Terminó la temporada regular 2008 en las Grandes Ligas, con buenos resultados, en general, para el creciente contingente mexicano. Tres connacionales refulgieron con un brillo especial. Joakim Soria, quien apenas en su segundo año, destrozó la marca de más salvamentos para un mexicano; Adrián González, quien a base de toletazos y carreras producidas, va en camino al superestrellato y Jorge Cantú, quien protagonizó uno de los más grandes regresos del año. Aparecieron figuras prometedoras y otros jugadores, ya con experiencia –como Jorge Campillo y Edgar González Sabín-, aprovecharon la oportunidad. La nota triste fue el fin de la carrera ligamayorista de Esteban Loaiza.
Así cumplieron los mexicanos en GL, durante 2008 (clasificados de acuerdo con su desempeño):
Joakim Soria. El derecho de Monclova cerró con un septiembre perfecto (1 ganado, 9 salvamentos, 0 carreras admitidas) una temporada extraordinaria, en la que, con un equipo perdedor, fue el segundo máximo cerrador de la Liga Americana (sólo debajo del Superchamo Rodríguez) y el tercero entre esa elite (sólo detrás de Mariano Rivera y Joe Nathan), en porcentaje de carreras limpias. Sobrio, seguro, controlado, con variedad de lanzamientos, Joakim terminó su campaña con los Reales con marca de 2-3, 42 salvamentos en 45 oportunidades y un extraordinario 1.60 de PCL.
Adrián González. El inicialista de los Padres fue el único bat realmente temible en ese line-up. En septiembre disparó 8 jonrones y produjo 25 carreras para terminar la temporada altísimo en ambas categorías: 36 cuadrangulares (quinto en la Liga Nacional) y 119 remolcadas (tercer lugar) son números relevantes, que cobran su verdadera dimensión cuando pensamos que Adrián juega la mitad de sus partidos en el paraíso de pitcheo que es Petco Park. De visitante bateó 22 jonrones y produjo 70 carreras. Bateó para .279 de porcentaje en el año, pero para .304 fuera de San Diego. Haga usted la cuenta y piense de qué fenómeno estamos hablando. Eso, sin contar que es una maravilla elegante con el guante.
Jorge Cantú inició el año con un contrato de ligas menores, tratando de recuperar la titularidad ligamayorista. Los Marlines le dieron la oportunidad de luchar por su lugar y su historia fue de éxito creciente. Salvo un bachecito en agosto, fue consistente con la majagua y formó parte del histórico infield en el que, por primera vez en la historia, todos sus integrantes batearon más de 25 cuadrangulares. Terminó septiembre a tambor batiente, y sus números totales en la temporada fueron: .277 de promedio, 29 jonrones, 95 impulsadas y 6 robos. Ahora tiene derecho a arbitraje salarial y Florida piensa recontratarlo, posiblemente para que ocupe la primera base (lo que sería mejor, porque fildeando en tercera cometió 20 errores).
Dennys Reyes. El gordito de Higuera de Zaragoza simple y llanamente se estableció como uno de los más efectivos especialistas zurdos del beisbol grande. En el año tuvo 3 ganados, 0 perdidos y una llamativa efectividad de 2.33, tras aparecer –por lo general muy brevemente- en nada menos que 75 partidos. Es seguro que pedirá un aumento sustancial al millón de dólares que gana por temporada. Es probable que Minnesota no pueda pagar y que en 2009 lo veamos en otra franela.
Jorge Campillo. La estrella de este tijuanense que finalmente pudo asentarse en la gran carpa, brilló mucho a media temporada, pero hacia el final se fue apagando. Tras un mediocre septiembre, en el que le vieron cada vez más su famosa bola invisible, terminó la temporada con marca de 8-7, 3.91 de carreras limpias, 107 ponches y un muy decente 1.24 de WHIP (hombres embasados por hit o pasaporte por entrada lanzada).
