22 de septiembre de 2017
Estoy en el departamento de Lerma 343, donde viví muchos
años. En la sala-comedor se ha acondicionado un estudio de televisión. Allí un
grupo de ingleses y yo vamos a filmar para un programa que se transmitirá en el
Reino Unido. Estoy a cámara:
-Son las 3:15 de la mañana del 22 de septiembre de 2017 en
México. Estoy en una de las zonas afectadas por el terremoto. Aquí a dos
cuadras hay edificios a punto de colapsar. ¿Y saben de qué vamos a hablar?
Vamos a hacerle unas preguntas íntimas a Elizabeth Hurley, como por qué se deja
tan largas las uñas de los pies.
Los ingleses –que son quienes hicieron el guión- me dicen
que me espere. La transmisión será a las 5:15 de la mañana (11:15 en Londres).
Me quedo sentado un rato, luego voy hacia la recámara y ahí están ellos, dos
mujeres y un hombre, debajo de las sábanas. Acaban de coger –la mujer en el
centro tiene enorme cara de satisfacción- y están fumando.
-¡Qué poca madre! –les digo-, usan el cuarto para coger y
encima están fumando. Yo que fumo tanto no lo hago en la cama.
Los ingleses me mandan soberanamente a la chingada.
Entonces me enojo y les digo:
-¡Oritita se me largan!
No me pelan y agarro
a la mujer que está al centro, la cargo en vilo y la aviento por la ventana.
Ahora el departamento está en el segundo piso. Ella cae, se soba un poco, y se
levanta. Tomo al hombre –es más ligero, cosas que pasan en los sueños- y
también lo tiro por la ventana. Cae mal, pero se arrastra hacia la calle.
Entonces entra al cuarto Ricardo De la Peña, muy encabronado
–porque al parecer la tercera mujer es una examante suya-, la levanta y la tira
por la ventana. Pero la mujer es como gato: da vueltas y cae parada. Se levanta
y corre. Aparecen otros dos ingleses, de menor tamaño, y son defenestrados. El
último sí termina malherido en el suelo, pero sus compañeros lo arrastran hacia
la calle.
De la cabina de controles, que está en el lugar de la
cocina, se aparece Macbeth Rangel (¿o será Kike Vázquez?) y comenta que Taide
mi esposa le advirtió de la trampa, a través de un microchip que él tiene
implantado en el cráneo.
Al despertar, recuerdo que Elizabeth Hurley era el Diablo en
la película Bedazzled.
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