Dice el escritor argentino Eduardo Sacheri que el cine desplazó a las letras como herramienta hegemónica en el arte de contar historias. A uno, que le gusta la lectura, le gustaría también contradecir, pero no puede. Vaya, y menos si uno ubica a Sacheri como el autor de la novela en la que se basó El secreto de sus ojos, esa muy buena película que ganó el Oscar a mejor filme extranjero.
Lo había comprobado días antes, en un puesto de libros de viejo, por el que pasé junto a Raúl Trejo. Compré uno para mi hijo (yo ya vi la película, en los tiempos en que a Canal Once no le importaba transmitir buenos filmes en blanco y negro) y estaba por comprar una edición conjunta de Tristana y Nazarín cuando Raúl comentó que con las películas bastaba. Devolví el libro al estante. Buñuel había noqueado a Pérez Galdós con ese par de historias cinematográficas bien contadas.
Después me puse a pensar sobre aquellas obras que había leído, y también visto la película. Obviamente, en la gran mayoría de los casos, el libro había sido mucho mejor.
Se trata de lenguajes diferentes, y formas de trabajar distintas. El libro te hace formarte una realidad propia, por más que se empeñe el escritor en descripciones detalladas (y si lo hace demasiado, el texto se puede volver pesado), te obliga (y es un placer) a desarrollar la imaginación. El lector de una novela ya hizo en su cabeza la versión fílmica.
El lector puede detenerse y cavilar, al espectador la película suele llevarlo completamente
Hay otras dificultades en el cine. El cineasta tiene que convertir pensamientos en palabras y las emociones en gestos. Además, tiene límites más serios de tiempo: reducir una novela río tamaño tabique o hacer crecer un cuento de pocas páginas al tamaño aceptado para el cine. No cualquiera se avienta Berlin Alexanderplatz.
¿Qué películas me han gustado más que los libros en que se basan? Revisé mi lista y sólo acerté a encontrar cuatro: Blade Runner, Todo Modo, 2001 Odisea Espacial y Como agua para chocolate. Los tres primeros filmes son excelentes –y tanto la novela de Dick como la de Sciascia son también muy buenas- y el cuarto film es agradable, respeta una buena historia, que estaba escrita pobremente.
En los cuatro casos, he de subrayar, vi primero la película y después leí el libro. Creo que este es un elemento fundamental. Dice Carlos Patiño (el abuelo de Miguel) que le decepcionó la película de La Historia Sin Fin, que a mí me pareció al menos tan buena como la primera mitad del libro, pero Patiño se había hecho una versión fílmica propia y yo, cuando leí la novela de Ende, estaba ya impregnado de la estética de la película de Petersen (por cierto, la segunda parte de La Historia Sin Fin en cine es una horrenda gringada).
En otras palabras, el libro siempre lleva ventaja y grandes películas como El Halcón Maltés, El Proceso, El Tambor de Hojalata o Mecánica Naranja o muy buenos filmes como El Cielo Protector o Matar un Ruiseñor quedan de todos modos un poquitín debajo de las obras en las que están basados.
Sólo hay un caso en el que primero vi la peli, luego leí el libro y decreté empate: La Invención de Morel, y otro –que habla muy bien de la película- en el que el empate se da con todo y que leí primero la novela: Arráncame la vida.
Un caso aparte merecen ciertos filmes y textos que son otra cosa. Por ejemplo, Solaris, la gran película soviética de Tarkovsky –que tuvo un decente remake dos décadas después-, basada en la novela homónima de Stanislaw Lem. Mientras que lo fundamental en la(s) película(s) es la capacidad del planeta para generar creaciones maravillosas y terribles en los humanos que lo exploran, la novela es un gigantesco intento de aproximación descriptiva de un ser vivo diferente de todos los que conocemos los humanos, que es también un planeta. Lo segundo hubiera sido imposible en el cine, por eso Tarkovsky se centró, con maestría, en la parte humana.
Y claro, están las decenas de películas muy inferiores a los textos y las películas horribles basadas en novelas gachas.
Termino con una pregunta, necesaria ya que casi todo mundo afirma que el libro es mejor que la película. ¿Por qué no hay más gente que se ponga a leer un buen libro en una tarde de descanso, en vez de encender el DVD o ir al cine? Hay dos respuestas. Una es el gusto de hacer cosas en compañía, y los libros suelen ser solitarios. La otra, seguramente la más importante, es el tiempo: se requiere de un compromiso mayor para terminar un libro. Y en esta era light, la mercadotecnia nos dice que es mucho mejor conocer y disfrutar la historia (ojalá y bien contada) en dos horas que en varios días.