viernes, enero 17, 2025

El nuevo orden mundial de los tres tercios

 


Se pensaba que no sucedería hasta el año próximo, pero en 2024 la tasa de fertilidad a nivel global cayó por debajo del nivel de reemplazo. En otras palabras, el promedio de alumbramientos por mujer es, por primera vez en la historia, inferior a 2.1. Esto significa que, en los próximos años veremos una declinación en el número de humanos que habitamos el planeta. Esta declinación no es inmediata debido a que, al haber aumentado el tiempo de vida promedio de la población, todavía son más las personas que nacen que las que mueren. Pero la tendencia está ahí.

Es indudable que esa tendencia es desigual en diferentes regiones del mundo. Mientras que la caída es muy significativa en Europa, Japón y Corea, y es evidente en casi todas las Américas y buena parte de Asia, hay otras zonas del planeta en las que sigue existiendo un boom poblacional. El caso más notorio es el África subsahariana, aunque también aplica para partes importantes del Medio Oriente y de Asia central.  En términos generales, hay una correlación directa entre altos niveles de bienestar socioeconómico y bajas tasas de fertilidad. En otras palabras, las zonas en donde la población se sigue multiplicando con velocidad se caracterizan por baja escolaridad, menor acceso a los métodos de control natal, normas culturales tradicionales y utilización de menores de edad como fuerza de trabajo en apoyo a la familia.

Hay dos maneras de entender los problemas que genera este asunto, dependiendo de los plazos en que nos fijemos. Las dos se traducen en retos, cambios obligados y complicaciones para las distintas sociedades y para el mundo. Más ahora, con una economía globalizada y barruntos para poner coto a esa globalización.

En el corto y mediano plazos, está muy claro que las naciones con altas tasas de fertilidad seguirán expulsando población. En todas ellas, pobres de por sí, habrá crecientes presiones para hacer frente a las necesidades, también crecientes, de educación, servicios básicos y empleos, sin que existan, por lo general, las condiciones económicas para hacerles frente. Por el contrario, las áreas con bajas tasas de fertilidad se enfrentarán -o ya lo hacen- al problema de que su fuerza de trabajo disminuye, mientras que la demanda de servicios sociales de parte de la población envejecida crece rápidamente.

La respuesta simple y aparente es la migración de población de las regiones con altas tasas de crecimiento poblacional hacia las que requerirán, en principio, más fuerza de trabajo. Pero esa respuesta no toma en cuenta otros factores, como el bajo nivel de escolaridad de las zonas que expulsan migrantes respecto a las necesidades de las que los podrían acoger, las diferencias culturales -que pueden ser notables- y las implicaciones políticas de tener sociedades con ciudadanos con plenos derechos conviviendo con grandes grupos de trabajadores que no gozan de todos ellos, en particular de los derechos políticos. Si a esto agregamos los cambios en los mercados ocupacionales derivados del avance tecnológico, entenderemos que estamos ante un acertijo bastante rebuscado.     

En casi todos los países ricos cuyas economías requerirían teóricamente más fuerza laboral hay fuertes presiones políticas en contra de la migración. Entre las razones que lo explican están: 1. La existencia de un sector de la población que se ha visto desplazado de antiguas seguridades: la del trabajo seguro y de por vida (ahora inexistente porque esa industria tradicional está a la baja, o precarizado por las nuevas condiciones laborales). 2. El miedo, ocasionalmente justificado, pero a menudo teñido de racismo, a que las diferencias culturales acaben con un modo de vida al que estaban acostumbrados. 3. El pulsante nacionalista, apretado por los políticos populistas de todos los colores, que tiene también un toque de nostalgia por un pasado que de todos modos no volverá. Las oleadas de migrantes chocarán contra diversos rompeolas… pero seguirán. El caso es que, en el camino, se crearán diversos choques políticos y culturales.

En el largo plazo, los cambios tecnológicos apuntan a que las necesidades de fuerza de trabajo de parte de las empresas no crecerán tan rápidamente como la producción y la productividad. Es parte de una tendencia centenaria a depender menos del trabajo presente y más del capital. Al mismo tiempo, la desconexión física entre los espacios de trabajo tiende a seguir creciendo, con el trabajo a distancia cada vez más común.

Esta dinámica puede terminar llevándonos a un mundo todavía más dividido: por un lado, menos personas empleadas, pero mejor pagadas, que pueden incluso vivir fuera de sus países por comodidad propia; por otro, una cantidad siempre elevada de personas con empleos precarios, parciales o inexistentes, que dependen de ayudas sociales de distinto tipo para arreglárselas; por un tercero, un ejército de gente que busca desesperadamente huir de la miseria o de la guerra a través de la migración, y que suele encontrar puertas cerradas. La nueva sociedad mundial de los tres tercios.   

