domingo, noviembre 30, 2008
Sueño 59. Tres limbos (30-XI-08)
El avión no aterriza. Pasan horas -algunos pasajeros afirman que son días- y no aterriza.
Poco a poco el pasaje va llegando a la conclusión de que estamos muertos. Pienso en la injusticia de la muerte (hay un bebé con su joven madre) y me pregunto si es real. Me toco el rostro y sí lo siento.
¿Es la muerte esta especie de limbo?
Luego digo en voz alta: "si este limbo es la muerte, entonces lo compartimos sólo con quienes nos morimos, pero ¿y si morimos solos?".
2. Entonces el avión hace una parada. Se sube Paolo Silvestri (ya envejecido) junto con otras personas. Voy hacia él y lo saludo. En cualquier caso, desciendo en la siguiente parada.
Bajé en una ciudad muy extraña, pero que supuestamente conozco. En su plaza central, con edificios tipo europeo, hay un árbol perfecto y frondoso. Es el símbolo de la ciudad.
Camino alejándome del centro junto con Claudio Francia y con Taidita. Una parte de las afueras está en blanco y negro, como que la ciudad se construye y se deconstruye a nuestro paso a partir de nuestra percepción. ¿Estamos muertos? ¿Estamos en un limbo semivivo en el que la realidad es mera construcción de nuestra mente?
Hay unas marquesinas o anuncios a color. Distingo el rojo. Comento que veo cosas en color y cosas en blanco y negro. Taidita me dice que a ella le pasa igual. Pregunto en qué color ven el anuncio que yo veo rojo. Ellos lo ven en blanco y negro.
-Esto quiere decir que la realidad la hacemos nosotros.
Entendemos (Taidita se entusiasma) y la realidad que percibimos respeta los colores, las formas, es fiel y hasta los peces que nadan en el río artificial son perfectos (y rojos).
"Esto es Matrix, no es real", me digo, y entonces la realidad de la Ciudad del Árbol se me presenta descarnada: sólo son estructuras. A lo lejos se aleja, como huyendo, la espalda-estructura de una figura humana sin carne ni sangre. Descubrí el secreto, lo que indica que/
3. Despierto en el avión que está por aterrizar en el Aeropuerto de la Ciudad de México. Bajamos a una zona enrejada desde la cual se tienen que tomar elevadores. Unos pasajeros lo hacen. Otros esperamos el elevador y no llega y no llega, hasta que comprendo que estamos semivivos.
Llega Joaquín López Dóriga y nos dice que nos tenemos que quedar allí encerrados en una parte del aeropuerto (nuestro crimen es no estar vivos del todo), y que además hay condiciones que cumplir, como no fumar (y Taide hace entrega de una arrugada cajetilla). Nos dan una botella de agua a cada uno. Bebo con fruición la mía, pero ¿cómo está eso de que no podemos salir? ¡Y tampoco fumar! Pienso que es necesario huir, que hay más libertad en una cárcel que en este limbo.
Luego me digo: "¿Qué estaba haciendo aquí López Dóriga? Esto es absurdo. Esto es un sueño".
Despierto, ora sí que definitivamente.
miércoles, noviembre 26, 2008
Biopics: Las Tres Gracias
-Pues yo estoy que me lleva la chingada -respondió.
-¿Por qué? –pregunté sorprendido.
-Margherita me cortó –dijo con mucha tristeza-, anda con el tal Iaio.
Me sentí muy mal. Por mi amigo –a pesar de que Margherita no me latía y de que lo quise alivianar con alguna frase de comprensión-, pero también por mi incapacidad para ver con claridad lo que estaba sucediendo a mi alrededor y por la frustración de que ese instante perfecto no lo era. Más de una vez –y supongo que no soy la única persona-, justo cuando sientes que todo se ha acomodado, algo –a veces algo menor, a veces algo trágico- te recuerda que la vida es sinónimo de imperfección.
Pero todo sigue, y pasado ese momento, Jorge, Vadillo y yo –en típico comportamiento masculino- aprovechábamos distintos momentos para joder al pobre de Mapes sobre Amargurita y lo mala onda que era. En una ocasión estábamos jugando dominó –con Vadillo en vez de Daniele sí eran buenas partidas- estuvimos friegue y friéguelo. Alfonso Vadillo era el más ácido: “Ya olvida a
-Pinche Pelos de Máis, ya nos chingó la cuarteta – decretó Vadillo-.
Parte fundamental de esa nueva banda eran tres amigas que habían estudiado DAMS (Arte, Música y Espectáculo) en
Las tres eran mujeres muy interesantes y todas tenían un conocimiento apabullante de la cultura clásica. Alguien (no recuerdo quien) les puso de sobrenombre “Las Tres Gracias”, pensando en los frescos de Pompeya y las pinturas clásicas de Boticelli y Rubens, pero no solamente en ello. Como las de la mitología, Dandi, Betti y Marta siempre estaban juntas, presidían banquetes, danzas y otros placenteros eventos sociales y difundían gozo y amistad entre los mortales. Y, por supuesto, cada una a su manera, eran agraciadas.
