lunes, septiembre 30, 2024

AMLO, un balance crítico


Termina la presidencia de Andrés Manuel López Obrador. Tiempo de balances. Lo haremos en orden: primero, lo que le salió bien; después, lo que le salió mal y, finalmente, un esbozo de su legado (que son las cosas que le salieron bien a López Obrador, para mal del país).

Algo en lo que, sin duda, tuvo éxito López Obrador fue en su estrategia de comunicación. Logró que, por buena parte del sexenio, las conferencias mañaneras ocuparan el grueso de la agenda de discusión pública, con el agregado de que la oposición política y social mordió los anzuelos la mayor parte de las veces.

Las Mañaneras fueron todo lo contrario al ejercicio de rendición de cuentas que dijeron ser. Fueron un lugar privilegiado para una campaña electoral permanente, en la que el Presidente dio rienda suelta a sus filias y fobias (sobre todo estas últimas). Ahí, resbaló críticas, negó evidencias, presentó sus otros datos y mantuvo el discurso maniqueo contra los “conservadores” y “neoliberales”, que fue disciplinadamente replicado por un grupo cada vez más reducido de periodistas -en Palacio Nacional- y por uno cada vez grande entre los activistas informativos de Morena en las redas sociales.

Hay que decir que ese discurso, en su simpleza y su dureza, tuvo resultados positivos para López Obrador y su movimiento. La mayoría de la gente se tomó al menos parte de la pastilla azul y decidió seguir creyendo bastante de lo que se decía desde el púlpito presidencial.

Otra cosa que le salió bien -y hay que decir que fue positiva para el país- fue la política salarial. Los aumentos reales al salario mínimo (que creció a más del doble) produjeron un ligero efecto de cascada y el resultado fue un crecimiento de 41% de la masa salarial en el sexenio (a precios constantes) y una disminución de casi 5% de la población en situación de pobreza laboral. La repartición de ayudas directas, y en especial las dirigidas a los adultos mayores, contribuyó a una baja en la pobreza por ingresos. Como veremos adelante, eso no se tradujo en una baja similar en la pobreza multifactorial.

La combinación de la estrategia de comunicación con la caída en la pobreza por ingresos, sumada al uso clientelar de los recursos públicos, acrecentado en tiempos electorales, explica en mucho el éxito contundente de Morena y sus aliados en las elecciones pasadas.

Habrá quien diga que López Obrador tuvo éxito también en un par de temas económicos: el manejo de la inflación y del tipo de cambio. Quien lo señale omite dos cosas. La primera es que la inflación, aunque no se disparó, estuvo en niveles similares a los de los sexenios inmediatamente anteriores, pero los precios de la canasta básica crecieron más que el promedio. La segunda es que el tipo de cambio se mantuvo estable sólo gracias a la política monetaria del Banco de México, que a su vez ejerció como freno a las inversiones y a una mayor creación de empleos. El caso es que AMLO libró una de las pesadillas que quería evitar, por recuerdos de sus años mozos: la devaluación de fin de sexenio.

Pero la inflación y el tipo de cambio no equivalen a toda la economía, y aquí empezamos con las cosas que salieron mal. De entrada, el crecimiento económico en el sexenio que termina fue inferior al 1% anual. Esto significa que el producto por persona es menor al que había al inicio del gobierno de AMLO. Hay más personas empleadas, ligeramente mejor pagadas, pero menos productivas (entre otras cosas, porque más de la mitad se encuentran dentro de la economía informal). Estancamiento puro.

Parte de la explicación está en el mal manejo económico durante la pandemia de COVID-19. El gobierno, casado entonces con el déficit cero, como si se lo dictara el FMI de los años 80, se rehusó a dar apoyos a quienes estaban perdiendo su fuente de ingresos. El resultado fue una caída del producto muy superior a la media mundial y una recuperación más lenta que en casi todos los demás países. En vez de contratar deuda barata en 2020 se contrató deuda cara en 2023-24, con el resultado de que la calificación de la deuda mexicana está a la baja.

