miércoles, septiembre 25, 2013

Biopics: Primeras encuestas


Se venían las elecciones intermedias de 1985 y en la Comisión de Análisis del PSUM queríamos hacer algo diferente y entender con cierta precisión los puntos de vista de la población. Platicando con Eduardo González Ramírez, nos lanzamos a hacer encuestas de opinión, para medir no solamente popularidad partidista, sino para intentar entender algunos de los resortes que mueven a los votantes.

A mí el tema me fascinaba y habíamos hecho algunos pininos muestrales en 1982, pero una encuesta era otra cosa. Para prepararme, para no llegar estrictamente como El Borras, me bebí dos libros, Encuestas en la Sociedad de Masas de Elisabeth Noelle y Polls: Their Use and Misuse in Politics, de Roll y Cantrill, y repasé mis textos de estadística. También tuve un par de pláticas aleccionadoras con Luis Woldenberg, hermano de Pepe, quien desde entonces trabajaba en el mundo fascinante de la demoscopia.

Lo primero que hice fue un cuestionario piloto, que probé –junto con asistentes de la Comisión, recién egresados de las universidades “rojas” de Puebla y Sinaloa- con transeúntes en la colonia Roma. Ese ejercicio me obligó a hacer ajustes notables al cuestionario.

Con estos jóvenes y con otros militantes levantamos la primera encuesta. Fue en el DF, en viviendas, utilizando la casilla como unidad para la muestra aleatoria-sistemática. Los resultados en la capital fueron muy interesantes, sobre todo analizando la intención de voto por grupos de edad. Resultaba que el partido obtenía más del 20 % entre los treintañeros (grosso modo, la generación del 68) y sólo podía superar el umbral del 10 % entre los primovotantes y entre los mayores de 60 (que habían vivido el cardenismo, concluímos).

También nos dimos cuenta –algo que se repetiría en otras localidades- de que había una correlación entre los principales problemas percibidos en el país y la intención de voto. A los únicos que les interesaba el problema “falta de democracia” era a nuestros votantes. Los que ya teníamos en el tema que insistíamos. Los panistas estaban preocupados por la inseguridad y los priistas por los bajos salarios y la crisis: el salarial debía de ser el nicho de campaña, concluimos.  

Igualmente, encontré en el DF un patrón por clase social que ha variado poco en décadas. Había una clara correlación positiva entre ingresos e intención de voto panista (“dime qué porcentaje tuvo el PAN en tu colonia y te diré que tan rico eres), con la sola excepción de las colonias muy ricas (y priistas); el PRI abarcaba todo el espectro social, pero se hundía notoriamente en la clase media y media-baja; nosotros teníamos cierta fuerza en estos dos sectores y entre los trabajadores, pero éramos inexistentes en las colonias marginales, prácticamente unánime con el partido gobernante. Los más pobres veían a Papá Gobierno que les aliviaba parcialmente sus miserías (y eso sigue, carajo).

El éxito de la encuesta capitalina nos llevó a hacer dos más, en Guadalajara y Monterrey. Fui a una con Alejandro Encinas (y platicaba unas anécdotas sensacionales sobre un reciente viaje a Haití) y a la otra con Eduardo González. En ambas nos alojamos en casas de maestros, hice la muestra sobre el terreno y capacité rápidamente a los encuestadores.

En Guadalajara el partido tenía cierta presencia, sobre todo magisterial y estudiantil, a pesar de que los miembros de la FEG que habían estado en el PSUM se pasaron –junto con buena parte del grupo de Gascón Mercado- a la campaña del PMT. Recuerdo de ellos una pinta antimundialista, que me pareció ridícula: “No queremos goles, queremos más frijoles”, como si unos y otros estuvieran peleados.

En Monterrey, en cambio, el partido era pequeñísimo. Unos cuantos obreros, algún intelectual descarriado (Abraham Nuncio, se llamaba nuestro anfitrión) y varios viejos militantes comunistas que venían del más rancio estalinismo, pero que estaban fascinados con la modernidad de la encuesta.