Oliver Pérez. El espectacular zurdo sinaloense tuvo una temporada de altibajos, en la que demostró su calidad, pero en la que falló en un par de momentos cruciales para las esperanzas de los Mets (aunque tuvo tres salidas de calidad, apenas pudo ganar un juego en septiembre, mes en el que se disparó hacia arriba su PCL). Terminó la campaña con 10 ganados y 7 perdidos, 4.22 de carreras limpias, 180 chocolatotes, pero también más de un centenar de pasaportes. Le falta concentración a la hora buena para consolidarse como el compañero inseparable del gran Johan Santana en la rotación metropolitana.
Yovani Gallardo pudo demostrar en el año su gran calidad, pero una lesión –causada por un rival mal intencionado- lo tuvo en la lista de inhabilitados casi todo el tiempo. Otra cruz que cargó fue la falta de apoyo ofensivo de sus Cerveceros (y hasta defensivo, en el primer juego de postemporada, donde cargó con la derrota por carreras tan sucias como la conciencia de un narco). Pudo abrir apenas cuatro juegos (lo lesionaron el 1º de mayo y no volvió hasta fines de septiembre), terminó sin decisión, pero con un magnífico 1.88 de carreras limpias.
Jorge de la Rosa era el que conocíamos durante la primera mitad de la temporada: un juego bien lanzado, uno mediocre, otro terrible, con demociones al bullpen y regresos a la rotación. Tras el juego de estrellas, el trabajo psicológico con el neoleonés de los Rockies funcionó de maravilla y Jorge fue otro: ahí estaban su variedad extraordinaria de lanzamientos, pero no los nervios y la inseguridad. Su marca antes del Juego de Estrellas daba lástima: 3-5 y 7.26 carreras limpias admitidas por cada 9 innings lanzados. Su marca posterior al Juego de Estrellas da envidia: 7-3, con 3.08 de PCL. Y mejoraba conforme la temporada se hacía vieja. Se ganó repetir en Colorado, y ojalá veamos siempre al De la Rosa de la segunda mitad. Sus números en el año: 10-8, con 4.92 de limpias y 128 ponches.
Alfredo Amézaga fue parte fundamental de los novedosos Marlines. A la defensiva, cubrió casi todas las posiciones –le faltó ser catcher y, este año, primera base- y siempre con habilidad. A la ofensiva, terminó cediendo su titularidad ante el mayor poder de Cory Ross. Jugó 125 de los 162 partidos. Bateó para .264, con 3 jonrones, 32 producidas y 8 estafas.
Edgar González Sabin. El de Tijuana, y hermano de Adrián (primera vez que dos hermanos mexicanos comparten equipo en las Mayores) aprovechó la lesión de Tadahito Iguchi para quedarse en el roster de San Diego, primero como titular y luego compartiendo la titularidad. Terminó la temporada con .274, 7 jonrones, 33 impulsadas y un robo. Lo pusimos debajo de Amézaga por el fildeo. Edgar tiene rango y atrapa bien; le falta deshacerse más rápido de la bola.
Alfredo Aceves pasó a finales de agosto de los Sultanes de Monterrey a los Yanquis de Nueva York y, para él como si nada más hubiera cambiado estadio (lanzó, y muy bien, en el penúltimo partido jugado en Yankee Stadium). A sus 25 años, se vio muy asentado. De 6 salidas, 4 fueron de calidad (y en ninguna le hicieron más de 2 carreras limpias). Parece un prospecto formidable. Terminó con 1-0 y un magnífico 2.40 de carreras limpias.
Luis Ayala tuvo una temporada compleja, con inopinados cambios en su juego y en su suerte. Con los Nacionales de Washington no la hizo y perdió su papel de preparador del cierre. Pasó a los Mets y las circunstancias lo pusieron como cerrador. Tuvo varias buenas actuaciones, pero a la hora buena, en el partido que decidía el pase a play-offs, el mochiteco volvió a fallar. Se suponía que los Mets le harían una buena oferta para convertirse en cerrador titular, ahora se dice que buscarán en el mercado. Si yo fuera Omar Minaya, sí contrataba a Luis Ignacio, pero para preparar cierres. Los números de Ayala en la campaña: 2 ganados, 10 perdidos, 9 salvamentos y un poco elegante 5.71 de carreras limpias.