A todo esto, México es una suerte de microcosmos y un lugar clave en esta dinámica. Acaba de cruzar el umbral de la tasa de fertilidad por debajo del reemplazo, pero su población -todavía joven- seguirá creciendo por varios lustros. Tiene los tres tipos de población reseñados en el párrafo anterior, con el agregado de que por su territorio pasan, en busca del sueño americano, contingentes de migrantes de naciones cuya población sigue creciendo y que no tienen oportunidades en sus países. Y se enfrenta, desde ya, al torbellino xenófobo y antiinmigrante del próximo presidente Trump. Serán, desgraciadamente, tiempos interesantes.

Y bueno, parece que el tema migratorio debería de estar entre las prioridades, no sólo retóricas, del gobierno de Sheinbaum. ¿Lo está?

lunes, diciembre 23, 2024

Los diez deportistas mexicanos de 2024

 


1. Osmar Olvera
2. Prisca Awiti
3. Alejandra Valencia
4. Marco Verde
5. Canelo Álvarez
6. Juan Celaya
7. Arnulfo Castorena
8. Ana Paula Vázquez
9. Ángela Ruiz
10. Diego Villalobos 


(aquí, la lista de 2023)

miércoles, diciembre 18, 2024

Siria y los tankies




Ahora que ha caído el régimen de Bachar al-Assad en Siria, parece ser buen momento para hablar de los tankies, una especie política que, no sólo se resiste a la extinción, sino que ha logrado reproducirse, en particular entre la autoproclamada izquierda latinoamericana. ¿Quiénes son los tankies?

Originalmente eran los comunistas de la vieja guardia, que aplaudían todo lo que hiciera la Unión Soviética. Se les dice así porque aprobaron la entrada de tanques soviéticos para aplastar la rebelión en Hungría, en 1956, y la primavera de Praga, en Checoslovaquia. Lo segundo es particularmente significativo, porque aquella primavera que aplastaron los tanques de Brezhnev estaba dirigida por un ala renovadora dentro del propio Partido Comunista Checo. 

Detrás de la lógica de los tankies estaban (siempre han estado) una lectura superficial de las cosas, un marxismo mal leído y peor entendido y una tendencia al maniqueísmo. Y detrás de sus sentimientos, una clara preferencia por los regímenes autoritarios, sin importan qué tan inhumanos sean. 

Un buen tankie desprecia por igual a la izquierda democrática que a la extremista, y no hace distingo alguno hacia lo que considera “la derecha”. Le dan igual los fascistas declarados que los demócratas, al cabo que considera a todos siervos del imperialismo. Y, cosa muy importante, imperialismo sólo hay uno: el de Estados Unidos. 

Por lo mismo, no le importa si en EU gana un progresista o un conservador, un protector de los derechos civiles o un impulsor del racismo y la xenofobia. Por definición, el yanqui es enemigo de la humanidad, y contra él lucha (o dice luchar). 

Por esas razones principales, al tankie la caída del bloque soviético, el fin de la URSS y la terminación de la Guerra Fría le pasaron de noche. Como rompían con su visión dual del mundo, prefirió ignorarlas. Se volvió como esas viudas que todavía le hacían su sopa favorita al esposo fallecido. Se pasó la realidad por el Muro de Berlín (porque el Arco del Triunfo es burgués). 

Ahora el comunismo al estilo soviético no existe en ningún lado. El modelo maoísta tampoco funcionó, pero los chinos fueron capaces de hacer cambios hacia un capitalismo controlado por el Estado y por el Partido Comunista (que de eso todavía tiene el nombre). Algo similar sucedió en Vietnam. Lo que resta son Estados policiacos, militares y hasta teocráticos, todos ellos de capitalismo de cuates, que se envuelven y mal esconden su carácter autoritario o totalitario en la retórica socialista y antiyanqui. Y a veces sólo en lo segundo, como en la muy derechista Rusia de Putin. Estos gobiernos tienen la ventaja de que el tankie es capaz de defenderlos, aun ante la más amplia evidencia de que, además de exacerbar la desigualdad, tienen a la población reprimida y empobrecida. De Cuba, a Nicaragua y Venezuela. De Rusia y Belarús a Turkmenistán. De Irán a la Siria de Assad. 

Es cierto que, durante décadas, Estados Unidos se ha ganado a pulso su mala fama en la opinión internacional (algunos todavía recordamos los nombres de Jacobo Arbenz, Mohammed Mossadegh y Salvador Allende) y que la potencia americana, más que amigos, tiene intereses. También, que muchos de sus cínicos movimientos estratégicos son tan de corto plazo que acaban revirtiéndose. Pero el tankie suele ver una gran conspiración inacabable, en la que una suerte de Estado Mayor de la Burguesía, con sedes en Washington y Nueva York, busca apropiarse del mundo, y en particular de los recursos naturales de los países tercermundistas (como si la economía mundial fuera todavía primordialmente extractivista). No faltará quien diga que todo lo sucedido en Siria es parte de la estrategia de EU para apropiarse del petróleo de ese país (sin tratar de averiguar que su producción es 0.05% del total mundial, o que sus reservas petroleras son el 0.2% del mundo). 