Otra parte está en la escasa inversión pública, que cayó 2.3%, desde niveles que eran ya preocupantes. Esta caída en la inversión pública es particularmente notable porque el grueso de los recursos se destinó a las tres obras insignia de AMLO. Este ha sido el sexenio de la falta de mantenimiento en la obra pública. La inversión privada sólo suplió parcialmente esa caída y la inversión extranjera directa, a pesar de las ventajas del nearshoring, está a los niveles de hace seis años.

El énfasis de un presupuesto limitado en los apoyos directos, las obras insignia y el espejismo de la soberanía energética, significó caídas severas en áreas clave y poner dinero bueno al malo. El caso más dramático es el del sector Salud, que se tradujo en desabasto de medicinas, caída en el número de consultas y de cirugías, y en abandono de la infraestructura sanitaria. El Insabi fue un fracaso mayor. Durante el sexenio, el porcentaje de la población afiliada a servicios de salud disminuyó 9 % y el de la población con carencias por acceso a servicios de salud creció 23%. Otra forma de pobreza.

Los datos en educación son igualmente preocupantes. Aumentó la población con rezago educativo, así como el número de niños entre 6 y 14 años que no van a la escuela. Añádanse las odas a la ignorancia y los ataques a la comunidad intelectual, científica y académica, y encontraremos un elemento muy tóxico del sexenio, que ayuda a definirlo.

Las empresas energéticas del Estado han acumulado pérdidas, y sobreviven sólo gracias a las inyecciones de capital y los estímulos fiscales del gobierno federal. En el camino, durante el sexenio de AMLO, multiplicaron su capacidad de contaminación casi tan rápidamente como sus deudas.

Tenemos, finalmente, otra área de desastre, que es la seguridad pública. AMLO no cumplió con su promesa de regresar a las Fuerzas Armadas a sus cuarteles, pero tampoco con la de arreglar el problema del crimen organizado, que controla zonas cada vez más amplias del territorio. La extorsión (el “cobro de piso”) avanza como una hiedra. Y los mensajes contradictorios (por decirlo ligerito) que se lanzaron desde Palacio Nacional dieron a entender que se prefirió una tensa convivencia con el crimen organizado a un combate inteligente. En el camino, a las Fuerzas Armadas se les ha dado un papel protagónico en asuntos de seguridad pública que no tenían (pero no sólo en esos), que será muy difícil revertir en el mediano plazo.

Concluyo con lo que le salió bien a AMLO, para mal del país: la constante labor de zapa sobre las instituciones creadas durante la transición a la democracia. Avanzó de manera paulatina y tenaz para irlas desfigurando, debilitando o deshaciendo. La idea era terminar con todo contrapeso institucional al poder omnímodo y centralista de la Presidencia de la República y casi llegó a la meta. Ese, me parece, es su legado más importante. Al respecto, dudo que la historia lo absuelva.


miércoles, septiembre 25, 2024

Populismo neoliberal

 


Empezaré comentando un poco la historia del libro Populismo Neoliberal. Nace de mis columnas semanales en Crónica, pero no es un recuento lineal de cada una de ellas. El trabajo real fue el de edición: dejar adentro del libro y ordenar aquellas que dan congruencia a una narrativa crítica acerca de cuatro temas: el surgimiento de los populismos en distintas partes del mundo; la falacia de que López Obrador es un político de izquierda, a través de distintas expresiones políticas suyas (su discurso nacionalista de cartón-piedra, la relación con las organizaciones de la sociedad civil, con la moral común, con las instituciones autónomas, con las mujeres, con la ecología); la política económica del gobierno de AMLO, y su fijación con algunos fetiches de la derecha neoliberal; finalmente, el señalamiento del carácter autoritario del líder y del régimen que pretende establecer (algo en lo que está teniendo éxito).

López Obrador ha querido subrayar la experiencia política mexicana reciente como una gesta inédita y de gran trascendencia. La Cuarta Transformación. Lo primero que habría que decir es que lo que está sucediendo en México es parte de un fenómeno mundial, ligado a la desilusión hacia la democracia, de parte -sobre todo- de quienes se sintieron alguna vez privilegiados y ya no lo son (el ejemplo más claro son los votantes de Trump) y de quienes se sintieron alguna vez protegidos por redes creadas por el Estado y ya no lo están (aquí hay más ejemplos, y están todos ligados a la crisis del modelo económico mundial, que hizo metástasis en la crisis financiera de 2008).

