jueves, abril 07, 2016

Los sueños de los estadios laberínticos (Biopics)



Cuando vivía yo en Italia con mis hijos y Patricia, mi esposa de entonces, tuve un sueño, que titulé al escribirlo como “El estadio laberíntico”. 

Tenía yo que conseguir lugares para todos en un estadio de beisbol absurdo –pero basado en el Parque del Seguro Social-, en el que era imposible (pero teóricamente posible) ver el campo de juego. Un estadio en el que la gente se sentaba en las escaleras viendo hacia afuera, en el que al subir al segundo piso te encontrabas con galerías, por el que pasaban trajineras en el jardín derecho.
En aquel primer sueño no conseguía yo esos lugares. Pronto lo interpreté como resultado de que no habíamos logrado establecernos en Italia: no teníamos lugar. También me percaté de que en el sueño yo era quien hacía toda la búsqueda, y Patricia no me ayudaba para nada.

De regreso a México, para mi sorpresa, continuaron los sueños de los estadios laberínticos. La mayor parte de las veces eran contrahechuras del Parque del Seguro Social, de tan gratos recuerdos. En otras ocasiones eran de futbol: versiones del Estadio Azteca (con palcos que sólo dejan ver media cancha o butacas que están tan lejos que sólo puedes ver las butacas de enfrente) o del Olímpico Universitario (a veces, lo complicado era entrar al estadio: para llegar había que dar un rodeo que te llevaba a la Facultad de Filosofía y Letras, te metías por la puerta de vestidores y nunca podías salir siquiera a la altura de la cancha; en otra ocasión, había lugar en el estadio, pero el partido se disputaba en el Estadio de Prácticas, que en el sueño era aledaño; en otro sueño más, toda la gente del estadio estaba parada y moviéndose, tratando de encontrar un sitio en que se viera bien el juego).
¿Qué quería decir eso? De nuevo, que no encontraba yo mi lugar, que no tenía el asiento que quería en el juego de la vida, que –de hecho- no tenía asiento alguno, digno de ese nombre.

Tuvieron que pasar varios años para que yo dejara de soñar en estadios laberínticos. Entonces surgió otro, el Estadio Onírico. Es un parque de beisbol en una Ciudad de México inexistente –pero que, de manera tentativa, se encuentra en una suerte de Colonia Narvarte, como el del Seguro Social-. En los sueños, no tengo la intención de ir al beis. Simplemente, el parque de pelota se me presenta ahí, a la mitad del camino, como una tentación irresistible. Voy, compro los boletos –a veces eso es un lío- y entro, ya sea solo o con Taide, mi esposa. Me ha tocado estar detrás de home, en el segundo piso del jardín derecho y a un lado del dugout de tercera base. Los juegos suelen ser emocionantes e incluso me he llegado a quedar con una bola proveniente de un fuerte batazo de foul.
Evidentemente, el Estadio Onírico es la respuesta victoriosa a los estadios laberínticos.

No hay comentarios.: