miércoles, septiembre 26, 2007

Biopics: De gira con Echeverría II

Al día siguiente, bastante crudo, desayunaba junto con Consuelo en el hotel, y se sentó en nuestra mesa Ramón Rodríguez, un cuate joven, ingeniero industrial, que trabajaba en Nafinsa y que estaba en la comitiva por razones que desconocíamos. Le pusimos de mote Nafinsito.
Lo primero que hizo fue preguntarnos:
-¿Cómo le hicieron para venir a la gira? ¿Son amigos de los hijos del Presidente o qué?
Le respondimos la verdad, a como la comprendíamos: que nos habían dado una beca para estudiar Ciencias de la Alimentación.
-No puede ser. Diputados yo conozco que darían las nalgas por venir. Díganme, soy de confianza ¿con quién hicieron contacto para venir?
Estaba de verdad consternado.


Esa mañana visitamos el Deustches Museum, dedicado a la tecnología. Esa vez sí me le pegué a Echeverría, porque a él le daban todas las explicaciones. Comimos en el hotel y me tocó junto a un alemán muy elegante, Herr Koesler. Resultó ser un jefe de seguridad (nuestra comitiva era muy grande, y había que sentar a un alemán junto a cada mexicano) y hablamos en inglés sobre la revaluación del marco. La conversación pasó a la historia de Alemania y Koesler opinó que Hitler había sido un gran líder, muy querido por su pueblo, pero que fue una lástima que se volviera loco y se lanzara a la guerra.

A medio café, nos sacaron de la comida porque el camión partía para Salzburgo, un trayecto breve, junto a bosques nevados, y un cruce automático de fronteras.
En Salzburgo nos alojamos en el Hotel Winckler, ora sí con baño. Notamos que también acá habían bajado todas las maletas, incluso las que habíamos etiquetado para que descendieran sólo en Italia. Esto quiere decir que, junto al baúl presidencial con su banda tricolor, estaban las cajas de cartón de Ariel que trajo Mapes, retacadas de libros. Era una imagen algo surrealista encontrarlas ahí, en el lobby del lujoso hotel.
Salimos a dar una vuelta y –a diferencia de Munich, que parecía una ciudad reconstruida- se nos presentó, en toda su magnificencia, el Viejo Mundo, el Soñado Viejo Mundo. Una ciudad blanca, con castillos, catedrales, callejuelas, palacios, un río helado que la cruza, y una carga histórica que se siente en las membranas. Viejo, viejo mundo occidental.
Tengo todavía en la mente y en el alma esa imagen de Salzburgo imponente, y la pléyade de sensaciones, todas agradables, que sentí en el momento de descubrir que sí, Europa iba a ser otra cosa.
De ahí, a cenar venado tierno en el hotel (el Estado paga) y a dormir placenteramente.


Era temprano cuando me despertaron los del EMP, apurándome para que me uniera al grupo de la Comitiva Especial (es decir, de los gorrones que no teníamos nada que hacer en la gira) al que le habían arreglado un tour por Salzburgo. Cuando llegué, la guía dijo en inglés que ya nada más faltaba la presencia de Mister General, es decir de Jesús Castañeda Gutiérrez, jefe del Estado Mayor Presidencial, pero no era cierto porque en ese momento, por un balcón del Hotel Winckler salió en calzones Arnoldo Ochoa, con el grito de ¡No me dejen! Cinco minutos después llega al camión, peinándose, y el Capitán Salinas lo regaña: “¿Qué es eso de salir al balcón en paños menores? ¡Y con este frío!”. Llegó el General Mi General y partió el camión. Recorrió exactamente tres cuadras y nos bajamos frente a un castillo. Allí empezó la guía, que era una anciana, a dar una explicación detallada en un rollo que se presentía aburridísimo; de repente, se dio la vuelta y se metió al castillo; quienes estábamos hasta adelante nos quedamos atrás y el Capitán Salinas, quien cubría la retaguardia, se quedó al frente y tuvo que ser el primero en entrar. Eduardo y yo aprovechamos para hacer mutis.
Regresamos al hotel a desayunar, y nos encontramos al Nafinsito y a Manuel Peyró, director de una secundaria técnica de Durango, quienes insistían en que les trajeran chiles o de perdida salsa tabasco para aderezar sus huevos fritos.
Luego, Eduardo y yo nos dimos una larga vuelta por Salzburgo, por la libre. A eso de la una de la tarde nos metimos en una iglesia antiquísima –del siglo XIII- y nos reencontramos con el tour, que estaba de lo más diezmado. Sólo quedaban la ruquita guía, el rector Soberón, Herstl –director del IPN-, Salustio Salgado, líder de los trabajadores telefonistas y del Congreso del Trabajo y el estudiante Vicente Villamar. A Salustio de veras hay que admirarlo, porque no sabe ni papa de inglés y se aventó el tour enterito. Nos unimos al grupo para visitar el panteón y la catacumba de San Ruperto. Luego nos fuimos a comer, llevándonos a Villamar ante la desesperación de la guía.

