viernes, junio 22, 2018

Biopics: 1988, numeritos postelectorales

En los días que siguieron a la cita electoral de 1988 se generó una gran tensión política. A toda la oposición –y en realidad, también al PRI y al gobierno- le había quedado claro que la elección se había ensuciado por fraudes diversos (eso, sin contar que había sido un proceso inequitativo de principio a fin, porque así eran las reglas en aquel entonces). Salinas había reconocido “el fin de la época del partido prácticamente único”, pero se decía victorioso y Cárdenas insistía en que él había ganado las elecciones.

El problema que tenían Cárdenas y la izquierda era que no podían demostrar con suficiencia que la votación a favor de Cuauhtémoc era superior a la de Salinas de Gortari. Estaba muy cuesta arriba demostrarlo, cuando los partidos del FDN no tenían en su poder la mayoría de las actas.

El asunto también generó diferencias de criterios entre los simpatizantes de Cárdenas. Había quienes tomaban las palabras del Ingeniero como dogma de fe. Si él decía que había ganado, eso era. Otros queríamos intentar reconstruir, con datos y actas, el proceso y ver qué se podía sacar en claro. En el fondo, unos estaban dispuestos al choque frontal; otros pensábamos en algún tipo de negociación, que diera cuenta del poder real del Frente. Al final, paradójicamente, no fue ni lo uno ni lo otro.

En ese proceso conseguí, a través de Juan Molinar Horcasitas –quien a su vez los había obtenido del PAN- diez floppys en los que venía la información de casi 30 mil casillas.

La información venía como una retahíla de números que había que separar y partir. Rápidamente vi que los números correspondían a entidad, distrito, casilla, partidos en orden de registro, nulos, votos por candidato, padrón de la casilla y número de votantes. Chuy Pérez Cota hizo las particiones y cargamos todo en mi computadora Celeron –con pantalla ámbar porque hipster avant la lettre- que tenía una supermemoria de dos megas.

Con el programa dbase3, armé varios ejercicios estadísticos. Había que ser muy cuidadosos para dar las instrucciones, porque la poderosa máquina tardaba aproximadamente 45 minutos para hacer cada cálculo (y parecía una maravilla, 150 mil sumas y divisiones en menos de una hora). Sobre ellos escribí algunos artículos para el Cuaderno de Nexos (que era una especie de suplemento de última hora de la revista).
El primero, era un ejercicio de desmaquillaje electoral. A partir de la información incompleta de la Comisión Federal Electoral, elaboré tres muestras representativas nacionales, de 300 casillas cada una y les apliqué una “capa limpiadora”, sustituyendo todas las casillas zapato (en las que el PRI obtenía la totalidad de los votos), las casillas que bauticé como ciempiés (porque en la computadora recordaban el viejo juego centipede de Atari, los ceros haciéndola de cuerpos del animalejo), donde el PRI obtenía más del 90% y casillas sospechosas (PRI por encima de 80 por ciento en zona de alta votación opositora) por las casilla numéricamente más cercana y que tuviera resultados verosímiles.

En las tres muestras ganaba Salinas de Gortari, pero con una ventaja muy inferior a la oficial. En la más endeble, basada en el número de votos efectivos por entidad en las elecciones de 1982, la ventaja del priista era estadísticamente insignificante (38.3% a 38.1%).  La segunda se basó en los votos efectivos por entidad en las elecciones de 1988, y la ventaja de Salinas era de dos puntos: 39.5% a 37.5%. La tercera se realizó bajo el método aleatorio simple, y creo que era la que tenía menos sesgo: en ella, Salinas de Gortari ganaba 41.3% a 38.7%.

Había dos hechos en esos números postelectorales: el primero, que el fraude podía haber significado una inflación de 8 o 9 puntos porcentuales para Salinas, y un descenso artificial similar para Cárdenas; el segundo, que aún así, con esa “capa limpiadora”, el candidato del PRI parecía tener más votos que el del FDN.

Publiqué otros dos ejercicios. En uno revisaba en qué estados se acumulaban las casillas sucias –y resultaba que había una correlación con los índices de marginación: el fraude se había hecho en las zonas más pobres, demostrando que, en materia electoral, también había mexicanos de tercera-. En el otro veía el comportamiento electoral en el Distrito Federal, con colonias escogidas: sí había habido un voto de clase. Salvo en las colonias más ricas, priístas, había una correlación directa entre nivel socioeconómico y voto por el PAN y una correlación inversa en el voto por el FDN.

Hubo quien leyó esos datos como argumento para anular la elección. Pero también hubo quien los leyó como justificación de la victoria salinista, porque no repetían el mantra de que Cuauhtémoc había ganado.