La Dandi
La Betti
La Marta
Sin duda, las Tres Gracias hicieron más pasajera nuestra estancia en Módena.
lunes, noviembre 24, 2008
viernes, noviembre 21, 2008
Riccardo Parboni y el señoriaje del dólar
jueves, noviembre 20, 2008
Salvatore Biasco y el fin de una era
¿Cuáles eran las tesis centrales de “La fine di un’era”?
Que el Acuerdo de Bretton Woods que estableció el sistema monetario de posguerra –el llamado patrón oro-dólar- implicaba que Estados Unidos podía tener constantemente un déficit de cuenta corriente que el resto del mundo financiaba –a través de la acumulación de reservas en dólares-, mientras que las demás naciones se veían obligadas a cuidar el equilibrio en su balanza de pagos.
Esto a su vez significaba que, mientras que la economía de EU estaba jalada, esencialmente, por la demanda interna, las demás naciones –particularmente Europa occidental- estaban obligadas a un desarrollo jalado por las exportaciones y, por lo tanto, a abrir sus economías. Biasco decía que el Reino Unido, atado al poder de antaño de la libra esterlina, no decidía qué patrón de desarrollo seguir, y por eso vivió en aquellos años lo que llamaron el stop & go.
Uno de los grandes hallazgos de Biasco fue que la lógica del desarrollo jalado por las exportaciones funcionaba en tanto hubiera desfases en los ciclos económicos nacionales de los países que intercambiaban bienes y servicios. Que la demanda externa en fase alta supliera a la demanda interna en fase baja, y viceversa.
Esto, explicaba, era posible en tanto no se acercaran las economías a la plena utilización de los factores de la producción y, en particular, en tanto no se acercaran al pleno empleo, lo que sucedió en Europa a principios de la década de los sesenta.
Suceden entonces dos cosas simultáneamente: por un lado, la situación de pleno empleo fortalece a los sindicatos, y hace más fuerte su capacidad de presión para mejoras salariales reales y para un cambio en la correlación de poder de las sociedades; por otro, Europa –por decirlo de una manera- ya se sostenía a sí misma, y su gusto por financiar obligatoriamente el déficit estadounidense ya no era tanto. A mediados de la década, De Gaulle exigió a Estados Unidos que cambiara en oro las reservas en dólares que tenía Francia: evidentemente, eso era imposible al precio fijo de 35 dólares la onza establecido en Bretton Woods.
Según Biasco, la reacción política ante la mayor combatividad obrera fue una disminución de las inversiones, que servía para crear el desempleo necesario para hacer manejable el mercado laboral. Pero esto significó que se acabaran los desfases entre naciones comerciantes y se tradujo, sucesivamente, en freno al crecimiento económico y en inflación.
Por otra parte, cuando Nixon, en 1969, ante las presiones europeas declara unilateralmente una devaluación del dólar con respecto al oro, hace el equivalente a una declaratoria de moratoria parcial de deuda. Mi pagaré (el dólar que tienes en tus reservas) ya no vale 100, ahora vale 90. Esto desata el primer capítulo de una larga guerra económico-financiera entre Estados Unidos y Europa, y da pautas –por otra parte- para la elaboración de nuevos instrumentos financieros, como los swaps.
Otro punto central del análisis de Biasco es que, a diferencia de lo que había sucedido en épocas anteriores, esta vez no había una inflación nacional, sino que era resultado de un sistema mundial de relaciones. Decía que ni las modificaciones socio-políticas internas, ni las variaciones en la distribución del ingreso en los países individuales podían explicar el fenómeno. En cualquier caso, mayor conflicto interno significaba mayor pérdida de cohesión del sistema internacional: la lucha por la distribución del ingreso en naciones que se acercan al pleno empleo), crean condiciones que impiden a los países más estables desde el punto de vista político-sindical y monetario (Alemania o Japón), y más competitivos, mantener una influencia preponderante en el sistema mundial de precios.
Señalaba que cuando la politización del mercado es solamente implícita, en realidad los comportamientos económicos derivan de las reglas fijadas por la potencia hegemónica. Lo sucedido a finales de la década de los sesenta significaba que Estados Unidos ya no podía usar un poder disciplinario, ni los otros países lo iban a seguir de manera subalterna.
De ahí que se hiciera necesario entender la secuencia de los flujos de capital: las razones de fondo de la inestabilidad (una obsesión para Biasco), para encontrar una salida al laberinto… y Biasco decía que esa era una obligación para los partidos de la clase obrera, porque de otra forma la derecha encontraría una puertecita, y nos obligaría a todos a entrar por ella, aunque fuera muy estrecha.