En otras palabras, no somos un caso excepcional. Tampoco es que los votantes de Morena hayan, por fin, visto la luz. El vuelco electoral a nivel mundial fue resultado de décadas en las que, parafraseando a Keynes, siempre se prometió un tarro de mermelada para mañana, sin entregar nunca mermelada para hoy. Esto creó un divorcio los ciudadanos de a pie y la clase política. Y provocó que algunos personajes (normalmente de la propia clase política) movieran su discurso hacia uno muy simplista, con buenos y malos, presentándose como ajenos al sistema y como personas capaces de cambiarlo radicalmente.    

La generación a la que pertenezco luchó por la democracia y la generación previa nos decía: ‘¿qué no ven que hay paz, que hay crecimiento, progreso y modernidad?’’. Nosotros respondíamos: ‘Pues sí, pero a cambio de eso este es un país es una cárcel disfrazada, sin libertad de expresión verdadera, sin sufragio efectivo, con una desigualdad lacerante’. No había verdadera participación social, estaba el corporativismo, desfilar y aplaudir sin convicción: era una unanimidad forzada.

Todo esto fue cambiando de manera paulatina y sucedió que cuando se accedió a la democracia, nunca perfecta, pero se accedió a ella, no hubo una respuesta en términos de eficacia social y eso generó desilusión hacia la democracia.

Se dice, con razón, que la democracia no garantiza un gobierno eficaz. Eso no lo puede garantizar la democracia y hay que subrayar que no es que la democracia no tenga adjetivos, siempre debe tenerla y no tuvimos una democracia social. No podemos asegurar que una democracia social hubiera contenido la ola populista, pero sí podemos asegurar que la democracia no social permitió que la ola fuera tan grande y arrasará con instituciones.

Voy a hacer una referencia mitológica pensando en el libro de Juan Eduardo Martínez Leyva, Mitos Clásicos y Sueños Públicos. La quimera era un monstruo mitológico, con cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón. Ese monstruo aventaba llamas. Usamos la palabra “quimera” para referirnos a un sueño vano, un concepto que choca con la realidad.

La idea de que el gobierno de López Obrador fue de izquierda es una quimera, y creo que varios de los elementos comprobatorios están en mi libro Populismo Neoliberal. No fue de izquierda en términos de política económica (hay una frase que se repite en el texto: en política económica el sustantivo es política y lo económico es sólo el adjetivo: aquí la clave es que en el gobierno de AMLO la política no se abordó en términos de disputa social, sino en función de objetivos electorales de corto plazo). Se trató de una política económica cortoplacista, en la que la inversión pública, tanto social como productiva, es puesta a un lado, a cambio de apoyos clientelares directos. El resultado, en los hechos, es pasar al mercado lo que antes estaba fuera de él. El caso más emblemático es el de salud: lo que antes otorgaban los servicios públicos, ahora -ante la caída del abasto de medicinas, de las consultas y de las cirugías- se compra, en parte con las ayudas del gobierno. La lógica de un Estado de Simibienestar.  

No hay una nueva distribución, más equitativa, del poder. Al contrario, hay una centralización. El pleito casado con las organizaciones de la sociedad civil es una búsqueda de relaciones verticales. Se quiere que no haya organización ni intermediación para crear un vacío: que no haya nada que se interponga en una relación directa, pero profundamente desigual, entre el gobierno-padre y el pueblo-hijo.

Y, aunque la retórica oficial diga otra cosa, no existe la búsqueda de un Estado de Bienestar. Éste invierte, y el de México trae niveles de inversión similares a los de hace 80 años, cuando nuestra economía era sólo una fracción de lo que es ahora. Lo hace en infraestructura en general, no nada más en obras insignia. Tiene una gran inversión social, particularmente en salud, educación, obras urbanas y para el desarrollo agropecuario, cuidado del medio ambiente, cultura, deporte, etcétera. Y trata de que haya una carga fiscal que apunte a una mejor distribución del ingreso. En México, los corporativos más grandes siguen tan campantes.

Pero tener una mejor escuela, hospitales mejor equipados y con más posibilidad de dar consultas y hacer cirugías, mejor drenaje, pozos u obras de reconversión urbana no tiene los mismos efectos directos, como los que se sienten en el bolsillo, tampoco tiene los mismos efectos electorales.