Poco tiempo después, apareció el libro Radiografía del Fraude, que firmaba Cuauhtémoc Cárdenas, pero que había sido hecho, casi en su totalidad, por José Barberán, un matemático al servicio del Frente. Barberán demostraba por varias vías la existencia de una manipulación grosera de la votación (su mejor argumento, la sobreabundancia de casillas en las que la votación del PRI terminaba en 0 o en 5), pero su premisa principal, la que “probaba” la victoria de Cárdenas, que debía de haber una distribución normal de los porcentajes por cada candidato, era totalmente errónea. En unas elecciones se podría esperar una distribución normal, unimodal, con forma de Campana de Gauss, si la elección de la casilla fuera aleatoria. No lo es. Cada casilla está en una colonia y comunidad diferente, y no votan igual los habitantes de la colonia Álamos, en la capital, que los del centro de Irapuato, una comunidad rural de Veracruz, un pueblo pequeño de Oaxaca o la colonia Obispado, de Monterrey. Una distribución bimodal es perfectamente posible, y de hecho es lo normal en las democracias.

Afirmar eso, que ya se da como una verdad de a kilo en el México de hoy, era anatema entonces entre algunos de los seguidores de Cárdenas. Al grado que, en la presentación de aquel libro, cuando un analista se atrevió a comentar que el fraude estaba probado, pero no la victoria del candidato del FDN, fue acallado al grito de “¡Cuaúh-te-moc-Cuaúh-te-moc!”.

El caudillismo en la izquierda mexicana estaba por inaugurarse.

        

jueves, junio 14, 2018

1988: Cuando calló (y se cayó) el sistema

El día antes de las elecciones de 1988 varios de los amigos del MAP y anexas hicimos pública nuestra decisión de voto. Ese día apareció, media plana en La Jornada, el desplegado “Un voto por la democracia”, que llamaba a votar por Cuauhtémoc Cárdenas. Entre otros, firmábamos, Julia Carabias, Fallo Cordera, Arnaldo Córdova, Alejandro Encinas, Gilberto Guevara Niebla, Pablo Pascual, Fito Sánchez Rebolledo, Raúl Trejo, Arturo Whaley. Pepe Woldenberg y yo, según recuerda Raúl.
En la urna, el 6 de julio, decidí cruzar el emblema del PPS, de entre los partidos que conformaban el FDN. Descubrí que mi tirria con Heberto Castillo impedía cruzar el logo del PMS con su nombre, a pesar de que ese voto contara para Cuauhtémoc.
En aquellos años no existía el Prep, nada de que los ciudadanos pudieran ver cómo iba la votación. Tampoco había IFE,  pues las elecciones las organizaba la secretaría de Gobernación, encabezada por Manuel Bartlett. En la Comisión Federal Electoral el PRI tenía mayoría absoluta (incluso por encima del gobierno). Si iba a haber un conteo rápido nacional era el que pudiera realizar el PMS, con su centro de cómputo electoral encabezado por Enrique Provencio  y tal vez el PAN tendría algo parecido (pero parece que no).
Lo que sucedió esa noche está en los anales de la historia. Empezaron a llegar los datos del Distrito Federal. Se sabía de antemano que ahí Cárdenas estaría fuerte. Resultó que estaba fortísimo. Los primeros datos de provincia venían de Tula, Hidalgo, y ahí se vio que los votos de los petroleros también se decantaban por Cuauhtémoc. Entonces el sistema de cómputo se calló, luego se cayó y a continuación vino el desbarajuste, porque el líder nacional del PRI, Jorge De la Vega Domínguez declaró el triunfo inobjetable, legal y contundente del Licenciado Carlos Salinas de Gortari, y los partidos y candidatos de oposición no aceptaron ese albazo.
La información iría cayendo después, a cuentagotas. Bartlett escribiría, seis años después, que el proceso “se ajustó a la ley y estuvo legítimamente documentado”. Pero hubo un tiempo largo, de muchos días, en el que no se hizo pública la información de la mitad de las casillas. Bartlett entregó a los partidos, en cintas de computadora, datos de cerca de 30 mil casillas; de las otras 25 mil no se sabría nada hasta mucho después. El contenido de las 30 mil y sobre todo el vacío informativo sobre las otras serían fuente de inestabilidad política, y México ha tenido que pagar por ello, todavía décadas después.

