Cuando se incorporó el basquetbol a los Juegos
Olímpicos, en Berlín 1936, la preocupación de todos los equipos era evitar
enfrentarse a Estados Unidos en alguna ronda preliminar, porque era eliminación
segura. Peleaban por la plata. El dominio del equipo de las barras y las
estrellas fue abrumador, a pesar de que jugaba con baloncestistas
universitarios, hasta la polémica final de Munich 1972 ("los tres segundos más largos"). Poco a
poco, el resto del mundo parecía estar alcanzando a Estados Unidos, y prueba de
ello es que perdió la semifinal en Seúl 1988. Para los Juegos siguientes, la
cosa parecía todavía más color de hormiga para los inventores del basquet,
porque Yugoslavia traía un equipo imponente, con Drazen Petrovic, Toni Kukoc y
Vlade Divac, entre otros, que se coronó campeón mundial en 1990.
Entonces vino un gran cambio, con un acuerdo. La
NBA decidió que sus jugadores sí podían participar en los Juegos Olímpicos, y
el COI decidió exactamente lo mismo. Todo ello coincidió en un momento en el
que varios de los mejores basquetbolistas de la historia -unos jóvenes, otros
veteranos- jugaban en la NBA. Era la ocasión propicia para armar la mejor
combinación posible de jugadores en muchas décadas, un equipo de ensueño: el
Dream Team.
Los miembros de esa escuadra eran, casi todos,
superestrellas: los veteranos Magic Johnson y Larry Bird, y
varios que estaban en su momento máximo: Michael Jordan, Scottie Pippen, Karl
Malone, Charles Barkley, Patrick Ewing. Otras estrellas fueron John Stockton,
Chris Mullin, David Robinson y Clyde Drexler. El último jugador fue un
colegial: Christian Laettner.
El equipo se acopló en poco tiempo, jugó como
maquinita y aplastó a todos sus rivales en el Torneo de las Américas,
calificatorio para Barcelona 92. Mientras tanto, el equipo yugoslavo se
pulverizaba en medio de la guerra civil: Croacia y Eslovenia pudieron asistir a
los Olímpicos, pero no el resto de las naciones que formaban la federación
yugoslava. No con bandera. No como equipo. Lo del Dream Team iba a ser un paseo
espectacular.
En la sede olímpica la excitación por ver esa
pléyade de basquetbolistas era tal que los periodistas acreditados podíamos
entrar a cualquier evento deportivo... menos al basquet cuando jugara el equipo
estadunidense. Para eso se requerían permisos especiales. O comprar en reventa
un boleto.
El primer partido olímpico, contra Angola, aunque
fue una paliza, resultó ser el que menos ayudó a la imagen del equipo. Acostumbrados
a jugar con todo, no se medían: hubo un tramendo codazo de Charles Barkley
contra un jugador de Angola. Se empezó a criticar al equipo por su poco
espíritu olímpico.
A partir del siguiente enfrentamiento, los
jugadores estadunidenses fueron más cuidadosos en su juego y en sus
declaraciones. Pasaron por encima de todos sus rivales. anotaron más de 100
puntos en cada juego y ganaron con una abrumadora diferencia promedio de 43.8
puntos por partido. A la postre, Barkley sería el jugador más efectivo del equipo. La final fue contra Croacia, donde los miembros del Dream
Team se encargaron de secar a Tony Kukoc, luego de que los croatas habían
logrado ponerse arriba efímeramente. Estados Unidos ganó 103-70. Fue el partido
más cerrado.
El campeonato legendario del Dream Team ayudó a
promocionar el basquetbol. Los baloncestistas universitarios ya no serían los
representantes de EU en los Juegos Olímpicos. Hubo un tiempo en que los
estadunidenses creyeron que bastaba con presentar un equipo de buenos jugadores
o de estrellas de la NBA para quedarse con el oro, pero la dura realidad les ha
mostrado dos cosas: que el basquetbol ha crecido mucho en el resto del mundo y
que el Dream Team es irrepetible.
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