Germán Durán vivió la típica montaña rusa de estar a ratos con los Rangers de Texas y a ratos en las sucursales. El utility zacatecano regresó en septiembre y se vio bastante bien. Sus números del año: .231, 3 vuelacercas, 16 producidas y un robo. Es previsible que regrese en 2009.
Juan Castro inició el año con Cincinatti, fildeando de maravilla pero no bateando nada de nada. Regresó a la gran carpa con los Orioles, fildeando de maravilla y bateando alguito. Su guante le permitió tomar la titularidad en las paradas cortas de Baltimore durante los meses finales, aunque a veces cubrió la antesala. Números ofensivos de la campaña: .198, 2 cuadrangulares, 16 impulsadas.
Luis Cruz. El sonorense fue una de las novedades septembrinas. Llegó a los Piratas de Pittsburgh y no sólo se tomó su “tacita de café”, sino que jugó casi todo el mes como titular del campocorto bucanero. Bateó para .224 con 3 producidas y un robo. Pero lo relevante es su fildeo: .990 en una de las posiciones más difíciles.
Ricardo Rincón. Cuando todo mundo suponía que el veracruzano no regresaría a las Ligas Mayores, el veterano especialista zurdo pasó, en septiembre, de los Diablos a los Mets, donde cumplió a secas su labor. Terminó con 0-0 y 4.50 de limpias.
Jaime García, otro lanzador debutante, estuvo en julio y agosto con los Cardenales de San Luis, hasta que se lesionó. Terminó con 1-1 y 5.63
Oscar Villarreal. El de San Nicolás de los Garza inició con los Astros de Houston, pasó a los Marineros de Seattle y terminó con los Rockies de Colorado. De los tres equipos, sólo jugó con el primero. 1-3, con 5.02 de limpias. Esteban Loaiza. 1-2, con 5.23 de efectividad, y los Medias Blancas de Chicago como su último equipo, son (a menos de que su hombro sea como Lázaro y reviva de entre los muertos) los datos de la última campaña del tijuanense en Grandes Ligas. Queda como el segundo máximo pitcher ganador mexicano, sólo detrás del grandioso Fernando Valenzuela.
Edgar González. El lanzador de los Diamantes de Arizona terminó en la lista de lesionados tras una campaña poco relevante, en la que tuvo 1 ganado y 3 perdidos, con 6.00 de limpias.
Luis Mendoza. El novato veracruzano ocasionalmente se vio bien, pero más a menudo fue vapuleado –al parecer es falta de confianza; los nervios lo traicionan apenas alguien se le embasa-. Sólo con los Rangers de Texas, que tienen uno de los más débiles staffs de pitcheo, pudo haberse quedado tanto tiempo. En septiembre le fue pésimo: 0-2, 13.50 de limpias. En el año: 3-8, con 8.67; casi dos hombres se le embasaron por entrada lanzada.
Marco Estrada. La esperanza en el relevo de los Nacionales de Washington todavía no muestra de lo que es capaz. El joven sonorense anduvo por las Mayores en agosto y septiembre, todavía con más pena que gloria. En el año: 0-0, con 7.82 de limpias. Freddy Sandoval se tomó su primera tacita de café en la Gran Carpa, con los Serafines. El tijuanense juega el campocorto, pero fue utilizado sobre todo como corredor emergente. Bateó para .167, producto de un hit en 6 turnos.
Elmer Dessens regresó a Grandes Ligas en septiembre, esta vez con los Bravos de Atlanta. Pero le fue mal al veterano de Hermosillo. En cuatro ocasiones subió al montículo, en tres lo machacaron. Terminó con 0-1 y un horroroso 22.50 de carreras limpias.