Era evidente, para quien tuviera dos dedos de frente, que había habido una manipulación fraudulenta en aquellas elecciones. Lo que no era evidente es que Cuauhtémoc Cárdenas hubiera tenido más votos que Carlos Salinas de Gortari. Sin embargo, Cuauhtémoc también se proclamó ganador, porque llevaba ventaja en los datos de los partidos del FDN, que habían podido constatarlos en 40 por ciento de las casillas.
En esos días, Enrique Provencio me invitó al centro de cómputo electoral del PSUM para que hiciera un análisis de los datos que tenían hasta ese momento –supongo que pensó en mis experiencias de 1982 y 1985-. Lo que hice fue proyectar esos datos por estado en función del porcentaje de casillas cubiertas por entidad. El resultado era una apretadísima ventaja de Salinas. Supuse que la ventaja sería mayor, en la lógica de que los partidos del FDN eran menos fuertes allí donde no tuvieran representante de casilla. Lo comenté a Provencio, quien me dijo que había hecho un ejercicio parecido con resultados similares, pero que el problema era que algunos de esos datos no provenían de los compañeros del PMS.
Le pregunté si lo habían comentado con Cárdenas. Me dijo que sí, pero que “el Ingeniero no lo quiere creer” porque los datos ya estaban “contaminados”.
El caso era que los resultados completos habían sido escamoteados, que se había generado una gran confusión y que las proclamaciones de victoria en nada favorecían a un ambiente democrático. Las reglas del juego se habían resquebrajado. El sistema (o la mascarada) se había caído. Lo que tenía que venir era una renovación democrática, y no un choque.
Había que intentar, por eso, reconstruir lo que realmente había pasado ese 6 de julio, sin filias y sin fobias. Fue lo que traté de hacer en las semanas siguientes.


viernes, junio 01, 2018

Una lección para Osuna





Mexicanos en GL. Mayo 2018










La noticia del mes para los peloteros mexicanos en Grandes Ligas ha sido la suspensión del estelar Roberto Osuna, quien fuera arrestado y acusado de violencia doméstica. Por ahora está en permiso administrativo, cobrando pero sin jugar, en lo que se define su situación en los juzgados, el 18 de junio. Ligas Mayores se toma en serio este tipo de asuntos, dada cuenta que los deportistas son imagen y ejemplo, y es muy probable que tras la sentencia, Osuna sea suspendido hasta 30 partidos. Del asunto han trascendido pocos detalles, salvo que se trató de violencia física. Con esto, Osuna se perderá más de dos meses de campaña y, en los hechos, le habrá dado al traste. Ahora su carrera será cuesta arriba. Sabemos que el lanzador sinaloense sufre de ataques de ansiedad, y es probable que la agresión haya ocurrido durante uno de ellos. Es difícil, pero estos problemas mentales deben ser controlados constantemente. La suspensión será una lección para que este tipo de actitudes no se repitan. Ojalá y el serpertinero aprenda.  

Por lo demás, sólo contadas excepciones pudieron evitar que mayo del 2018 fuera uno de los peores meses en el desempeño de los peloteros mexicanos en los últimos años.

Aquí el balance del contingente nacional en lo que va del año, ordenado de acuerdo con el desempeño de cada uno en la temporada (como siempre, incluimos a los paisanos que han jugado con México en el Clásico Mundial) 

Christian Villanueva, tras un inicio de campaña arrollador, entró en el slump de bateo más grande que yo le recuerde a un mexicano: 37 turnos sin hit (pensemos que hace unos años el Cochito Cruz se fue de 31-0 y con eso dejó las Ligas Mayores para siempre), lo que le tumbó cien puntos en su porcentaje de bateo. Sin embargo, Christian, tras unos juegos en la banca, contra lanzadores derechos, tuvo un buen retorno en la segunda mitad del mes, disparando vuelacercas al por mayor.  En el mes, .170 de porcentaje, con 7 cuadrangulares y 16 producidas. En el año, .241, 15 cuadrangulares y 35 impulsadas. Va en segundo lugar en jonrones en la Liga Nacional y compite para Novato del año. A cambio, es inconstante en el fildeo: tremendos atrapadones, pero ya una decena de errores.

Héctor Velázquez se perdió diez días por un dolor en la espalda, y regresó al relevo en los Medias Rojas. Tras la lesión, sus relevos no han sido tan largos, por lo que ya no ha estado en posición de quedarse con la victoria en los juegos. El sonorense tuvo marca en mayo de 1-0 y 2.35 de efectividad (carreras limpias permitidas por cada nueve entradas lanzadas): En el año, 5-0, 2.12 y 20 ponches.

Roberto Osuna, el lanzador más joven en llegar a cien salvamentos en las mayores, alcanzó a tener un par de rescates más para los Azulejos de Toronto antes de ser puesto de lado por decisión de las Mayores. Su problema, lo sabemos, no está en la lomita de las responsabilidades, sino en la falta de responsabilidad fuera de ella: lleva marca de 0-0, 9 partidos salvados, 2.93 de PCL y 13 pasados por los strikes.