Ha habido, sí, una mejoría en los ingresos salariales, que se ha traducido en una reducción de la pobreza por ingresos. Esa reducción, sin embargo, ha sido acompañada de un crecimiento de la pobreza por vulnerabilidades en acceso a los servicios de vivienda, de educación y de salud. En realidad, no tenemos una disminución en la pobreza multifactorial, que es la que importa, ni tenemos un cambio en las relaciones sociales, porque seguimos bajo un sistema de capitalismo de cuates.

La pobreza cambió de estilo, pero sabemos que lo más visible en lo inmediato son los ingresos. Y eso cuenta a la hora de votar.

El gobierno de AMLO cumple con todas las premisas del populismo moderno. Todas. Y eso se traduce, necesariamente, en una ofensiva contra la democracia: para distorsionarla desde adentro, como dice Nadia Urbinati en Yo, El Pueblo. Es lo que estamos viviendo estos días con la ofensiva contra el poder judicial.

Existen dos posibilidades al enfermarte por un virus, o te curas o te mueres. Con el populismo tenemos una democracia enferma, hay casos, el más evidente para Latinoamérica es Venezuela, en los que el populismo terminó convirtiéndose en una dictadura completa, sin ninguna máscara. La democracia en Venezuela está muerta.

Y tenemos lugares con populismos, como Argentina, en donde la democracia está deforme, pero se mantiene en lo fundamental. En Europa, el único caso donde el populismo parece haber fagocitado a la democracia, y quién sabe hasta cuándo, es el de Hungría con Viktor Orbán, alguien admirado por Trump. En Polonia ha habido respuestas a estos populistas, que ahora, después de muchísimos años, ya no tienen mayoría; en Turquía Erdogan no ha podido hacerse del todo poder como él quisiera.

Claro que sí tenemos un riesgo de muerte de la democracia, yo no estaría diciendo como hacen otros que ya se acabó la República, pero evidentemente la democracia mexicana ha pasado a ser un régimen híbrido, con elementos democráticos y otros claramente autoritarios, agregaría que también esperpénticos, como lo que vimos en el Congreso recientemente con la aprobación de la Reforma Judicial.

Una parte importante del libro es tratar de explicar al votante que prefiere el populismo a pesar de que, en términos de la economía, no haya un cambio real, que todos los cambios sean de corto plazo, sin un estado de bienestar que genere empleos y plantee certidumbre jurídica (ahora hay menos) y realice un gasto social de largo plazo.

Lo que hay hoy son transferencias monetarias que se sienten en el corto plazo, ha habido un aumento en los salarios mínimos, lo que trae mejora de ingresos monetarios, con reducción de pobreza por ingresos, pero va acompañada de vulnerabilidades en educación, salud, vivienda

Si la población está desilusionada de la democracia y le es indiferente, en el fondo, lo que pase con ella en tanto haya comida en la casa (y aunque no haya medicinas y no haya baños en la escuela), es un asunto inmediatista que tiene que ver con factores culturales.

Creo que hay sociedades cuyo valor principal es la supervivencia personal y otras que piensan más en la pluralidad, el respeto a la ley. Hay naciones, como las escandinavas, que son de este último tipo y que suelen respetar la ley; la típica nación que está pensando todo el tiempo en la supervivencia, pero respeta la ley, es China. Los rusos son parecidos a los chinos, pero menos legalistas, en tanto que los mexicanos somos un poco más abiertos, menos supervivientes, pero respetando poco la ley.

Esa lógica de supervivencia y falta de respeto a la ley es de muy buena ayuda para quienes quieran tomar el poder utilizando las instituciones democráticas para luego deshacerlas.

Yo subrayaría que, por el momento, lo que hemos vivido es destrucción de instituciones, o por destrucción o por deformación, como la CNDH.

Es curioso que la transición democrática no fue de pocos años, fue una construcción muy lenta y hoy estamos viendo su distorsión cada vez más acelerada.

Pero surge de nuevo la pregunta. ¿Importa a las mayorías la democracia? El libro empieza precisamente con ese tema: el desencanto de una gran parte de la población, en varias naciones del mundo, con una democracia que no tuvo eficiencia social.