Ahora que salen más a la luz los crímenes de Bachar al-Assad contra su propio pueblo, no falta el tankie que, entristecido por la derrota de Putin, de los ayatolas y de Hezbolá, insiste en que al menos se trataba de un gobierno formalmente laico y que lo que sigue será peor. Quién sabe si en lo último tenga razón, porque la guerra allí no ha terminado y hay muchas facciones en juego. Pero lo seguro es que cayó un tirano, uno de los carniceros más grandes del siglo XXI. Assad, además, generó una enorme oleada de refugiados (más de la cuarta parte de la población siria), lo que a su vez ha fortalecido la ola ultraderechista en Europa. Hay que alegrarse de su caída. 

La promoción del maniqueísmo político en México y en otros países de América Latina ha servido para que crezca el número de tankies en la región. Esos que creen que el desastre cubano se debe al embargo estadunidense, que el fraude electoral de Maduro fue “patriótico” y que es mejor no hablar de Nicaragua porque les da penita. Son los que dicen que “daba lo mismo” entre Trump y Harris, que Ucrania debe ceder territorio a Rusia a cambio de paz, que los crímenes de guerra de Israel justifican las acciones terroristas de Hamás y, en fin, que el mundo se divide entre países pobres buenos y países ricos malos. A ver si el varapalo en Siria hace que algunos de ellos entren en razón (todos, imposible, porque así es esto del fanatismo).

sábado, diciembre 07, 2024

Struwwelpeter recargado y a la mexicana

 


Conocí a Struwwelpeter -el libro con dibujos de Heinrich Hoffmann- en una de esas larguísimas pláticas de adolescencia con Hermann Bellinghausen. Me enseñó una edición que guardaba su papá. La reacción inmediata fue de horror, porque las ilustraciones eran totalmente gore. La didáctica era muy simple: "si haces algo malo, te va a pasar algo peor". En resumen, la instrucción a través de la imagen de la desgracia (o peor, de la tragedia).

Lo más curioso es que, cuando Struwwelpeter se publicó por primera vez, en 1845, fue presentado con el subtítulo Historias muy divertidas y 15 estampas aún más graciosas para niños de entre 3 y 6 años. Se le consideraba un bonito regalo navideño. Si para un adulto tiene una extraña y repulsiva fascinación morbosa, no me quiero imaginar qué angustias pudo haber causado a los niños a quienes originalmente estaba dirigido.

Otra cosa extraña del librito es la desproporción de los castigos, que no va de acuerdo a la travesura o desobediencia cometida. A un niño muy agresivo y mala onda lo muerde un perro, pero hay varios que se mueren por pecados muy menores. Y no hablemos del pequeño chupadedos, víctima de un auténtico sicópata.

A continuación, un divertimento: una versión mía sobre seis de los diez poemas del librito, con lenguaje coloquial mexicano (no como unas traducciones horribles) que, además, toma en cuenta algunas de sus contradicciones y, de pilón, tiene algo de mala leche. 





Struwwelpeter


Struwwelpeter era un hippioso 
de verdad zarrapastroso.
Con greña afro y sin bañar,
las uñas largas se fue a dejar.
Pinche Struwwel Changoleón,
ser tan guarro está cabrón.
Pura mugre, sarna y roña,
¡Huele peor que Noroña! 



La increíble y triste historia de la pequeña pirómana


 "Si juegas con cerillos te vas a quemar",
le dice Mamá a la niña babosa.
Pero la escuincla se pone a jugar.
Los prende: se cree muy chistosa.

Los gatos maullan: "no no, no lo hagas",
la torpe chamaca los manda a volar,
pero muy pronto la alcanzan las llamas,
todo su vestido se empieza a quemar.

Se quema la espalda, la nariz, la boca,
el pecho, las piernas y hasta el corazón;
pinche niña mensa, pinche niña loca,
ora sí se puso tremendo quemón.

Entre quemaduras, la niña agoniza.
Lo que fue tan bello ahora es un despojo.
Nada queda de ella: tan solo cenizas;
sólo sobreviven sus zapatos rojos.

Y si te preguntas a qué se debe ésto:
a que los zapatos eran hechos de asbesto.


 
Kaspar contra la sopa



Kaspar era un gordazo y también un mamilón. 
"¡No quiero sopa! ¡No quiero sopa!"
gritaba con su vozarrón,
"¡Es que no quepo en mi ropa!"
(es que le daba coraje
que no cambiaran potaje).