Víctor Arano empezó el mes en la lista de lesionados y regresó al bull-pen de los Phillies. El veracruzano no ha estado tan filoso como a principios de temporada, pero aún así puede presumir de una efectividad de 2.08 y 19 chocolates. Los rivales le batean apenas para .197

Adrián González se aferró a la titularidad en la primera base con los Mets de Nueva York y, sin ser ya una estrella, ha cumplido con creces las expectativas. El Titán de origen tijuanense bateó en mayo para .289, con 3 jonrones y 7 carreras producidas. Sus números en lo que va del año: .261, 6 cuadrangulares y 25 impulsadas. Su guante y su clase siguen siendo deslumbrantes: no lleva un solo error en el fildeo.  De seguro no será campeón de bateo, pero sí puede ser Guante de Oro.

Fernando Salas, tras un abril maravilloso, ha tenido un mayo trastabillante, como todos los Diamantes de Arizona. El relevista intermedio acumuló derrotas en el mes; le anotaron más de una carrera limpia por inning lanzado. Sus números acumulados: 3 ganados, 4 perdidos, efectividad de 4.55 y 22 ponches.

Joakim Soria. El de Monclova perdió el puesto de cerrador con los Medias Blancas de Chicago, luego de desperdiciar un rescate donde llevaba ventaja de tres carreras. En el mes perdió dos juegos. Lleva récord de 0-2, 4.42 de PCL, 20 chocolates recetados, 4 juegos salvados y dos rescates desperdiciados.

Jorge De la Rosa también cargó con una derrota para los Diamondbacks. En el relevo intermedio, el zurdo regiomontano tuvo un mal mes, con 6.94 de limpias. Su marca del año: 0-2, con 6 holds (ventajas sostenidas en situación de salvamento), 3.79 de PCL  y una decena de ponches.

Vidal Nuño fue llamado al bullpen de las Rayas de Tampa a mediados de mes. Le ha dado para ganar un juego. 1-0, con 3.00 de efectividad.

Giovanny Gallegos ya se tomó su primera tacita de café con los Yanquis en este 2018. Lo llamaron, lanzó dos entradas sin permitir carrera y lo regresaron a AAA.

Sergio Romo ha sido la pieza central en la nueva, y extraña, estrategia del manager de las Rayas de Tampa Bay, Kevin Cash. Lo han puesto a abrir juegos, pero en veste de “cerrador”. A él, que había tenido 588 apariciones en relevo en Grandes Ligas antes de abrir un juego. El propósito, que se enfrente a bateadores derechos por una o dos entradas. Las dos primeras ocasiones estuvo excelente; las dos siguientes, del nabo. En medio, tuvo una oportunidad para hacerse de un salvamento. Sus números del año: un ganado, un perdido, un salvado, 3 rescates desperdiciados, 4 holds, un feo 6.33 de PCL,  y, 28 sopas de pichón a los bateadores rivales.  

Jaime García, acumuló en mayo dos aperturas desastrosas, una ida a la lista de lesionados por una inflamación en el hombro, una salida de calidad y una baja en la confianza. No sale de la rotación de los Azulejos porque toda ella es un desastre. En el año el zurdo tamaulipeco lleva 2 victorias, 3 derrotas, PCL de 5.52 y 43 ponchados.

Luis Cessa, con los Yanquis, pero en la lista de lesionados. Efectividad de 4.50 y 5 pasados por los strikes.

Marco Estrada tuvo una salida de calidad en el mes, pero no la ganó. A cambio, tuvo 6 muy malas, y perdió cuatro de ellas. Al igual que García, sólo la penuria general de la rotación de Toronto lo mantiene en el róster. Lleva marca de 2-6, 5.68 de PCL y 42 chocolates.

Alex Verdugo estuvo un rato en los jardines de los Dodgers, supliendo al lesionado Yasiel Puig. Acumuló  .265 de porcentaje, con una producida.

Daniel Castro, en una situación parecida a la de Verdugo, pero con los Rockies y en sustitución de D.J. LeMahieu, jugando la segunda base, se hizo de los siguientes números: .176 de porcentaje, 1 cuadrangular y 6 impulsadas. La buena noticia para el de Guaymas es que LeMahieu regresó y a él no lo reenviaron a AAA.

Carlos Torres no funcionó en el relevo de los Nacionales de Washington y le dieron las gracias. 6.92 de PCL y 9 ponches.

Miguel González fue pasado a la lista de lesionados de 60 días. El Mariachi regresará a los Medias Blancas, si acaso, después del Juego de Estrellas. Sus impresentables números: 0-3, 12.41 de limpias y sólo 5 ponches.

Yovani Gallardo, ya sin chamba, con 30.86 de PCL y un par de ponchecitos.


Efrén Navarro, un hit en seis turnos, en la tacita de café que se tomó con los Cachorros.