El libro Populismo Neoliberal es una llamada de atención triple: sobre el hecho de que nos movemos hacia el autoritarismo (de manera cada vez más acelerada, como podemos ver en estos días); sobre la mentira de que se trata de un gobierno de izquierda, cuando ha tenido todos los tics moralinos y neoliberales (la obsesión con la austeridad fiscal-presupuestal y con el tipo de cambio, por dar los ejemplos más evidentes); y, subrayo, sobre la imposibilidad de una vuelta al pasado, que vale tanto para los sueños guajiros de regresar a los setenta como para los otros, igualmente guajiros, de regresar a tiempos más recientes, a las políticas y los políticos que propiciaron el advenimiento de esta ola populista en México.

Esa es otra quimera. Esas oscuras golondrinas no volverán. Habrá que hacer ejercicios de imaginación realista para responder a los retos de hoy.

Concluyo con un par de acotaciones, relativas a comentarios de Raúl Trejo en la primera presentación del libro. La primera tiene qué ver con la diferencia entre el presupuesto 2024 y los anteriores. Mientras que, en los primeros cinco años de AMLO, el gasto público tuvo un comportamiento inercial -sin importar que en medio se cruzara la pandemia de COVID-19, con sus consecuencias sanitarias y económicas-, en el último hubo un aumento notable de gasto y deuda, con el consiguiente déficit. No es que haya habido un cambio de rumbo: es simplemente el comportamiento típico del llamado “ciclo sexenal de negocios en México”. El último año de gobierno es el “de Hidalgo”, y siempre se incrementa el gasto: la novedad es que ahora fue estrictamente para apuntalar las victorias electorales. Y siempre, el primer año de gobierno (recuerdo hasta la “atonía” de 1971, cuando empezaba Echeverría) es de ajustes por los excesos del pasado inmediatísimo. Y de la deuda, lo que importa no es el tamaño, sino qué tan financiable es. La mexicana no tiene mayores problemas, a pesar de la irracional que fue no contratarla cuando era barata y necesaria (en tiempos de pandemia), y sí hacerlo cuando se había encarecido (en tiempos electorales).

La segunda, sobre la preocupación acerca de la aparente contradicción que hay entre hacer una política que apele a la razón y una política que apele a los sentimientos. Creo que está claro que, con los electorados de hoy -aunque es válido también para los de antes- una propuesta estrictamente racional no sirve. Hay que apelar a los sentimientos: la cuestión es cambiar el resentimiento y el revanchismo por una esperanza fundamentada. Parte de ello es hacer notar que la gente ha rechazado a los viejos neoliberales, pero también que quienes los han sustituido no son fundamentalmente diferentes en lo económico y, por su vena autoritaria, son peores en lo político. Es necesario poner los ojos en el futuro.

(Esta es una versión de mis intervenciones durante las presentaciones del libro Populismo Neoliberal, editado por Cal y Arena)

 


viernes, septiembre 06, 2024

Dos se calientan (pero uno se lesiona)

 

Ramón Urías

Mexicanos en GL. Julio-Agosto 2024

Dicen que el beisbol es cuestión de rachas, sobre todo cuando se trata de bateadores. Así se ha comprobado estos dos meses entre los mexicanos que juegan en Grandes Ligas. Dos de ellos, Ramón Urías y Rowdy Téllez, agarraron ritmo y tumbaron caña (pero el final del mes fue amargo para Urías). Otros dos, en cambio, se enfriaron muchísimo: Isaac Paredes y Alex Verdugo. Con la llegada de septiembre, tenemos también el regreso a las Mayores de algunos peloteros mexicanos que reforzarán a sus equipos en la recta final.

Como de costumbre, va un resumen de al actuación de los peloteros nacionales, clasificada de acuerdo a su desempeño en todo lo que va de la temporada.

Jarren Durán. El jardinero de los Medias Rojas está teniendo una campaña de ensueño, por encima -incluso- de las altas expectativas que se tenían de él al inicio de su carrera. Para decirlo claramente: está jugando a nivel de superestrella. Bateó por encima de .300 en el bimestre y multiplicó su poder, sin olvidar su notable velocidad. En la temporada suma .294, 21 cuadrangulares, 98 carreras anotadas y 72 producidas. Su OPS es de .877 y lleva ya 32 colchonetas estafadas. Es uno de los seis ligamayoristas del exclusivo club 20-30. De pilón, fue el Jugador Más Valioso en el Juego de Estrellas.