Publiqué los resultados generales de las tres encuestas en la revista Punto, lo que generó alguna molestia y una ligera reprimenda del politburó a Eduardo González y a mí. La irritación provenía sobre todo de algunos cuadros medios, que consideraban que los resultados eran “derrotistas”, porque el partido aparecía en un claro tercer lugar y con un crecimiento marginal en las preferencias (incluso tuve un breve debate público epistolar con Ramón Sosamontes al respecto).

Al final, confrontadas con los resultados, resultó –como también preveíamos- que las tres encuestas habían sobrestimado al PSUM, sobre todo en Guadalajara. Tiempo después me enteré que los compañeros cambiaron una de las zonas de levantamiento en la capital de Jalisco: tocaba, por el azar, hacerlo en una colonia dominada por la secta Luz del Mundo, les dio miedo y mejor lo hicieron, a pesar de mis instrucciones, en una unidad habitacional magisterial. Era la segunda vez que el ansia militante echaba a perder un ejercicio estadístico.

Pero en general, las encuestas en las metrópolis rindieron su fruto. Hicieron que el discurso se moviera más hacia los temas de la crisis y los salarios y, sobre todo, animaron a la dirigencia del partido a hacer un esfuerzo serio para hacer conteos rápidos confiables el día de la elección. Esa sería una experiencia extraordinaria.

jueves, septiembre 19, 2013

15 discos de los ochenta

Toca a otra década.

Van 15 LPs, en orden alfabético. Dejo fuera -para otra lista- al rock en español, que en los años ochenta tuvo su mayor renacimiento.

1984 - Eurythmics

Brothers in Arms - Dire Straits

I'm Your Man - Leonard Cohen

Jazz from Hell - Frank Zappa

Sandinista! - The Clash

So - Peter Gabriel

Songs from the Big Chair - Tears for Fears

Synchronicity - The Police

The Joshua Tree - U2

The Queen is Dead - The Smiths

Thriller - Michael Jackson

Tracy Chapman - Tracy Chapman

Treasure - Cocteau Twins

You Are What You Is - Frank Zappa

Zenyatta Mondatta - The Police

miércoles, septiembre 18, 2013

Polarización (o de cómo no entender las cosas)

El operativo realizado el pasado viernes para recuperar el Zócalo capitalino deja muchísimas lecciones. Entre otras, que hay minorías incapaces de ver las realidades más evidentes.

La decisión de las autoridades no fue sencilla, porque tanto la federal como la capitalina han apostado todo el tiempo a privilegiar el diálogo por encima de cualquier medida de fuerza. Lo que buscó hacerse, entonces, fue agotar las negociaciones, ayudados por la intimidación policiaca y sólo después actuar, de manera contenida. Lo que se quería evitar a toda costa –y afortunadamente se evitó- fue que la situación degenerara en violencia de ambas partes y terminara por ahogar cualquier posibilidad de entendimiento.

A lo largo de aquel día se vio que, si del lado de las autoridades locales y federales había coordinación y entendimiento, del lado de la CNTE predominaba la indisciplina. Un grupo de sindicalistas, de la oaxaqueña Sección 22, desoyó la resolución mayoritaria e hizo barricadas en los alrededores del Zócalo. Al final, desistieron de sus pretensiones dizque insurreccionales, tal vez porque lograron meter asuntos locales en la agenda nacional de la discusión. En el interin, permitieron que se colaran los grupos anarquistas responsables de los enfrentamientos físicos posteriores.

Mientras en la calle las autoridades y los representantes de las distintas corrientes dentro de la CNTE se enfrascaban en complejas negociaciones, en el ciberespacio una exigua minoría trataba de hacer reflexionar a contrapuestas mayorías de extremistas totalmente despegados de la realidad y víctimas de la misma enfermedad: el exceso retórico.

