Carlos Gutiérrez Jaime- se dedicó a varias cosas simultáneamente. Todos los directores que trabajábamos ahí (yo era Director de Programación) sabíamos de las metas y colaborábamos en estas tareas simultáneas y coordinadas: 1. Modificar la programación para hacerla comercialmente competitiva; 2. Eliminar a los brokers de toda posibilidad de comercializar programas comprados o producidos por la empresa; 3. Analizar cuidadosamente todos los contratos para distinguir cuáles de ellos eran tóxicos –es decir, cuáles obligaban a una relación de broker o tenían consigo grandes pleitos legales; 4. Regularizar, en términos legales, todos los activos “buenos” (es decir, los que se fueran a vender); 5. Pagar, de ser posible con descuento, los adeudos de la empresa con distintos proveedores; 6. Racionalizar la plantilla de trabajadores, que era excesiva.

Pero todas estas medidas tácticas dependían de una decisión estratégica central: Corporación Mexicana de Radio y Televisión no se privatizaría, sino que sus activos se dividirían: una parte –los activos “tóxicos”- pasaría al ente liquidador y la otra –los activos “buenos”- sería vendida a un fideicomiso privado creado ex profeso, y el fideicomiso crearía una nueva figura: la empresa privada Televisión Azteca, que sería subastada al mejor postor, como parte del proceso de desincorporación. Este era el toque de genialidad.

Un día de abril, Corporación Mexicana de Radio y Televisión pasó a ser liquidada; días antes, algunos acreedores –ante la disyuntiva de “buscar su pago cruzando los nueve círculos del infierno de Dante”, como le llegué a decir a alguno- aceptaron pagos castigados (y de inmediato, nos reabrieron el crédito, vendiendo sus productos a precios más accesibles); a otros –a quienes estaban en juicio y a los brokers- se les mandó directamente al infierno liquidador. En la adquisición de varios programas también se pudieron conseguir descuentos, bajo la lógica de que el proveedor estaría activo a la hora de la transición.

Nació Televisión Azteca, con el mismo logo que ahora tiene –aunque en elegante color marrón-, y lo hizo con números negros.

La desintoxicación de los activos de Imevisión tuvo un costo elevado, pero la Secretaría de Hacienda lo entendió como una inversión de mediano, casi de corto plazo. Efectivamente, la televisora del Estado pasó de ser una empresa invendible a venderse 25 por ciento por encima del valor estimado (y varias veces por encima de lo invertido).

En cambio, las empresas que no se desintoxicaron -notablemente, en el paquete de medios, el triste caso de El Nacional, que por (in)decisiones políticas, no se deshizo de sus lastres en Tijuana y Sonora y tampoco de su enorme pasivo laboral contingente- no lograron una puja digna y tuvieron que ser liquidados años después, con altos costos para el erario.

Hay que hacer notar que la desintoxicación, en el caso de Azteca, implicó crear una empresa nueva, implicó un castigo a los detentadores de activos tóxicos –sé al menos de un caso en que el demandante ganó el juicio a Imevisión, pero años después y por una cantidad mucho menor a la que había demandado, porque aquello era transa contra transa- y, sobre todo, implicó un traspaso: un cambio total de administración, sin el cual la nueva empresa hubiera probablemente vuelto a caer en las andadas (aunque no por ello dejo de soñar en lo que pudo haber sido una Televisión Azteca pública, pero manejada con criterios de eficiencia, una televisora capaz de vender el rating de una buena programación: continuidad sin chabacanería).

En otras palabras, creo que la primera opción sobre los bancos estadunidenses –y sobre cualquier otra empresa en problemas de insolvencia, como puede surgir varias en México- es errónea. La limpieza de toxinas financieras y legales es un trabajo caro y complejo, que no tiene porque ser pagado exclusiva ni prioritariamente por el contribuyente. En cambio, las otras dos me parecen muy factibles: nacionalizas para limpiar y luego revender a un nuevo propietario o divides la empresa: el Estado le deja al antiguo dueño una parte relativamente limpia –pero establece una vigilancia estrecha, con base en un programa presentado por la empresa semi-intervenida, para que no se vuelva a contaminar- y trabaja sobre otra parte de la institución, que tiene activos “buenos” y “tóxicos” para revenderla más tarde a un precio razonable. Esta tercera vía me parece particularmente factible para empresas productivas emproblemadas.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Estimado Francisco, permiteme felicitarte por tu blog, me has "enganchado" como lector. Respecto al post acerca de las soluciones sobre empresas con activos toxicos ,la redefinicion del sistema finaciero y las posibles soluciones hay una cosa que no entiendo (aun soy estudiante de ciencias empresariales). ¿Por que ha de re-vender el Estado una vez nacionalizado y saneado el ente? y abusando de tu tiempo ¿por que los entes publicos no se pueden gestionar eficientemente?.Yo, que tb me he atragantado con Keynes,he fruncido el ceño con los monetariastas y padecido magnifico espanto de los caudillos ultraliberales del partido conservador estadounidense y sus teorias; Pregunto, ¿por que ha de volver el bien publico,de propiedad colectiva, a manos de gestores privados cuyo unico obejto es el rendimiento y beneficio propio?, honestamente entenderia esos beneficios con una funcion exclusivamente social y redistributiva a traves del estado y para los ciudadanos, no para un selecto grupo de personas.
Me encantaria poder conocer su opinion al respecto de estas consideraciones que formulo con humildad y conocedor de mi supina ignorancia. Gracias, felicitaciones de nuevo y cordiales saludos desde España
Alexander Altamendi

FBR dijo...

Gracias, Alexander, por los amables comentarios, que no demuestran "supina ignorancia", sino mucho sentido común.
En un mundo ideal, las empresas pùblicas trabajarían eficientemente para beneficio colectivo. Por eso mismo escribí que sigo soñando en una tele pùblica con esas funciones.
En el mundo real, son pocos los casos en que así sucede. Suelen manejarse con criterios poco eficientes, ya sea políticos o de camarilla político-empresarial (lo más comùn es el comportamiento discrecional a favor de determinados proveedores,con costos al erario), cuando no están contaminadas de corrupción rampante que afecta directamente las finanzas de la empresa y obliga a transferencias públicas (esta corrupción suele ser de tipo diferente a la corrupción empresarial, que por obtener más ganancias perjudica a terceros, que suelen ser los clientes o la sociedad entera, vía externalidades).
Te encuentras luego con situaciones como la mexicana, en la que una serie de candados regulatorios para evitar la corrupción -me refiero, en primer lugar, a la contraloría interna- terminan constituyendo un costo casi igual al que se hubiera incurrido con la corrupción misma, no sólo por su costo directo, sino también porque obstaculizan la toma rápida de decisiones.
Mi experiencia en el equipo que vendió Corporación Mexicana de Radio y Televisión fue muy positiva. Un grupo profesional, dedicado honestamente a mejorar la empresa pública y que logró, efímeramente y para propósitos de venta, hacerla rentable. Hay que decir, para acotar el punto, que, durante el proceso, la empresa contó con el apoyo directo y expedito de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (Finanzas), que ayudó a resolver varios cuellos de botella.
En fin, el tema da para mucho.

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Tus comentarios sobre Keynes y los monetaristas me recuerdan un chiste que corría en la Facultad de Economía de la UNAM hace casi 4 décadas.
"La carrera de economía dura cinco años. Los estudiantes de primer año no tienen ni puta idea; en el segundo año, son marxistas; en el tercero, son keynesianos; en el cuarto año, son monetaristas y en el quinto año se dan cuenta de que no tienen ni puta idea".
Así es la dismal science a la que hacía referencia H.L. Mencken.

Juan Francisco dijo...

Hola estimado Francisco, oye te llamas como yo ¡tocayo! Te felicito por este blog y aprovechando me gustaría saber si pudieras ayudarme a resolver unas cuantas cuestiones respecto a Imevisión.
1.Imevisíón oficialmente ¿en qué año deja de llamarse como tal?
2. Aun perteneciendo al gobierno ¿ la empresa ya se llamaba TV Azteca?
3.¿Podrias mas o menos el dia en que Imevisión sale del aire y reinicia operaciones con el nuevo nombre?
4.¿Qué pasó con el material producido por Imevisión, hay alguna forma de poder acceder a el nuevamente?
Saludos.

FBR dijo...

1, No sé exactamente cuándo desapareció el Instituto Mexicano de Televisión,pero sí que cuando Canal 13 ya era Corporación Mexicana de Radio y Televisión seguía usando el logotipo y la "marca" Imevisión.
2. Para efectos de la privatización, se creó un fideicomiso privado, que era propiedad del gobierno, bajo el nombre de Televisión Azteca. En otras palabras, la privatización en sentido estricto fue antes de la venta.
3. A mediados de abril de 1993 (pero no sale casi nada del aire: suspende en medianoche y comienza a las 5 o 6 de la mañana, sólo cambia de nombre).
4. Una parte "los activos buenos" se vendió a TV Azteca; otra, "los activos culturales" se donó a Canal 11 y Canal 22; otra, "los activos malos" (aquellos en los que había litigio) pasó al Fideliq (Fideicomiso Liquidador de Instituciones y Organizaciones Auxiliares de Crédito).
Hay que agregar que una parte del material producido por Imevisión se perdió definitivamente, mucho antes de la privatización. por falta de material. Se grababa sobre el material ya grabado. Ahí se perdió, por ejemplo, todo el programa de Luis Spota.

Juan Francisco dijo...

Wow, muchas gracias, ahora ya me quedó mas claro, espero que la TV cultural en el futuro sea una realidad y no esté amenazada por los intereses de los poderes facticos, espero que el gobierno y la sociead aprendan de los errores cometidos con Imevisión y de una vez por todas la TV cultural llegue a todos los mexicanos ya que es nuestro derecho. Enhorabuena, Francisco, gracias por el blog, muy bueno.