Andrés Muñoz. El cerrador de los Marineros tuvo altas y bajas en el bimestre, muy claramente divididas: un julio excepcional y un agosto con problemas, ligados a molestias en el codo de lanzar, en el que perdió tres juegos. El mochiteco ostenta marca de 2 ganados, 6 perdidos, un muy buen 2.22 de efectividad, 19 salvamentos y 6 holds. Ha recetado 66 ponches. Se le embasa menos de un rival por entrada lanzada. Fue convocado al Juego de Estrellas. 

Jojo Romero tuvo un julio decente y un buen agosto. Ha acumulado victorias en el relevo de los últimos innings. Los números en el año del zurdo de los Cardenales: 6-2, 2.77 de limpias, 50 rivales pasados por los strikes y 30 holds (ya no lidera las Mayores en ese departamento).  

Randy Arozarena fue cambiado de los Rays a los Marineros, y ha jugado un poco mejor con su nuevo equipo. Ya se parece mucho más al que conocemos que al de sus dos primeros meses horribles. Mejoró sus números a .228, con 18 cuadrangulares y 49 producidas. Se puso a robar como loco y ya lleva 20 bases estafadas. Su OPS ya llegó a niveles intermedios: .723.

Isaac Paredes. El de Hermosillo, tras haber llegado por méritos propios al Juego de Estrellas (sin duda, fue el mejor pelotero de Tampa en la primera mitad de la temporada), fue traspasado a los Cachorros de Chicago y profundizó el slump en el que había caído en junio. En julio bateó para .136 y en agosto, para .165. Con eso, su porcentaje de bateo, que estaba alto, se acerca más al promedio a lo largo de su carrera: .227. Se hace acompañar de 19 cuadrangulares, 69 carreras impulsadas y OPS de .742. En lo que ha mejorado notablemente, es en el fildeo. 

Alex Verdugo, sin llegar a los excesos de Paredes, alargó su mala racha bateadora a dos meses y medio, suficiente para que los Yankees lo bajaran dentro del line-up. Sigue cumplidor en los jardines. Sus numeritos: .235, 11 jonrones, 56 producidas, un robo y OPS de .652.

Javier Assad tuvo nueve aperturas para los Cachorros en el bimestre, de las cuales tres fueron de calidad (aunque hubo varias en las que lanzó bien y lo sacaron temprano). El tijuanense ha estado, por lo general, consistente, aunque tiene problemas con el control (lo que provoca que requiera, en promedio, más de 17 lanzamientos para sacar una entrada).  Lleva marca de 7-4, 3.21 de limpias, con 106 sopas de pichón a la cuenta del bateador rival.

Manuel Rodríguez, regresó de AAA a las Rayas, y lo ha hecho de gran manera. El Bolón acumuló dos victorias y dos salvamentos en agosto. Sus números ahora son de 3-4, efectividad de 2.95, 2 rescates, 7 holds y 29 ponches. Los rivales le batean para un mísero .194. 

RowdyTéllez, tras un buen junio, se puso todavía más caliente en julio y agosto. Le dio totalmente la vuelta al mal inicio de temporada. Jugando en la parte fuerte del platoon de los Piratas (contra lanzadores derechos), el californiano lleva .255 de promedio, 12 vuelacercas, 52 producidas y un milagroso robo. Su OPS subió a .709.

Ramón Urías no jugaba todos los días debido a su flojo bateo, que no compensaba su espectacular fildeo. Pero en julio y agosto eso cambió, y el sonorense se convirtió en la bujía ofensiva de los poderosos Orioles. En julio, bateó para .341 y en agosto se despachó con 7 jonrones. Pero el último día de ese mes se torció el tobillo y pasó a la lista de lesionados. Veremos si ese bate sigue caliente a su regreso (que será si el tobillo evoluciona bien). Sus números acunulados: .252, 10 vuelacercas, 35 producidas, un robo y un muy saludable OPS de .754.