Por un lado, voces histéricas no pedían solamente “el restablecimiento del orden” y la tranquilidad perdidos en la ciudad con la llegada de los sindicalistas, sino venganza. No veían en la CNTE un actor político con el que puede haber profundas diferencias, sino como una especie de invasión indígena y “naca” a la muy pulcra y –he de suponer también- muy criolla Ciudad de México.

Embebidas en su retórica racista y clasista, estas voces desesperaban ante lo que percibían como inacción policiaca y. al final del día, se quejaban amargamente de que la sangre magisterial no hubiera corrido, de lo “tardío” y “pusilánime” del operativo. Y sobre todo, de que los militantes de la CNTE siguieran, al final del día, en la ciudad, estorbando su diario quehacer.

Si de ese lado parecía haber un abierto deseo de represión, en el otro extremo, ese deseo era todavía mayor, pero vergonzante. Querían que el gobierno federal fuera represivo, para así justificar y comprobar sus propios prejuicios.

Aún cuando el operativo fue contenido, la violencia no fue unilateral y el número de heridos fue relativamente reducido (sin contar con que fueron más los policías lesionados), el prejuicio no podía desaparecer. La retórica siguió y se dio vuelo: “gobierno fascista”, “país sin libertad”, “nada qué celebrar”, y un largo etcétera con cualquier cantidad de cursilería y de autodenigración nacional.

Después siguieron tres temas que dan para preocuparse. El primero fue la absurda comparación de lo sucedido el 13 de septiembre con fechas trágicas en la historia nacional, como los sucesos de Tlatelolco y del Jueves de Corpus. Ahí ya no sé si se trata de desconocimiento de la historia reciente de parte de jóvenes que no saben lo que fue vivir bajo regímenes verdaderamente autoritarios o de distorsión intencionada de esa historia, en la lógica de que la verdad no importa y lo que cuenta son los efectos sentimentales del mito.

El segundo tema fue la repartición de culpas (que también se dio en el ala de la extrema derecha, pero con menos virulencia). Culpables de la represión no son sólo los gobiernos, sino quienes los votaron (hubo quien exceptuó a los votantes de Mancera, “porque fueron engañados”).  El mexicano que piensa diferente visto como enemigo.

El tercero, que también nos habla de un enorme desconocimiento de la historia y de las características del pueblo mexicano, fue el de la propuesta de hacer el vacío al Grito en el Zócalo el 15 de septiembre. Más ingenuos no se puede. La ceremonia misma está concebida para la catarsis social: el Presidente –sea quien sea- sale al balcón, se lleva una rechifla, luego saca la bandera y lanza los “Vivas”, y entonces los mismos que chiflaron se le unen, porque se identifican como mexicanos, más allá de diferencias políticas o ideológicas.

Quienes hicieron la propuesta, con lo mucho que critican a las televisoras, son gente que nunca se dio el baño de pueblo, sólo ve el Grito en la tele, y por años ha creído la propaganda que de allí emana.  Nunca ha sido un acto de apoyo a Presidente alguno.

Ya en la baba, y ante la evidencia de que el Zócalo sí se llenó, dicen que son acarreados, que son “pelones”, que son malos mexicanos (puedo apostar a que menos de la mitad de los asistentes chilangos al Grito apoya a Peña Nieto, pero eso no pasa por la mente cuadrada de los ultras).

Lo peor de todo este asunto es que, en esta guerra civil a tuitazos participó uno que otro político reconocido. De una parte del PAN, de la facción perredista proclive a AMLO y, por supuesto, de Morena. De ellos no podemos suponer ignorancia o ingenuidad, sino ganas de revolver el río para pescar mejor. Y pensándolo bien, se trata de facciones que han obtenido grandes ganancias políticas con la polarización del país y que pretenden seguirlas obteniendo.