"Toy a dieta, ya no como, 
me cae que no abro la boca.
¿Qué tal si me dan un pomo
en vez de esa horrible sopa?"
(pero le servían lo mismo:
la sopa era el catecismo)

El chamaco se hizo flaco 
(no le ofrecieron ni un taco)
Luego parecía un hilo
que no pesaba ni un kilo.
La sopa jamás comió
(sólo eso se cocinó)
y al final se petateó.

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Niklas y los chamacos de tinta

Tres alemanes racistas
de un negrito se burlaban
El mago Niklas les grita:
"Chamacos no sean gandallas,
el negro no tiene culpa,
ya no le hagan trifulca".
Los muchachos no escucharon 
y al negrito lo bulearon.
Y que el mago los envuelve,
que los mete a un tintero,
que de ahi salen bien negros,
y la tinta es indeleble.

¡Ay qué pinche castigote!
¡Ay que Niklas tan culero!
Racista de capirote
los volvió negros a güevo.
¡Qué va a ser eso un castigo! 
Ora sí lo contradigo:
Negros como la tinta,
se ligan a güeras gringas

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El Club de los Chupadedos


La mamá dice a Conrado:
"¡Jamás te chupes el dedo!
Pues vendrá un sastre malvado
que te la va a hacer de pedo.
Con tremendas tijerotas
el pulgar te va a cortar.
Conrado, no seas idiota
que cucho vas a quedar."

El niñete, que era tonto,
apenas se va la ñora 
el consejo pronto ignora
y el dedo se chupa a fondo.
Llega el sastre larguirucho,
con tijeras especiales
le tumba los dos pulgares
y el chamaco queda cucho.

Brota sangre, claro está
de esos deditos partidos.
Conradito, malherido,
la sangre se chupará.

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Instrucciones para cuando sopla el viento

Cuando arrecia el temporal
es mejor quedarse en casa;
si eres poco cerebral
te sales a echar la guasa.

Este muchacho baboso
a dar la vuelta salió,
la tormenta lo envolvió: 
fue algo muy doloroso.

Con el paraguas voló,
fue más alto que las nubes,
ya nunca más regresó:
hoy vuela con los querubes.

La moraleja es muy clara:
si con lluvia has de salir
el paraguas no hay que abrir
o la pagarás muy cara.







 




lunes, diciembre 02, 2024

Algunas claves en la victoria de Trump

 


Ahora que Donald Trump ha ganado las elecciones presidenciales en Estados Unidos, es hora de tratar de analizar algunas de las claves que pueden explicar su triunfo.

Este año, las encuestas preelectorales estuvieron bastante cerca del resultado final. En promedio, fallaron por poco menos de 3 puntos porcentuales. En los estados-bisagra, el error fue todavía menor: 2.2 puntos. Por tercera ocasión, las encuestas subestimaron a Trump; pero esta vez por menos que en 2016 y 2020. Y aunque queda claro que las encuestas de opinión tienen una incertidumbre inherente, también es cierto que sí sirven para medir el estado de la opinión pública. Por eso, es relevante escudriñar en las encuestas de salida -y otras-, para ver qué está detrás de las decisiones de voto.

El tema más importante para los electores de Trump fue, en general, la economía y, en particular, la inflación; para los votantes de Harris, fue la democracia.

Lo curioso del caso es que la tasa de inflación en Estados Unidos en 2024 es del 2.4 anual y el crecimiento del PIB es del 2.8 anual. Nada mal, en comparación con otras economías del mundo. ¿Qué pasó, entonces? De entrada, que una cosa es la inflación este año, y otra, la de los tres años anteriores. En 2021, fue de 7 por ciento, la más alta desde 1981. Aquí gana la memoria de mediano plazo. De salida, que los salarios medios han ido por detrás de los precios -aunque haya habido un crecimiento en el empleo-. Es decir, ha ocurrido un deterioro de los salarios reales.

El comportamiento del PIB, que usualmente se utiliza como proxy para ver si la economía va bien (cosa que ayuda electoralmente al gobierno en turno), en realidad mide la dinámica de la economía, no el bienestar económico de la población. Además, una cosa son los datos duros y fríos, y otra son las percepciones de la gente. Los números pueden decir que la economía va bien, pero una parte importante de los ciudadanos puede sentir lo contrario -como también se puede observar, en el sentido inverso, en México-. En Estados Unidos, la mayoría siente que gana menos que antes y muchos de ellos votaron por quien ofreció soluciones simples a un problema complejo: aranceles a las exportaciones para atraer inversión y expulsión del país de quienes compiten con bajos salarios. Si se aplicaran las medidas proteccionistas de Trump, la inflación crecerá y no habrá la recolocación de empresas prometida, pero eso es parte de la complejidad que la gente no quiere o no puede ver.

