Con Andrés Manuel López Obrador siempre
hay primeras veces. La noche del domingo 17 de abril fue la primera vez que una iniciativa
presidencial de reforma constitucional es rechazada por votación de la Cámara
de Diputados. Hizo cortocircuito. Habría que preguntarse las razones, y también
las probables intenciones.
La primera razón es el ansia de
refundación. Desde hace tiempo se sabía que la reforma en materia eléctrica,
tal y como estaba, tenía a toda la oposición en contra. Igualmente, se sabía
que a la legislación actual le vendrían bien varios cambios de fondo (por
ejemplo, eliminar la obligación de que la CFE compre el total del excedente de
energía de autoconsumo). Había espacio para buscar el consenso a través de
negociaciones. Pero López Obrador se opuso cada vez que alguien desde las filas
de Morena lo sugería… hasta que dejaron de sugerirlo.
La idea era la de siempre: no le cambien
ni una coma. Porque no se trata de hacer reformas paulatinas, sino de refundar
el país, desechando prácticamente todo el pasado. De lo que se trata es de
continuar con la misión trunca de los padres de la Patria (y en el caso de la
electricidad, el padre resultó nada menos que el priista Adolfo López Mateos,
de repente convertido en hombre de izquierda, sin importar que la haya reprimido
o que en su sexenio México haya tenido el grado máximo de desigualdad social
desde que esta se mide).
La segunda razón es de carácter
pedagógico-propagandístico. A sabiendas de que la derrota se avecinaba, la
ultramaratónica sesión del domingo se convirtió en un espectáculo, extrañamente
seguido a través de la televisión, el internet y las redes sociales. Los
diputados no hablaban a sus pares -la división y los votos ya estaban
planteados- sino al público que los observaba. Y si uno estira la cuerda, hablaban
a la historia.
Cada bando se dirigió, en realidad, a sus
seguidores. Mientras la oposición armaba argumentos ligados a los mercados de
electricidad, la necesidad de proteger el medio ambiente, el peligro de un
monopolio encabezado por Manuel Bartlett o el futuro que representan las
energías limpias, el bloque de la 4T traía sólo dos o tres motivos recurrentes,
dirigidos a los opositores: no quieren tarifas bajas de electricidad, están al
servicio de las empresas extranjeras y, repetidamente, son traidores a la
Patria.
En otras palabras, mientras que del lado
opositor teníamos una retórica tal vez encendida, pero inscrita en el
parlamentarismo tradicional, del lado gobiernista teníamos una clara apuesta
por dos o tres ideas-fuerza que llegaran a la víscera, que generaran enojo y
encono. El que la gran mayoría de la población no tenga ni idea de cómo
funcionan los mercados eléctricos ayuda a que las consignas penetren sin tanto
problema.
De ahí vendrá el intento de López Obrador
de convertir la derrota política sufrida en San Lázaro en una victoria
propagandística. Los opositores identificados como vendidos al extranjero,
nuevos Santa Anna, traidores a la Patria (que “merecen ser crucificados”,
agregó una diputada del PT, y no importa que lo haya dicho en el Domingo de
Resurrección).
El leitmotiv de la traición a la Patria
-cosa que escucharemos una y otra vez en los próximos meses- también ayuda a
entender que, en la retórica de la 4t, la voluntad de López Obrador es la
Patria. Y será parte de la campaña permanente en la que se ha enfrascado este
gobierno.
La tercera razón es el gusto de AMLO por
los cortocircuitos. Me explico: la ríspida sesión de los diputados puso en
contacto a polaridades distintas, sin cobertura aislante alguna. Fue un choque
del que salieron chispas. Dos bloques animosamente enfrentados. Es el México
polarizado por el López Obrador apuesta: el partido del progreso contra el
partido del retroceso (diga usted cuál es cuál).
Para Andrés Manuel esto es fundamental.
Siempre es necesario un enemigo interno contra quien dirigir al pueblo, y lo de
menos es que ese enemigo represente a una parte del pueblo, porque no se trata
del pueblo verdadero (y bueno). La derrota legislativa y política es un costo
para él, pero mantener la idea de buenos contra malos es un beneficio.
Todo esto, y la fuga hacia adelante con el
tema del litio (que no es tan polémico, pero que también afecta el T-MEC),
impedirán una autocrítica en Morena y su movimiento. Ya no analizaron el porqué
de sus pérdidas relativas en las elecciones 2021; ahora tampoco lo harán en su
mal manejo del asunto en la cámara baja. Es más probable que se lancen, muy a
su estilo, a una guerra de descalificaciones mutuas, dándose patadas bajo la
mesa mientras repiten frases de AMLO.
Sabemos que los cortocircuitos causan
daños a las instalaciones eléctricas y que incluso pueden causar incendios.
Cambiemos instalaciones eléctricas por andamiajes institucionales democráticos
y tendremos una idea.
Pero al menos, la reforma eléctrica tóxica
no pasó. Todavía existen contrapesos en la democracia mexicana.