Luego de comer, me eché un sueñito y bajé al cuarto de Consuelo a platicar con ella. Sucede que el Licenciado Porfirio Muñoz Ledo la había estado invitando insistentemente a “ir a echarnos una copita”. Nomás de choteo le dije que fuera, porque Porfirio es presidenciable y el INPI (Instituto Nacional de Protección a la Infancia) es una chamba muy halagadora. Consuelo insistió en que jamás iba a aceptar NADA de ese “viejo verde”, lo cual me pareció, je je, de muy mal gusto.
Bajé al hall, donde unas diez personas se encontraban alrededor del Licenciado Gonzalo Martínez Corbalá, ex embajador de México en Chile, quien contaba detalles del golpe y de su actuación al frente de la representación mexicana. Sostiene –a pesar de las fotos del Time en donde aparece Allende armado con metralleta, casco en la cabeza, el día del golpe- que Allende se suicidó.
Luego llegó Hernando Pacheco emocionadísimo por la “vehemente, revolucionaria y paradigmática” actitud del presidente Echeverría en el Club de Roma, ya que había cambiado radicalmente los lineamientos “salvamundos” abstractos y llegado a problemas concretos. Leímos el discurso mimeografiado y los primeros en criticarlo de “excesivamente idealista porque de hecho no resuelve nada” fueron los hijos de Echeverría, encabezados por Álvaro, quien parece ser gente muy seria. Cuando se retiró Pacheco, Álvaro lo tildó de “lambiscón”.

Cenamos en el hotel, junto con Rodolfo Echeverría. Nos preguntó, pidiéndonos que fuéramos sinceros, qué se opinaba de su padre en la UNAM. Le respondimos, más o menos, que se le veía como un reformista amarrado por las presiones del sistema, que su política exterior era decente, que en lo económico tendía a beneficiar a los campesinos y perjudicar a los obreros y que en lo político la apertura era insuficiente porque todavía había represión. Nos comentó que a su padre le hubiera gustado ir a CU. Entonces Antonio Mártir le dijo que en la UNAM había todo tipo de gente, incluso quienes pensaban, erróneamente, que matando a Echeverría se resolverían los problemas del país. Rodolfo hizo una mueca de desagrado.
-Yo nomás te estoy diciendo que hay gente loca –se justificó Mártir.
De ahí, nos fuimos a un bar cercano a tomar cervezas. Rodolfo nos confesó que se sentía muy incómodo en México entre tantos guaruras, que sabía que tenía demasiados amigos por conveniencia y pocos de corazón. Nos dijo que lo mismo sucedía con su padre, a quien “acabarán acuchillando por la espalda”. Hasta nos insinuó la posibilidad de que tramaran un golpe de Estado en su contra. Habló de su familia, de que ellos no eran “Rodolfito”, “Alvarito” o “Pablito” y al final nos pidió que le contáramos “chistes de Echeverría” –pero que a sus hermanos no, que se sienten mal, ni de su mamá, porque él la respeta mucho-. Le encantó el chiste del Quijote y Somoza, que no se sabía y nos dijo que se lo iba a contar al “jefe”. Convinimos en que los chistes sobre la estupidez presidencial parecían tener el mismo origen que los rumores delirantes que estaban de moda (el estrangulador de muchachas en los baños; los médicos “cubanos” que en vez de vacunar, esterilizaban a las niñas). Provenían –dijimos entonces- de la “derecha fascista”, ese “Estado Mayor de la burguesía” de los manuales leninistas. Por supuesto, la intención de la “derecha fascista” era acabar con la apertura echeverriísta e imponer la línea dura en el país. Era, según nosotros, parte de la estrategia que había armado el Grupo Monterrey –cabeza visible del capital financiero- en su cumbre de Chipinque, luego del asesinato de Garza Sada por parte de la Liga Comunista 23 de Septiembre. Aclaramos que eso no significaba que estuviéramos de acuerdo con la dicotomía de Fernando Benitez: “Echeverría o el fascismo”, porque era como blindar al Presidente de toda crítica.
Al final nos dedicamos a cotorrearnos a Castañares, quien con un vinito y dos chelas ya decía haberse emborrachado.

martes, septiembre 25, 2007

Biopics: De gira con Echeverría I

(A lo largo de 15 meses envíe a mi familia 14 cartas en las que, como pilón, iba describiendo el día a día de aquella famosa gira. Cuando cite alguna carta, usaré el color violeta).

El día anunciado llegó, mi papá puso la calcomanía especial en el parabrisas del auto y llegamos hasta el Hangar Presidencial, puntualísimos: a las tres de la tarde. Miembros del Estado Mayor bajan las maletas y las llevan. Subo por la escalerilla trasera, busco mi asiento. Me toca de corredor, junto a Consuelo Ceceña. Al poco rato llega Antonio Mártir, quien ocupa el de la ventanilla. A mi lado, Castañares, Ríos y un asiento que dice “Eduardo Mapes”. Atrás de mí va Carreto con dos jóvenes priístas. Me doy cuenta de que la distribución de los asientos es jerárquica. En la parte delantera van el Presidente y los Secretarios de Estado, de ahí vamos descendiendo hasta llegar a donde estamos nosotros, que es casi a la cola. Un par de filas detrás se acomodan los miembros del EMP, que son bastantes.
Son las tres y media y el avión está casi lleno. Mapes todavía no llega. El presidente Echeverría hace su arribo al hangar y recibe los honores protocolarios. Y Mapes no llega. Se interpreta el Himno Nacional. Echeverría hace los saludos y se enfila a la escalerilla delantera. En ese momento, vemos por la ventana a Mapes corriendo, cargando un portatrajes en una mano y una caja de cartón en la otra. Junto a él, van miembros del EMP con el restro de su equipaje. Echeverría recorre el avión para saludar a los integrantes de la gira. Cuando llega adonde estamos, Mapes está todavía recuperando la respiración. La aeronave parte puntualmente a las cuatro.

A las pocas horas de vuelo, llegamos a Nueva York, donde nos fundieron por un par de horas en un cuarto grande, con calefacción excesiva y máquinas para comprar helados. Allí, Eduardo y yo entablamos plática con Francisco Javier Alejo, director del Fondo de Cultura Económica. Nos dijo que se estaba preparando una nueva traducción de El Capital. Se acercaron a saludar al grupo Julio Faesler, director del Instituto Mexicano de Comercio Exterior (IMCE), Porfirio Muñoz Ledo, Secretario del Trabajo y Fidel Herrera Beltrán “veracruzano, negro y birijudo (flaco en el léxico familiar), de unos 25 años, diputado federal y líder de las juventudes del PRI, muy preparado también”. La conversación se desvió hacia las virtudes de la educación inglesa.
Al rato, Eduardo me aparta y me comenta: Si así recibieron los gringos a Echeverría, ¿cómo recibirán al presidente de Uganda o de Ruanda-Urundi?
-Apiñan a la comitiva en el excusado
–respondí.
Mientras el presidente se interesaba en el mecanismo de las maquinitas para cigarros o dulces, la “escala técnica” llegó a su fin. En la escalinata, “Hernando Pacheco” (más tarde conocido como Enrique Ruiz García y posteriormente como Juan María Alponte), asesor del Presidente en asuntos internacionales, nos detuvo y dijo:
“Traje conmigo dos muchachos de ciencias políticas, donde doy clase. Son muchachos muy aventajados, con una posición marxista, crítica. Sería bueno que hablaran con ellos”.

Luego de un rato, en la parte trasera del avión casi todos dormían. Italia Morayta, la traductora oficial, se mataba pasando un discurso de Echeverría al inglés, Rodolfo Echeverría, hijo del Presidente, y los sobrexcitados “becarios de Conasupo” éramos la excepción. En algún momento, Eduardo y yo tocamos el tema de la revolución cubana, y eso lo aprovechó Rodolfo para entrar en la conversación. Él había estado en Cuba, en los festejos del XV Aniversario, había platicado con Dorticós y con Fidel, y aquello le parecía un experimento social muy interesante. Seguimos la plática primero con cautela, luego más abiertamente. Fue una agradable sorpresa.
En esos momentos llegó Arnoldo Ochoa a presentarse ante nosotros. Es un tipo simpático, pero de apariencia más bien repulsiva. Es el líder del Frente Estudiantil Mexicano (FEM)
. Nos empezó a hablar de su organización, a la que describió como “el movimiento estudiantil” y de sus conquistas: más presupuesto para San Luis Potosí, laboratorios para Nayarit…
Eduardo, muy quitado de la pena, le responde: -Esas son luchas puramente economicistas.
Ochoa se enardece y explica que son conquistas efectivas, para estudiantes, y que son muestra de que la apertura democrática del Señor Presidente es verdadera. Empiezo a dormitar mientras escucho palabras como “plusvalía absoluta, plusvalía relativa” de una plática entre Carreto y Rodolfo Echeverría. Alcanzo a meterme, y decirle al primero que es “medio dogmático” y al segundo que cree todavía en la organización desde arriba.

Nos despiertan, desayunamos y aterrizamos en Munich, donde son las 4 de la tarde.
Quién sabe por qué, pero esperábamos ver una valla de niños sacados de las escuelas ondeando banderitas de México y Alemania; otra de burócratas sacados de sus oficinas. Pero nada. Indiferencia total en un día frío y gris. Castañares, a mi lado en el camión, se mostraba impresionado por el desarrollo alemán.
Para mi sorpresa, el cuarto que me tocó en Munich tenía lavabo, pero no baño. Un maletero sudaba y sudaba subiendo las maletas a cada cuarto. El Capitán Salinas, del Estado Mayor Presidencial, lo apuraba con groserías en español. Los dos, con los nervios hechos trizas.
Teníamos unas horas libres y salimos a dar una vuelta. Apenas traspasamos el umbral del hotel, Mapes sentenció:
-Es un mundo ya cansado.
Supuse, en ese momento, que a él también le había sorprendido no ver la valla de escolares agitando banderitas (como él y yo lo hicimos, años atrás, cuando De Gaulle vino a México). El rol fue leve y Ríos nada más se fijaba en los precios.
Regresamos al hotel para ir, con la comitiva, a la Pinacoteca de Munich. Fuimos todos caminando, entre flashazos de fotógrafos mexicanos, Castañares se posicionó rápidamente junto a Echeverría.

Subimos a la galería de la Pinacoteca por una escalinata de mármol magnífica, pero Echeverría visitó el lugar con una velocidad sólo comparable a la del famoso Jimmy Jonson, turista gringo que recorrió el Louvre en 8 minutos con 42 segundos. Como ocho personas nos quedamos rezagados: los de Economía, Javier Alejo y Juan José Bremer, secretario particular del Presidente. Los lambiscones, en tanto, rodeaban a Echeverría como abejas en panal.
Esta pinacoteca es una verdadera maravilla, con obras de Velázquez, El Greco, Rembrandt, Rubens, el gran Alberto Durero, El Bosco, etc, y es para visitarse en horas. Pronto la Comitiva se perdió de vista y nosotros seguimos recorriendo los salones para nosotros solitos. De pronto notamos que, luego de que acabábamos un salón, apagaban la luz. Cuando todavía nos faltaba la tercera parte por recorrer –y eso que íbamos de prisa- nos mandaron llamar los militares asistentes del Presidente, porque éste ya se había ido y el camión nos estaba esperando para ir al hotel a cambiarnos.

Ya vestidos de oscuro, tomamos una copa con Rodolfo Echeverría y esperamos al camión. Estaba yo en animada plática con Consuelo, cuando me muevo hacia atrás y mi espalda choca con alguien. Ese alguien era el licenciado Echeverría. Era apenas la primera de múltiples torpezas que cometí, siempre haciendo el oso con el preciso.

El ayuntamiento de Munich ofrecía una cena bávara al Presidente de México. Fue en un lugar típico, con música típica, platos típicos, bailes típicos y harta cerveza típica. Nos tocó en una esquinita, como iba a ser durante toda la gira. Lo que me extrañó fue que al diputado Fidel Herrera y a los líderes del FEM y de Derecho los hayan hecho sentar casi en la entrada de la cocina.
Echeverría mandó llamar a Consuelo y la sentó en la mesa principal. Era la única mujer de la comitiva. El ambiente se puso muy bueno, al grado que vi tomar cerveza al Presidente, que tenía fama de abstemio.
Después de la comilona, todavía sirvieron un buffet, al que sólo le llegó Vicente Villamar, uno de los estudiantes que invitó Hernando Pacheco. Durante la comida, nos sentamos junto con el otro muchacho de Políticas, Julio Figueroa, un morenito muy parecido a Juárez. Nos platicó que estaba haciendo su tesis sobre sexo, política y economía, basado en las teorías de Wilhelm Reich (“un santo laico”) y su libro La Función del Orgasmo. Sin duda, la comitiva daba para todo.

Acabada la noche bávara (que más tarde sería recordada como “noche bárbara”), subimos al camión, con tremendo tufo alcohólico.
Junto a Carreto y a mí se sentó un político de oposición muy conocido, quien nos dijo con voz aguardentosa:
-Muchachos… ¿Saben ustedes quién soy yo?
Sí sabíamos, pero nos hicimos pendejos.
-No señor, ¿quién es usted?
El tipo se puso un dedo sobre los labios y susurró, mientras su espalda y su cabeza descendían hasta casi tocar el piso:
-Shhhhhh. Soy José Angel Conchello, de Acción Nacional.
-Ah, mucho gusto.
-Los invito a que la sigamos en la cantina donde Hitler fundó el Partido Nazi.
-No, muchas gracias, ya estamos muy pedos.
Esa fue la única vez que Conchello nos dirigió la palabra durante la gira. A su regreso declararía que Echeverría mandó becado a Europa a un grupo de greñudos comunistas impreparados.

Discrepo de lo último y, sobre lo primero, he de decir que me fui a cortar el pelo antes de la gira, con la firme intención de no volver a cortármelo en años.

Vampiros en La Habana


Revela el presidente venezolano Hugo Chávez -convertido en vocero oficioso del régimen cubano- que Fidel Castro estuvo a punto de morir y que le han hecho muchas transfusiones de sangre.

Pasa por la televisión una pequeña parte de la entrevista que le hicieron a Fidel para la TV cubana. Reconozco en el comandante exactamente los mismos síntomas que tenía mi mamá cuando salió de sus infartos cerebrales. Severa dificultad en el habla, dislalia. Identifico la idéntica dificultad para encontrar el hilo del pensamiento, el mismo enojo frustrado cuando no se halla la palabra que antes fluía graciosa, incluso las mismísimas muecas.

Imagino que los bancos de sangre de la isla están muy ocupados en cubrir la cuota revolucionaria de litros de hemoglobina, plaquetas y oxígeno que requiere el comandante.

Cada pocos días, el cuerpo de Fidel es llenado con sangre fresca de jóvenes donantes cubanos; a las pocas horas, esa sangre se empieza a contaminar con los demás órganos del líder, hasta que se hace inservible, hay que tirarla y transfundir sangre nueva. Se repite el ciclo: la sangre fluye cotidianamente y Fidel, a penas, se mantiene con vida.

Cuenta la leyenda moderna -y la película que da nombre a esta entrada- que en La Habana tienen la fórmula para que los vampiros puedan andar tranquilos durante el día, al pleno sol tropical. A lo mejor no es sólo una leyenda.

miércoles, septiembre 19, 2007

Biopics: Una oferta que no podía rechazar

Una tarde, a principios de 1974, Eduardo Mapes me cambió la vida. El y yo nos fuimos a tomar un café al Hicks, que era un restorancito en la calle de Copilco, junto a Ciudad Universitaria. Allí me dijo que a Consuelo Ceceña, nuestra amiga e hija del director de la escuela, le iban a dar una beca para estudiar Ciencias de la Alimentación en Italia y que lo había invitado, porque iban a ir varios. Entonces Eduardo, de sopetón, me preguntó: “¿Cómo la ves si tú también te vienes a Italia?”.

Eran demasiadas noticias, y una oferta que no podía rechazar, pero acerté a darme el lujo de una efímera duda.

-¿Pero Ciencias de la Alimentación? ¿Qué es eso?

-Vale madre, hazme la balona. Ya luego vemos que hacemos. ¿Te imaginas en San Siro en un partido entre el Internazionale y el Milán?

Todavía tengo en la mente la imagen que se me plasmó. Yo, parado, bien abrigado, en las gradas del estadio viendo, luminosas, las playeras de los jugadores que se mueven en la grama.

-Pues va. A güevo –dije con tamaña sonrisa.

Regresé a casa sintiendo un halo de irrealidad.

Las cosas se precipitaron con rapidez. Consuelo incluyó en el grupo a Jorge Castañares (“uno que sí estudia”), el maestro Ceceña habló con nosotros y nos envió a las oficinas de la Conasupo, donde su titular, Jorge De la Vega Domínguez, nos daría instrucciones. De la Vega se echó un rollo abstracto sobre alimentación y economía y nos avisó que saldríamos a Europa formando parte de la gira presidencial, el primero de febrero. Es decir, como en quince días.

Yo seguía preocupado por lo de alimentación (nunca he entendido cómo funcionan las enzimas), y creo que los demás también. Un maestro, Adrián Lajous, se ofreció amablemente a que fuéramos a su casa y desde allá telefoneáramos a Edmundo Flores, quien se desempeñaba como embajador de México ante la FAO (en aquella época, llamar a Europa costaba un ojo de la cara y Lajous nos alivianó bastante).

Flores dijo que, efectivamente, el Señor Presidente le había llamado para avisarle que iba a enviar a unos jóvenes a estudiar ciencias de la alimentación, que de seguro las mejores escuelas estaban en Italia porque era sede de la FAO y que averiguara. Flores averiguó y, según nos contó, la conversación transcurrió así:

Flores: -Señor Presidente, no existe la carrera de Ciencias de la Alimentación en Italia.

Echeverría, impertérrito: -Pues yo le voy a enviar unos jóvenes para que estudien Ciencias de la Alimentación en Italia.

Flores, sensato: -Lo que usted diga, Señor Presidente.

El Doctor Flores concluyó diciéndonos: “Vénganse a estudiar economía, les va a resultar más provechoso que en la UNAM”.

Lajous puso la cereza recomendándonos ampliamente la Universidad de Módena que, según él, era “como ir a Cambridge, pero más barato”. También nos dio un consejo básico: “Interésense en la política, pero no se metan. Una vez fue Harold Wilson a Cambridge y lo agarramos a huevazos; el único huevo que atinó fue el que lancé yo: me volví muy popular entre los estudiantes, pero estaba muerto de miedo de que me expulsaran del país”.

Varios cuates se interesaron en sumarse a la aventura italiana. Quien lo consiguió fue Jorge Carreto. El director Ceceña obtuvo otra beca, para un cuate ya recibido, Antonio Mártir, y logró para Carreto y para otro muchacho, de apellido Ríos, un lugar en la gira presidencial. Nos exhortó a que, ya en Italia, le sugiriéramos al presidente Echeverría que también incluyera a Jorge entre los becados.

Hubo nueva visita a la Conasupo, donde De la Vega repitió su discurso, agregando que la misión de Carreto y Ríos, a su regreso, era contarle los pormenores de la gira a la que desgraciadamente no iba a poder asistir por su enorme carga de trabajo. Nos dio los itinerarios del viaje, unas calcomanías para pegar en nuestras maletas e instruyó a su secretario a que nos diera cinco mil pesos a cada uno, para que nos compráramos el smoking que íbamos a necesitar para las cenas de gala. Yo los usé para comprarme un traje gris y hacerme un guardadito para el viaje. Nadie compró el smoking.

En los últimos días antes de nuestra partida hubo algunas fiestas, en las que los camaradas nos aseguraban que nos volveríamos “delavolpianos” (por Galvano Della Volpe, un filósofo marxista que ellos tampoco habían leído –desconocíamos a Gramsci por completo-) y las compañeras eran más cariñosas.

Nos vuelve a llamar De la Vega, pidiendo que vayamos de traje y con nuestros pasaportes. Un chofer de Conasupo nos lleva a Los Pinos. Ahí saludo por primera vez a Echeverría, me doy cuenta de que es de mi estatura y que yo me lo imaginaba muy alto (cosas de la propaganda). Ahí estamos todos los que vamos a la gira que se desarrollará en Alemania, Italia, Austria y Yugoslavia. Veo muchas caras conocidas de los noticieros y los periódicos. Nos explican de qué se trata la gira y los horarios que tenemos que seguir. Luego nos pasan una película promocional del anterior viaje internacional del Señor Presidente.

Castañares ha estado preocupado porque no hizo el servicio militar y, según las leyes, no puede salir del país. La gente del Estado Mayor lo tranquiliza: al día siguiente, el escollo ha sido superado.

31 de enero. Ya están las maletas hechas, la ansiedad me devora. Vemos 24 Horas. Ahí Jacobo Zabludovsky da una nota importante: la lista completa de quienes forman parte de la gira presidencial a Europa. Aparecemos los becados de Conasupo. A Carreto y a Ríos los describe como “líderes estudiantiles de la Escuela Nacional de Economía de la UNAM”. En ese momento me doy cuenta de que Jorge ha quemado las naves: si regresa, la Asamblea lo va a linchar.

martes, septiembre 04, 2007

Sé un líder, Aznar te dice cómo.

José María Aznar impartirá clases universitarias y de postgrado en la Cátedra "Ciudadanía, Liderazgo y Desarrollo" del Instituto Tecnológico de Monterrey, después de aceptar la invitación que le había formulado esta institución.

Eso me recuerda la inolvidable frase de Alain de Remes: "¡Cuánto daño le ha hecho el Tec de Monterrey a este país!".

Los que se mueren de risa son los españoles, y eso que no toman en cuenta que aquí no pronunciamos la zeta, por lo que Asnar y el Tec van perfectamente de la mano.