El que la mayoría de los votantes de Harris haya señalado que su principal preocupación es la democracia, nos dice dos cosas. La primera, corroborada por las propias encuestas de salida, es que votaron más contra Trump que a favor de la vicepresidenta. La segunda, que en el grupo de los electores demócratas sí hay gente que entiende el peligro autocrático que representa el magnate republicano. La tercera, que su preocupación por la situación económica no fue el motor principal de su decisión electoral.

Hay que decir que la preocupación por la democracia, en los tiempos que corren, es relativa. Un ejercicio en Estados Unidos presentó dos candidatos hipotéticos, con agendas de política económica y social completamente distinta. Luego se presentó a los entrevistados que quien tenía la agenda que ellos preferían haría una serie de medidas claramente antidemocráticas para imponerlas. Entonces se les preguntó si, tras conocer eso, cambiarían el sentido de su voto. Sólo 3.5 por ciento lo hizo. Hoy en día, en EU y en el mundo, la “satisfacción con la democracia” parece directamente correlacionada con la aprobación de gobierno.

Harris mejoró 9%, respecto a Biden, entre las familias que ganan más de 100 mil dólares al año; Trump ganó 12%, respecto a 2020, entre los que ganan menos que eso.

Este es, quizá, el cambio demográfico más relevante en términos de las votaciones. Significa el ocaso de la coalición que le otorgó a los demócratas la mayoría de los votos ciudadanos en todas las elecciones, menos una, de las elecciones entre 1992 y 2020. La clase trabajadora ya no percibe a los demócratas como sus adalides, a pesar de la evidencia de que los republicanos sirven a los intereses de las grandes empresas. Entre los sindicalizados (es decir, entre los trabajadores que hacen negociaciones colectivas y no están casados con el individualismo de la derecha estadunidense), la ventaja de Harris sobre Trump fue menor a 10 puntos porcentuales. Entre los no sindicalizados, Trump arrasó.

En particular, la caída entre los votantes blancos sin estudios universitarios ha sido precipitosa. Eran la mitad del voto demócrata en la primera elección de Clinton, en 1992; ahora son menos del 30 %. En sentido contrario, los electores blancos con universidad, que eran apenas la quinta parte de los votantes de Clinton, ahora fueron casi el 40% de los de Harris.

Los blancos con estudios universitarios se movieron 7 puntos porcentuales a favor de la candidata demócrata; los no blancos sin estudios universitarios, 13 puntos hacia el candidato republicano. Y los blancos sin estudios, que ya eran mayoritariamente trumpistas, ahora lo son más.

El cambio en el voto latino (o hispano), se explica más por el lado del nivel de estudios que por de la etnicidad, a pesar del perfil claramente racista del trumpismo. Hay que decir, al respecto, que un error de los demócratas fue considerar ese voto por descontado, en particular el de las comunidades mexicana y puertorriqueña (en las que sí ganó, pero con un margen mucho menor al histórico). Cuando pierdes en Brownsville, en Río Grande y en McAllen, es que la cosa es grave. Al parecer, a muchos tejanos de origen mexicano les molesta que los demócratas los consideren “gente de color” unida en la lucha antirracista; y dicen que los republicanos son racistas, pero los demócratas, también.

El tema del aborto, que supuestamente atraería muchos votos a Harris (la mayoría de los estadunidenses está a favor) resultó menos trascendente de lo esperado. La razón tal vez estriba en que, pasada la decisión a los estados, los electores pudieron votar sobre ese asunto, sin tener que pasar por el voto presidencial en el camino. El hecho de que haya sido aprobado en estados como Montana, Missouri, Nevada y Arizona, donde ganó Trump, así lo demuestra.

En resumen, el voto demócrata es, cada vez más, el de las clases medias ilustradas -esas que no siempre quieren la respuesta simple a los problemas complejos- y su coalición con las minorías étnicas y con la clase trabajadora se ha debilitado (notablemente, en el segundo caso). Siguen teniendo a la mayoría de las mujeres de su lado, pero no por mucho. El voto republicano fue, cada vez más, la combinación del voto de los plutócratas, las clases medias sin estudios y una mayoría de los trabajadores. Su coalición, que era 90% blanca, ahora lo es en 75%.

Y si nos fijamos un poco más, ese tipo de partición de coaliciones electorales se parece mucho a la típica que se da en estos tiempos de populismo.

domingo, noviembre 24, 2024

15 películas de los años 30


A continuación, mi lista comentada de las 15 películas de los años 30 que más me han gustado.