En suma, la crisis económica internacional que se vivía en esos tiempos no era vista como producto de una razón única, sino resultado de una compleja red de mecanismos que interactuaban entre sí. Mecanismos de mercado, algunos (como la parte abierta de la economía contagia de inflación a la parte cerrada, por ejemplo); mecanismos financieros, otros; elementos políticos nacionales (los subterfugios para cambiar, o para mantener una determinada distribución del ingreso) y relaciones internacionales de poder (quien financia a quien, por qué y a qué costos).
Biasco tituló su famoso artículo como “El Fin de una Era”. Efectivamente, eran los estertores del Estado de bienestar y las políticas keynesianas. La derecha encontró una puerta, a través del monetarismo y el Consenso de Washington, y la economía volvió a crecer bajo otras condiciones sociales y en otro ambiente financiero (en el que, pese a todo, porque una visión monetarista de la inflación de aquellos años le echaría la culpa de todo el desastre a su endeudamiento de cortísimo plazo, Estados Unidos siguió financiandose a lo grande, permitiéndose déficits gigantescos mientras sus mastines de la ortodoxia exigían ajustes a las demás naciones).
No sé si Biasco siga escribiendo del tema. Publicó en los ochenta Gioco senza regole: l’economia internazionale alla ricerca di un assetto, luego pasó a tareas más políticas. Fue diputado (por el Partido Democrático de Izquierda) en una legislatura en la que Salvati coordinaba al grupo parlamentario (según Claudio Francia, el ojete de Berlusconi les puso un baile), y tuvo mucho que ver con la reforma fiscal de fines del siglo pasado. El caso es que ahora estamos ante el fin de otra era, y no nos vendría nada mal una explicación tan exhaustiva como aquella.
martes, noviembre 18, 2008
Biopics: Materias fundamentales
Cuatro materias resultaron importantes: eran Economía y Política Agraria, con Gianni Mottura, donde revisamos, por una parte, las tesis del “renegado” Kautsky, la vía junker y la vía farmer de la acumulación, así como una serie de artículos sobre la reforma agraria en Italia (que tenía varios puntos en común con la mexicana; entre otras, el uso político) y sus efectos en la economía regional; “Ciencia de
Las otras cuatro materias resultaron fundamentales.
Michele Salvati, el jefe intelectual de ese grupo de jóvenes profesores, daba “Economía Industrial”, y se enfocaba en dos asuntos: los ciclos largos de creación y destrucción de capital –cómo a cada periodo de crecimiento corresponde el auge de ciertas ramas de la producción y cada crisis corresponde a un reacomodo del capital, que sale de estas ramas y pasa a generar otras, que serán las locomotoras del siguiente período de crecimiento- y los cambios en la toma de decisiones de las empresas –el paso de la racionalidad económica abstracta a las distintas razones organizacionales y psicológicas que han ido de la mano con el pasaje de la empresa tradicional a los corporativos modernos-. Y en medio de sus lecciones, Salvati a menudo se salía del tema, pero siempre para decir alguna genialidad políticamente incorrecta que –al final nos dábamos cuenta- efectivamente estaba ligada a los problemas que abordaba.
Massimo Pivetti daba Teoría Económica II. La parte central de su curso era un análisis detallado de
Salvatore Biasco daba Economía Internacional, era tímido y miraba siempre a la ventana durante sus lecciones, que no eran fáciles de seguir (en el fondo, hablaba para sí mismo; era un cuate muy neurótico que ponía seguros a sus sábanas para que no se le movieran durante el sueño, según contaban los compañeros que vivían con él). Pero los temas que tocaba, las lecturas que escogía y la manera aguda con la que trataba el asunto eran deslumbrantes. Con él vimos todo lo relativo al manejo de la balanza de pagos, pero también las relaciones políticas que estaban detrás de los movimientos internacionales de capital, del manejo de las finanzas mundiales y –en particular- el papel de la inflación en todo este enjuague.
La materia “Complementos de Matemáticas para Economistas” tenía relativamente pocas matemáticas. Se llamaba así porque en Italia los catedráticos son dueños de su cátedra, y suele haber sólo una por facultad. El nombre era un eufemismo para “Política Monetaria con Riccardo Parboni”, porque la titular de ese nombre era Maria Antonietta Campus. Parboni era un maestro joven, superneuras, que nos dio una visión filosófica del significado de la moneda en las culturas, nos enseñó una historia de las doctrinas de teoría monetaria –donde destrozaba con virulencia, pero también con precisión de cirujano, el monetarismo, la teoría que se quería proponer como alternativa a la crisis que azotaba el mundo- y también se internó en el grave asunto de las finanzas internacionales, explicando cómo en realidad se trata de un enorme juego de poder.
