jueves, diciembre 20, 2007

¿Hacia el Partido Nacional Valemadrista?


Esto de recordar ayuda mucho a la memoria. Entre las primeras palabras que aprendí del particularismo político italiano estuvieron qualunquista y qualunquismo, cuya traducción aproximada al español mexicano es “valemadrista” y “valemadrismo”.
Pero el qualunquismo es una visión más completa del valemadrismo, porque lo ordena, lo desmenuza y lo hace explícito como ideología.
En plena guerra mundial, nació en Italia el semanario L’uomo qualunque (El hombre cualquiera), que se oponía al régimen de partidos y al papel activo del Estado. En lo primero, estaba en la misma onda que el fascismo; en lo segundo, estaba en la posición totalmente opuesta. Lo animaba un abierto repudio a la política y a los políticos.
En 1945, cuando el periódico llega a su máxima expresión (850 mil ejemplares), su director, Guglielmo Giannini denuncia al Presidente del Consejo de Ministros como inepto, y propone un gobierno neutral, encabezado “por un buen contador, que inicie su encargo el 1º de enero, lo deje el 31 de diciembre y no sea reelegible bajo ninguna circunstancia”. Como en Italia hay grilla hasta en la antigrilla, a partir de ahí nacen comités qualunquistas.
Giannini intenta que los núcleos de esta naciente organización política se integren al Partido Liberal, que todavía presidía el gran historiador Benedetto Croce, pero éste se niega. Al final, de la antipolítica nace un partido: el Frente del Hombre Cualquiera.
Los qualunquistas se oponían al papel activo del Estado en la economía, pero también a su connivencia con la gran industria y los sindicatos, estaban en contra de toda limitación a las libertades del individuo y propugnaban por llevar los impuestos al mínimo. Los caracterizaba la desconfianza ante “el gobierno ladrón”, “los empresarios abusivos” y “los sindicatos corruptos”.
Con esta línea, el Fronte dell’Uomo Qualunque -cuyo logotipo aparece al inicio de esta entrada al blog- obtuvo más de un millón de votos en las elecciones para la Asamblea Constituyente de 1946 y se convirtió en el quinto partido más grande. Repudiado por los comunistas, por los democristianos y por la Confindustria (la confederación patronal), está un año en la oposición del gobierno de unidad nacional.
En 1947, cuando Estados Unidos, en el contexto de la naciente guerra fría, presiona a sus aliados de Europa occidental para que excluyan a los partidos comunistas y socialistas de los gobiernos nacionales, la DC invita a los qualunquistas a formar parte de una nueva coalición.
Giannini acepta y, lógica y paradójicamente, es el fin de su partido. Sus adherentes, desilusionados porque la dirigencia se dejó seducir por el poder (se convirtieron en odiados políticos) lo dejan en masa. Algunos de ellos terminan confluyendo en el naciente partido neofascista, el MSI.
El qualunquismo es, pues, una actitud de desconfianza en las instituciones democráticas, de hostilidad hacia la política y los partidos, y de insensibilidad hacia los problemas nacionales y hacia el interés general. Un individualismo llevado al extremo, que normalmente se traduce en opiniones conservadoras y simplistas.
Si uno lee con atención las recientes encuestas de opinión pública en México, encontrará que el valemadrismo, es decir la versión mexicana del qualunquismo, está a la alza. Desconfianza hacia la democracia, los partidos, el gobierno, los sindicatos, los empresarios; desinterés creciente hacia los problemas nacionales (“Me vale madres”) y un pesimismo inveterado respecto al futuro (una parte de los electores “independientes”, la que no suele votar, es mucho más negativa y amargosa que los más pesimistas dentro del PRD).
Ahora que los tres grandes en el Congreso han creado una partidocracia de opereta; ahora que el duopolio televisivo ha enseñado de nuevo su rostro autoritario (ahora que se quitó la máscara demócrata que usó por un rato); ahora que la expectativa es de que 2008 seguirá siendo gris, no me explico por qué no ha aparecido algún derechoso, tal vez pagado por un magnate mediático aspirante a Führer, con la iniciativa del Partido Nacional Valemadrista. De entrada, suena mucho más atractivo que negocitos tipo Partido de la Sociedad Nacionalista.

Sería cuestión nada más de recoger “demandas” sociales que no lo son, sino vitriolo contra “los pinches políticos”. Además, en un principio tendrían el apoyo de López Obrador, con eso de que “al diablo las instituciones”. Después, podrían decir que están contra los monopolios, pero sin estarlo, usar los medios a su disposición y cosechar en la estupidez de los partidos registrados. Más tarde serían aliados incondicionales y necesarios del PAN o del PRI, y el partido podría conservar su registro mediante una nueva adecuación al código electoral.
Negocio redondo.
Pero, afortunadamente para la nación, nuestros nostálgicos del autoritarismo no han sondeado esa posibilidad. O les vale madres.

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