(Largometrajes)

Modern Times (1936), Tiempos Modernos 

El hombre común ante el taylorismo, y sus dificultades para adaptarse a la nueva vida tecnológica que, sin tomar descanso ni permitirlo, ofrece el capitalismo industrial. El hombre común ante la ley y el hambre. El hombre común ante sus sueños de una vida mejor. Una película que combina, con gran ritmo, el humor, la diversión pura, el drama, el análisis social, las emociones y la melancolía. Eso le basta. Ha resistido el paso del tiempo. 



L'Age d'Or (1930)La Edad de Oro 

Creatividad sin límites, en una historia de amor loco (¿hay otro tipo de amor en el surrealismo?) , humor negro, salvaje y sin concesiones, con un ataque a la religión tan poderoso que sólo puede provenir de un creyente. Un filme tan de vanguardia que lo sigue siendo.


Redes, (1936)

Una pieza de arte revolucionario cinematográfico. Una pizca de Eisenstein como inspiración de Fred Zinemann, otra de Silvestre Revueltas con su música, la fotografía de Paul Strand y una gran capacidad sintética de cine-verdad, para dibujar la lucha de unos pescadores contra el acaparador y contra los políticos demagogos.


M. (1931) 


Una película inquietante y, a su manera, todavía actual. Gran uso del lenguaje cinematográfico para crear una atmósfera de tensión. Un hombre tenebroso, en realidad un infanticida serial, silba una canción y ofrece regalitos. Sólo el ciego es capaz de detectarlo. Así pasa en muchos niveles de las sociedades. Enorme actuación de Peter Lorre.




I Loved a Woman, (1933) 

A mi parecer es un film poco entendido. El empresario de la carne, actuado por Edward G. Robinson, que tiene el delirio de que ser industrial es un arte ¿no se parece acaso a tantos otros? Y su arte es igual de mala que la de la amante que le vende la idea. Además, todo, supuestamente, es nostalgia de una Arcadia americana ya ida. Gran parábola.



The Scarlett Empress, (1934) 


Un deleite visual, un tremendo ejercicio de estilo, en el que presenciamos la toma del poder de parte de Catalina la Grande, entre complots y decoraciones excesivas. Las escenas de Catalina subiendo a caballo las escaleras del castillo quedan para siempre en la retina.




Theodora Goes Wild, (1936)

Comedia con su dosis de misterio, que examina los pros y los contras de guardar secretos y tener una doble vida, así como las diferencias entre los pueblos moralinos y las ciudades pecadoras. Momentos muy divertidos.



Murder! (1930)

Un Hitchcock muy temprano, con una historia llena de vueltas de tuerca, en la que una mujer es condenada a muerte por un asesinato que (sospechamos) no cometió. El final es extravagante, por decir lo menos.


Der Blaue Engel, (1930) El Ángel Azul

Un clásico. La caída moral y humana del profesor Unrath a manos de Lola-Lola, una de las primeras femmes fatales, interpretada por una Marlene Dietrich excepcional... y es un gusto ver cómo el final del actor nazi Emil Jennings terminó siendo similar al del personaje de El Ángel Azul.



Alexander Nevsky, (1938) 


Otro gran filme de Eisenstein, épico, de corte nacionalista. Las escenas de la batalla sobre el hielo, irrepetibles. Las alusiones a los conflictos de la época en que se filmó, evidentes.



Freaks, (1932) 


El horror en versión de Tod Browning, con el agregado de que usa fenómenos de circo reales para contar la alucinante -pero extrañamente creíble- historia.




Dames, (1934) 


Las coreografías de Busby Berkeley son llevadas al paroxismo en esta delicia visual y musical. Una comedia romántica sirve de pretexto para la presentación de un espectacular número musical tras otro. 




Wuthering Heights, (1939) Cumbres Borrascosas 


Una gran rendición de William Wyler del clásico de Emily Brontë. La mejor de las distintas versiones cinematográficas que he podido ver.



(Cortometrajes)

Zero en conduite (1933) Cero en Conducta



Un himno a la rebeldía más ingenua y más dura, que es la de los niños. 



The Music Box (1932) 

La mejor de Laurel y Hardy. La idiotez del Gordo y el Flaco en esta película rebasa todo límite.




Ambos filmes están reseñados un poco más ampliamente en mi lista de cortometrajes preferidos


Menciones honoríficas:

City Lights (1931) - Chaplin como gran cineasta humanista.

Olympia (1937-38) - Leni Riefenstahl inventó el documental deportivo con sus dos filmes sobre los juegos de Berlín (reseñados aquí)

El Compadre Mendoza (1934) - El sutil encanto del oportunismo político mexicano, retratado sin sutilezas.

A Night at the Opera (1935) - Una de las mejores películas de los Hermanos Marx. La breve transformación de escenario y lunetas de la ópera en parque y estadio de beisbol es de locura.

King Kong (1933) - El enorme primate sobre el Empire State, con Fay Wray en el puño, es, tal vez, la escena más icónica del cine de los años treinta.

The Spanish Earth (1937)  - Interesante documental sobre la Guerra Civil española. Narra Hemingway.

viernes, noviembre 08, 2024

Mitos geniales X: Rafael Castilleja (Biopics)


¿Cómo eran los periodistas de antes? Un buen ejemplo es Rafael Castilleja, de quien he comentado brevemente en las partes de los Biopics referentes a mi estancia en El Nacional. Van algunas viñetas.

El bazucazo y el director

Castilleja era un joven reportero que había iniciado desde abajo, como ayudante de redacción -hueso, se les decía- en El Nacional. Cuando tenía 24 años, lo mandaron a cubrir "los disturbios estudiantiles" de ese día, el 29 de agosto de 1968. Así lo contaba:
"Esa noche llegué muy emocionado a la redacción. Después del pleito entre los estudiantes y los granaderos, los chavos se encerraron en la Preparatoria Número Uno, entonces llegó el Ejército y de un bazucazo abrieron la puerta y entraron a madrearse y a detener a los estudiantes. Yo hasta había entrevistado al soldado que disparó y me dije: 'ahora sí me van a dar la de ocho'. La nota principal del diario.
Hice mi nota y al rato que me manda a llamar el director. Pensé que era para felicitarme por estar ahí en el momento (risas). Pero no, todo lo contrario.
-Oiga, Castilleja, usted está escribiendo puras mentiras.
-Noo señor, fue lo que vi. Hasta entrevisté al soldado que disparó la bazuca. Ahí está en la nota.
-Pues eso no es cierto. 
-Le juro que es verdad. Es lo que vi.
-Entonces usted vio alucinaciones. Aquí tengo la versión oficial, y es muy distinta a lo que usted escribe. Por ahí nos vamos a ir.
Nada más agaché la cabeza, hermano.
-Mire, le voy a dictar la nota con lo que verdaderamente pasó, usted no le va a cambiar ni una coma y la va a firmar. ¿Entendido?
-Entendido, señor director.
Me dictó el boletín, lo firmé y luego me fui al Palacio (así se llamaba la cantina cercana a la sede de El Nacional) a pasar el mal trago con unas cervezas. 'Ya me chingaron', me dije, ya se acabó mi carrera. Esa era mi preocupación.
Pero no. Al otro día me cambiaron a deportes, cubrí las olimpiadas y también el Mundial. Y en el Mundial entrevisté a Pelé."
Terminaba la anécdota con una sonrisa satisfecha.

El indispensable

Con el tiempo, Castilleja fue ascendiendo de puestos. Pronto fue jefe de redacción, y más tarde subdirector. Hay algunas claves que explican esos ascensos: una, que era un hombre muy trabajador, siempre pegado a la noticia; otra, que aprendió rápidamente algunas necesidades del periodismo de entonces: el uso de eufemismos, del "todo indica que" o "parece que", la capacidad para estar de acuerdo con el gobierno sin ser demasiado obvios y para pegarle a todo lo que parecía oposición sin ser muy directos, la obsecuencia con los encargados de prensa pero manteniendo las bases del oficio, de forma que los mensajes en cabezas y redacción siguieran las instrucciones, pero no fueran tan evidentes; una tercera clave, su buen trato personal. Castilleja era un hombre amable, que no solía levantar la voz, aun cuando fuera seco con alguno de sus subordinados. Prefería las alianzas y no daba ataques de frente, sino de lado.
Así, cuando Pepe Carreño Carlón llegó a la dirección de El Nacional, Castilleja aparecía como el personaje indispensable, el que tradicionalmente había fungido de bisagra y de hilo de conducción entre la redacción, el sindicato y la dirección del diario. Eso, sobra decirlo, le daba un aura de poder al que él fingía no aspirar, pero que usaba de manera cabal. Pero un director como Carreño, que tenía una visión transformadora y que no llegó al diario para administrar lo existente, no iba a utilizar a la correa de transmisión tradicional. 
Castilleja era un tipo listo y entendió rápidamente que eso sucedería.

Dos aventuras periodísticas que no fueron las esperadas

Consciente de que ya no tenía el poder de antes en El Nacional, y de que, en la factura cotidiana del periódico, se estaba formando una pinza entre Antonio Dávila y yo, que limitaba su accionar, Castilleja decidió que regresaría a reportear, y pidió ir a cubrir la inminente invasión estadunidense a Panamá contra el dictador Manuel Noriega. Allí, decía, iba a reseñar la resistencia de los panameños en una guerra que duraría algún tiempo. Llegó casi al mismo tiempo que los bombardeos, apenas pudo dar cuenta de la huida y captura de Noriega y, en contra de sus expectativas, de los festejos de los panameños por haberse librado del tipo y porque tomó posesión el presidente que sí había ganado las elecciones.
Tras esa experiencia, Castilleja decidió ir a cubrir las elecciones nicaragüenses de 1990, las primeras después de la revolución sandinista, que cumplía -tarde- su promesa de convocarlas. A pesar de que, informado por Carlos Mársico (quien vivía entonces en Nicatagua y decía que los sandinistas eran populares en el campo e impopulares en las ciudades), le advertí que podía ganar Violeta Chamorro, él estaba seguro de que el pueblo ratificaría el triunfo de quienes lo libraron de la dictadura somocista. Se equivocó (pero también Mársico, porque Daniel Ortega perdió igualmente en amplias zonas rurales). Regresó cabizbajo a México.

El affaire Castañeda

En la primavera de 1990, el presidente Salinas hizo una gira al extremo oriente, se llevó a Pepe Carreño Carlón, y Pepe me encargó informalmente que me hiciera cargo de las ediciones. Eso hice. Pero los sábados los dedicaba a mis hijos, y eran como un remanso, así que le dejé el diario a Castilleja. El domingo en la mañana me habla Héctor Aguilar Camín, indignado por el editorial del periódico. Sucede que hubo un atentado contra la secretaria de Jorge G. Castañeda y el editorial, tras una condena genérica, sembraba la cizaña de que Castañeda andaba en malos pasos: típica actitud de una prensa gobiernista acostumbrada a golpear a todo lo que, a su parecer, no se pliegue a la línea oficial. Es la marca del periodismo al servicio del autoritarismo. Evidentemente, Castilleja había escrito el editorial, armado de los viejos reflejos. Le costó trabajo entender que se había equivocado; vamos, Castañeda era "cercano a Cuauhtémoc Cárdenas, opositor al Señor Presidente, hermano". Para que entendiera, le dije que también era cercano a personajes importantes del gobierno, como Manuel Camacho. De inmediato, escribí un editorial que intentaba corregir el error y condenaba sin ambages el atentado. No fue suficiente para los agraviados. Al martes, Miguel Ángel Granados Chapa así lo hizo explícito en su columna. También recibí en mi casa una llamada de Camacho, con la extraña sugerencia de que comparara el malhadado editorial de Castilleja con aquellos que acusan a una mujer violada porque llevaba minifalda. Cuando finalmente me pude comunicar con Carreño (todavía no había teléfonos celulares y había que hablar al hotel a la noche de Japón), me instruyó: "echémonos más ceniza". Así lo hice, con otro editorial. Castilleja estaba pálido todos esos días, movido entre el temor de ser despedido y, sobre todo, la vergüenza de haberse equivocado en la línea editorial.
Al regreso del director Carreño, éste escribió, seguramente por instrucciones presidenciales, un tercer editorial de arrepentimiento, en primera plana y firmado por él, para zanjar el asunto. Ceniza como de exhalación del Popo. El gerente insistía en que había que correr a Castilleja, pero Pepe Carreño le respondió:
-Es lo último que haría.
El affaire Castañeda, que a mí me costó sólo un regaño por no entender que, cuando el Presidente sale de gira, no hay que hacer la más mínima ola, significó para Castilleja una ulterior disminución de su influencia. Se convirtió en una sombra de lo que era, y pedía que yo le revisara todo lo que hacía.
Pocos meses después, con el pretexto de que su hijo estudiaba en el ITAM y era muy caro, solicitó que se le liquidara. Trabajaría más tarde en Novedades, en El Sol de México y en proyectos de periodismo pagado ("con apoyo editorial", dice el eufemismo), con sus cuates del Club Primera Plana.

Doble chamba

A principios del Siglo XXI, conseguí -con la intercesión de Eduardo Medina Mora- los expedientes que tenía el CISEN sobre mí. Me pareció curioso que no hubiera información alguna de cuando yo estaba en el PMT en Sinaloa, muy poca sobre mi paso por el PSUM, algunita -y muy mala, esos orejas eran pésimos- como profesor "marxista" de la Facultad de Economía, y un montononón sobre mi paso por El Nacional. Mi primera reacción fue: "los gobiernos del PRI espiaban más a su gente cercana que a los opositores".
Un día le comenté eso a Toño Dávila, y me respondió:
-Pues claro que allí es donde había más información, si Rafael Castilleja era agente del CISEN. Hasta director de investigación fue. Y allí es donde se refugió cuando salió de El Nacional.

Una última plática

Por ahí de 2013 o principios de 2014, Castilleja, ya setentón, llegó a Crónica a sondear, sin muchas ganas y sin muchas esperanzas, la posibilidad de reintegrarse a la redacción de un diario. No había lugar para él, a pesar de su amplia experiencia. Como siempre, su trato fue muy amable. Fue la última vez que lo vi. Murió en 2023.