Aquí algunos comentarios sobre la noticia en la página web de El País:

"Para él, liderazgo es mirar como si uno estuviera siempre cabreado, mesarse el bigote como si estuviera pensando o quitarse las gafas y volvérselas a poner como si hiciera una profunda reflexión, a parte de discursos que no valen para nada, que no dicen nada y que lo que son son palabras huecas sin sentido. Todos recordamos la estupidez de "No creo que los terroristas estén en montañas o desiertos muy lejanos" o su mezquindad cuando decía "¿Quién te ha dicho que quiero que conduzcas por mi?" mofándose de miles de víctimas de accidentes de tráfico o el "Nadie sabía que no había armas de destrucción masiva, y yo también lo se, ahora." Para Aznar, el liderazgo es no admitir errores, mentir y aparentar, nada más." Carlos

"¿¿Cátedra de... liderazgo?? ¿¿¿Pero qué demonios enseñan en esa universidad??? ¿En qué carrera se estudian esas chorradas?" Yomisma

"Qué vergüenza que esta institución de educación superior reciba a este tipo de escoria, quinientos años después la derecha mexicana sigue intercambiando oro por espejitos. Dios los hace y ellos se juntan. Desde acá promoveremos que se lleven a Vicente Fox a dictar algunas cátedras para que vean lo que se siente." Vengador

"Pues tios y tias yo estoy supercontenta, o sea, un profe que fue presidente tiene que dar una clases superinteresantes. Le voy a decir a papuchi que yo quiero ir a la uni y que me den un título de magalider. Es divino. Jopelines, un presi y seguro que está buenísimo y es elegante. Como mola, tios." Carmen T.C.

Reapariciones al por mayor

Loaiza, ahora con los Dodgers

Mexicanos en GL. Agosto

Dice el clásico que esto no se acaba hasta que se acaba. Lo más notorio de la actuación de los mexicanos en Grandes Ligas durante agosto fue que muchos peloteros que estaban fuera de los rosters regresaron a los diamantes de la gran carpa y, como dato curioso, muchos lo hicieron con equipos diferentes. Esteban Loaiza por fin salió de la lista de lesionados, tuvo dos aperturas con los Atléticos y fue traspasado a los Dodgers; Jorge Cantú reapareció, pero en la Nacional, con la franela de los Rojos de Cincinnatti; a Elmer Dessens los Cerveceros lo dejaron ir, pero de inmediato nuestros amigos, los Rockies de Colorado, le dieron un puesto en su rotación y, para que la cosa quedara clara, hasta Gerónimo Gil tuvo un breve periplo, tras una buena campaña en la Liga Mexicana.

Aquí su seguimiento, siempre de acuerdo con el desempeño acumulado en la temporada:

Adrián González. La paciencia rindió frutos y el bate de Adrián estuvo muy caliente durante agosto. Como es su costumbre, inició mejorando su porcentaje, chocando la bola. Posteriormente vino el poder. El inicialista de los Padres San Diego bateó en el mes para .321, con 7 cuadrangulares y 14 impulsadas, para terminar con .280, 23 jonrones, 78 producidas y una majagua todavía humeante en los primeros días de septiembre.

Oliver Pérez. El zurdo de Culiacán no tuvo un mes magnífico. Sólo dos de sus seis salidas fueron de calidad (en una de ellas salió victorioso de gran duelo con Brad Penny) y su porcentaje de carreras limpias fue de 5.19, debido principalmente al exceso de pasaportes que otorgó. Sin embargo, se fue con 3 ganados y 2 perdidos, gracias al apoyo ofensivo. Con otro regreso, el de Pedro Martínez, Oliver forma parte de la rotación más temible de las mayores; lleva en la temporada 12-9, 3.39 de limpias y la friolera de 147 chocolates.

Joakim Soria. El de Monclova se consolida como cerrador de los Reales de Kansas City. En agosto lanzó en 12 ocasiones, en tres de ellas le anotaron, salvó cuatro juegos y echó a perder uno. Su nombre ya se maneja como candidato a Novato del Año de la Liga Americana (no va a ganar) y su recta cortada ya se compara con la que tenía Mariano Rivera en sus años mozos: una recta que corta los bates como sierra. En el mes lanzó para 3.38; en el año, para 1-3, 2.61 de limpias y 14 rescates.

Yovani Gallardo. El novato michoacano fue luz y sombra en agosto. Tuvo tres salidas de calidad y tres aperturas terribles (en una le metieron 11 carreras en dos entradas y dos tercios), en donde el único común denominador fue su capacidad ponchadora. Además, ha sorprendido con el bat, porque ya lleva dos jonrones. En el mes 3-3, con un molesto 7.55 de carreras limpias, debido en gran parte a aquella salida desastrosa. En el año, 6-4, con 4.66 y 70 sopitas de pichón.