Brennan Bernardino ha tenido una segunda mitad de temporada a la baja, tanto, que los Medias Rojas lo mandaron un ratito chiquito a AAA, regresó y ahora se ocupa del relevo intermedio  En el año: 4-3, una efectividad que engordó feamente a 3.91, 54 pasados por los strikes y 11 holds.

Alejandro Kirk responde cuando es titular. Los Azulejos vendieron a Danny Jensen y el tijuanense -ahora sin rival en la receptoría- ha jugado mucho mejor. Su framing es bueno, su brazo es un machete, y sus números al bat, sin ser espectaculares, ya no dan grima. Batea para .244, con 5 cuadrangulares y 43 producidas. OPS de .662

Víctor González sigue en AAA. El nayarita de los Yankees tiene récord de 2-1, 3.86 de PCL, 2 juegos salvados, 3 holds y solamente 11 ponches. 

Valente Bellozo ya suma nueve aperturas con los Marlines de Miami. De ellas, dos han sido de calidad (en realidad, buenísimas: 7 entradas con 4 hits y 6 entradas con 3 hits, sin admitir carrera). Lo están llevando con cuidado, porque es todavía algo inconsistente. En el año: 2-2, 3.78 de PCL y 33 ponches.

Joey Meneses. El de Culiacán fue bajado a AAA por los Nacionales y no parece que lo quieran volver a subir (han preferido probar novatos). Cabajoey tiene estos numeritos: .231 de porcentaje, con 3 jonrones, 42 impulsadas, un robo de base y un bajísimo .593 de OPS. ¿Regresará a la Gran Carpa?

Daniel Duarte. Terminó pronto su temporada. Lesionado. 1-0: 2.25  de efectividad. 

Luis Urías regresó en septiembre a los Marineros, para darles profundidad en la banca. Ya pegó un cuadrangular. Batea para .174, con 4 jonrones y 16 producidas.

Austin Barnes estuvo un rato lesionado en agosto. El receptor suplente de los Dodgers batea para .260, con un palo de vuelta entera, 11 producidas y dos robos de base.

Alek Thomas por fin dalió de su lesión, pero a su regreso a los Diamondbacks no rindió lo que se esperaba y lo regresaron a AAA. El veloz jardinero batea para .191, con 3 jonrones, 17 empujadas y 4 robos.

Cesar Salazar depende de las lesiones ajenas para subir o bajar entre Houston y las sucursales. Se tomó una tacita de café y de nuevo para atrás. Batea para .304, con 8 producidas.

Jonathan Aranda regresó para reforzar a Tampa Bay en el último mes de campaña. El tijuanense batea para .207, con un cuadrangular y 5 impulsadas.

Humberto Castellanos vio acción en dos momentos durante el bimestre, jugando para Arizona como relevo largo. Llegó a salvar un juego, pero la efectividad del de Tepatitlán es alta (y, por lo tanto, mala): 5.23. Ponchó a 11. 

Gerardo Reyes, como de costumbre, ha sido llamado sólo para tomarse dos buchitos de café ligamayorista. Ahora con Oakland. El tamaulipeco ha lanzado 4 entradas y permitido 2 carreras limpias. 

Patrick Sandoval, con ruptura de ligamentos en el codo de lanzar. Su deficiente 2024 terminó con 2-8, 5.06 de carreras limpias y 81 chocolates..

Giovanny Gallegos. Lo que lanzó en julio le sirvió para mejorar tantito sus feos números de la campaña. En agosto, los Cardenales dejaron ir a quien alguna vez fue su cerrador estrella. El sonorense difícilmente regresará este año a la MLB. Sus números:  2-1, un salvado, 2 holds, 6.53 de efectividad y 21 ponches.

Taijuan Walker salió de la lista de lesionados (en el dedo de la mano de lanzar) y se dedicó a seguir perdiendo juegos. El abridor de los Filis lleva, tras 14 aperturas (sólo una de calidad), récord de 3-6,  6.48 de efectividad y 53 ponches,. Está por perder su lugar en la rotación.

Alan Trejo. El campocorto fue dejado en libertad por los Rockies, y adquirido por Dodgers, que lo mantienen en sucursales. Sus números:.143, con una producida .