Si con Pivetti y Salvati entendí las bases del funcionamiento del sistema financiero (de cómo las decisiones de ahorro se convierten en decisiones efectivas de inversión), Biasco y Parboni me dieron muchísimas claves para la comprensión del “sistema-mundo”. Ese año decidí que mis áreas de especialización serían la teoría monetaria, el sistema financiero y la economía internacional.
Ahora que la economía mundial se encuentra en una severa crisis aquellas viejas lecciones vuelven a la mente, y lo hacen de manera machacona. Las tesis de Biasco, pero sobre todo las de Parboni –un genio muerto prematuramente- merecen, al menos, otro capítulo.
martes, noviembre 11, 2008
Biopics: Vadillo y los hippies
En la sala de espera del avión que me llevaría de nuevo a Europa había dos españoles. Una señora muy decente les preguntó, casi asegurándolo, si estaban enojados con México, por la posición del gobierno. Se sorprendió de la respuesta:
-¡Pero señora, cuando España sea una democracia vamos a llenar de tequila todas las fuentes de Madrid!
Eran sindicalistas del PSOE y estuvimos conversando buena parte del viaje.
Al entrar al departamento de Módena me topé con una sorpresa. Estaba ocupado por una comuna de hippies. Eran amigos o conocidos de Margherita –a quien Eduardo le había dejado las llaves- y ella se los había prestado.
Quise poner la mejor de mis caras y de mis actitudes con estos cuates, pero estaban muy lejos de ser los hippies clásicos de las revistas gringas alternativas. Tenían en común con ellos eran la greña, la vestimenta, el gusto por la droga y la costumbre de no bañarse, porque olían a madres. Fuera de eso, eran unos imbéciles absolutos: me hacían preguntas como “Oye, ¿en México no comen carne por razones religiosas?” o afirmaban, muy convencidos: “En
Al segundo día, mientras veía que todos bebían té con leche de la misma escudilla comunitaria de plástico, que dejaban toda babeada, me dije “basta” y los mandé a la chingada. Esa misma noche llegó Alfonso Vadillo a pedir asilo, lo que sirvió para apurarlos. Una pareja de los hippies me pidió que los dejara quedarse otro día, mientras encontraban dónde recalar. Estuvieron toda esa jornada cogiendo en el cuarto de Carreto.
Vadillo era lo contrario a los hippies: estaba muy hecho a la cultura de la izquierda comunista latinoamericana, y se había traído consigo –además de su guitarra- una buena cantidad de casetes con música de protesta. Durante el par de semanas que estuvo en casa me enseñó muchos elementos básicos de cocina –lo que aún hoy le agradezco- y a rasgar en su lira el “rin del angelito”. Nos echamos largas sesiones escuchando a Ángel Parra (había una grabación de él a dueto con Vadillo, y a leguas se notaba quien desafinaba) y otros intérpretes de cuecas, chacareras, milongas y toda esa gama sudamericana. Luego consiguió departamento –se lo rentó un tío de Anna Bernardi-, céntrico, pero chiquito y húmedo, y se fue para allá.
En esos días dos amigas –que yo había conocido a través de Paolo y Anna- nos visitaban cotidianamente por las noches: Adriana Martinelli y Cristina Tazzioli, Kitti. Era evidente que Adriana iba por los huesos de Vadillo; yo nunca supe si Kitti iba tras los míos, o nada más por hacerle compañía a su amiga. En esa duda estaba –viéndome lentooote- cuando Alfonso consiguió su depa. Adriana siguió frecuentándolo. Kitti desapareció (pero me sigo preguntando si fue por mi lentitud).
lunes, noviembre 10, 2008
El caníbal ignorado
Esa improbable coyuntura permitió que Eduardo Cervantes Salgado ni siquiera rozara la esquina de una primera plana en los principales diarios de México. Pero el 6 de noviembre las autoridades lograron acreditar que el sujeto –detenido en abril por matar a mazazos a su propia madre- había asesinado y devorado parcialmente a su novia, Karen Guadalupe González.
En las notas de interiores se destacaba que esto significaba que Karen, cuyo cadáver mutilado apareció en el norte de la ciudad, no había sido asesinada –como se pensó originalmente- por El Caníbal de
Cervantes era discreto, no fue capturado espectacularmente, no llamó la atención más que de algunos especialistas, que descubrieron una similitud entre los cortes hechos a la madre –los pedazos fueron recogidos en el canal del desagüe- y los que recibió la muchacha, que resultó haber sido su ex novia. El único detalle emotivo del caso es que la joven fue identificada por su tatuaje: un corazón roto.
Cuando José Luis Calva Zepeda, El Caníbal de
Cosas que pasan por no escribir poesía.