Alfredo Amézaga. En contra de lo que suponíamos, en los Marlines prefirieron darle la oportunidad al novato jardinero Alejandro de Aza que continuidad al de Ciudad Obregón. El dominicano bateó para un mísero .205 en agosto, yéndose sin hit en sus últimos 20 turnos; el mexicano había bateado para .299 el mes anterior. No quiero decir que una cosa lleva a la otra, pero hace un mes, Florida todavía tenía oportunidad de pelear por los playoffs y hoy es el peor equipo de la Nacional. A Amézaga tampoco le sentó bien que lo sentaran: bateó para .209 en agosto, con 3 impulsadas (y otro triple) en 43 turnos al bat. En el año lleva .264, 9 triples, 2 vuelacercas, 29 producidas y 12 robos.

Luis Ayala. Una de las razones por las que el equipo que supuestamente tiene el póster más débil de las mayores tiene números aceptables, es que su pitcheo ha funcionado, La labor del relevista mochiteco es parte de ese resultado. En agosto lanzó en 15 ocasiones y sólo en una fue castigado: su récord en el año, 0-2, con 3.30 se carreras limpias.

Esteban Loaiza. Finalmente, los Atléticos le dieron el visto bueno a un Loaiza desesperado por subirse a la loma, y lució en las dos ocasiones que apareció con la franela de Oakland, con sendas salidas de calidad. A fines de mes fue transferido a los Dodgers, en un esfuerzo de Billy Bean por ahorrar dinero a la franquicia verde de la Bahía, ya que el contrato del tijuanense es muy caro (no cualquiera gana 8 millones en un año). Terminó agosto con 1-0 y 1.84 de limpias. Inició septiembre con otra salida de calidad y una victoria para los Dodgers, sobre Carlos Zambrano y los Cachorros.

Edgar González. El de Nuevo León se ha convertido en una estrella de la rapiña, ganando juegos importantes para los Diamantes de Arizona. Cuando entró al relevo a trapear innings (es decir, con el juego perdido) le pegaron en seco; cuando lo hizo en situación apretada, colgó los ceros y se llevó la victoria. En agosto lanzó para 4.72 y tuvo marca de 2-0; en el año lleva 7 ganados, 2 perdidos y 5.00 de PCL, incluyendo una victoria rapiñada ya en septiembre.

Rodrigo López. Agosto fue un mes funesto para el de Tlanepantla. Revisaron su brazo de lanzar y tuvieron que hacerle la cirugía Tommy John. Esto quiere decir que lo más probable es que tampoco vea actividad en el 2008; para el 2009 será agente libre. Ojalá lo contraten y regrese por la puerta grande. Terminó el año con 5-4, y 4.42.

Oscar Villarreal. El de Monterrey tuvo un desempeño irregular durante agosto, lo que se refleja en que ganó un juego, salvó otro y perdió dos. Esa erraticidad contribuyó a que los Bravos de Atlanta se alejaran de la pelea por el banderín de la división este de la Nacional. Su PCL en el mes fue de 5.79; en el año se disparó a 4.41 y ahora tiene 2 ganados y 2 perdidos.

Dennis Reyes. El zurdo de los Mellizos vio acción en 11 partidos, lo castigaron sólo en uno. Lo malo fue que una inflamación en su codo izquierdo lo sacó definitivamente de la temporada. Termina con una efectividad aceptable de 3.99, con 2-1.

Jorge de la Rosa. El de los Reales es otro zurdo en problemas. Fue puesto en la lista de lesionados con problemas varios (ampollas, hombro, codo) y su equipo supone que no regresará a la rotación antes del fin de la temporada. Lleva 8-11 con 5.46.

Jorge Cantú. Habíamos escrito que si volvíamos a ver al de Reynosa en Grandes Ligas, sería con una franela distinta a la de Tampa. Regresó a Cincinatti, donde comparte la primera base con Scott Hatteberg (el mexicano se enfrenta a los lanzadores zurdos; el gringo, a los diestros). Y regresó con ganas, bateando a la hora buena. En el mes bateó para .438, ya se estrenó con un jonrón y produjo 5. En el año, tiene .257, 1 y 9.

Elmer Dessens. Milwaukee se esperó a que el sonorense se recuperara de sus lesiones para darle las gracias. Los Rockies lo rescataron y lo pusieron a trapear innings, pero de apertura, con resultados mixtos. Dos buenas salidas (en una de ellas no lo dejaron completar las cinco entradas) y dos salidas que terminaron a palos: un ganado, un perdido, una marca en la temporada de 2-2, con un horroroso 7.19, pero el gusto de estar de vuelta.

Juan Castro. (.180, 0 cuadrangulares y 5 producidas) terminó lesionado la temporada; Humberto Cota (.286, 0, 3) y Oscar Robles (.238, 0, 2), están en AAA y Gerónimo Gil se tomó su tacita de café con los Rockies, apenas le alcanzó para pegar un hit, anotar una carrera y sumar .071 de porcentaje antes de regresar a México.