La polarización no es, como vemos, en torno a ideas, sino en torno a prejuicios. Funciona con mentadas y mentiras. Cancela, por lo tanto, el diálogo, el parlamento. Y conviene a los extremos. Los extremos han sido derrotados recientemente. Por eso la alimentan.

lunes, septiembre 09, 2013

Reforma fiscal: fin a los tabúes




La compleja iniciativa de reforma fiscal planteada por el gobierno de Enrique Peña Nieto tiene, más allá de algunas cuestiones puntuales que deben ser objeto de debate a fondo, una característica fundamental: admite que el sistema que se aplicó durante décadas ha dejado de ser funcional.

Lo más destacado es que, en contra de lo que algunos deseaban abiertamente y otros secretamente –para encontrar banderas de oposición radical-, no se contempla la introducción del IVA a alimentos y medicinas. Hay dos razones para ello: una es política y la otra, económico-social.

La razón política es tal vez la que más peso tuvo en la decisión del gobierno. Si la reforma educativa trajo los problemas y las movilizaciones que trajo, y la reforma energética traerá más todavía, la apertura de un nuevo frente de descontento en el lado fiscal hubiera sido de verdad muy difícil de manejar.

Las razones económico-sociales son de más fondo. Por más que los defensores de los impuestos al consumo insistan en sofismas, la gente de menos recursos es la que más gasta –proporcionalmente a sus ingresos- en alimentos y medicinas. Centrar una reforma en el IVA equivaldría a castigar más a quienes menos tienen.

Pero, todavía más importante, un aumento al IVA desestimula el mercado interno. En las condiciones actuales de estancamiento cercano a la recesión, en México y en el mundo, insistir en un modelo de crecimiento jalado por el sector externo equivale a condenar la economía a la anemia, al menos en el mediano plazo.

La apuesta a la reactivación se hace más transparente con el derrumbe del tabú del superávit fiscal (que no era tal) que se manejó por años. Este tabú es la clave del estancamiento estabilizador que vivimos durante los últimos dos sexenios. El déficit presupuestado, de 1.5 por ciento del PIB, es fácilmente financiable y tendrá un pequeño, pero necesario, efecto contracíclico en una economía deprimida. Lo importante no es si hay déficit o no, sino la posibilidad de que éste sea manejable y financiado de manera sana.

A diferencia de otras, esta reforma es progresista casi desde cualquier ángulo que se le vea. Tiende a romper con los privilegios de algunos grupos empresariales de interés, al eliminar la consolidación fiscal y reducir tratamientos preferenciales y regímenes especiales. También se pone al día en asuntos como el gravamen a las ganancias bursátiles, la fijación de tasas máximas de ISR y acotamiento de deducciones.

Adicionalmente, hay una serie de impuestos que casi parecen de miscelánea fiscal, que sirven como sustituto a la no incorporación del IVA en alimentos y medicinas. Hay algunos políticamente correctos, como el de los refrescos o los combustibles fósiles, que fueron casi simbólicos y que difícilmente tendrán oposición en este país obeso y contaminado. Otros causarán más polémica, como la aplicación de IVA a colegiaturas particulares o a la renta y venta de inmuebles.

Es evidente que, así como la iniciativa satisfizo a los progresistas (y desarmó una previsible ofensiva radical), dejó con muy mal sabor de boca a la mayoría de los grandes empresarios. A cambio de la ansiada eliminación del IETU, la propuesta golpea directamente los intereses y las carteras de influyentes cámaras industriales (mineros, transportistas, etcétera) y de las más grandes corporaciones.

Por eso, ahora los empresarios se van a querer presentar como adalides de los intereses de las clases medias (que, como de costumbre, salen raspadas) para defender en realidad sus propios intereses, porque son los más afectados con una propuesta redistributiva. Dirán que pagan los mismos (es decir, que no pagan los pobres y los informales) y que se castiga la inversión (en vez del consumo, que es general), aunque ello implique una mejor expansión de los mercados.

¿Cuáles son, a mi entender, los puntos débiles de la propuesta? He identificado tres, hasta ahora.  

El primero es su calado. Se trata de una reforma que sólo equivaldrá a 1.4 puntos del Producto en el primer año y 3 puntos para fines de sexenio. Eso, si se aprueba de manera integral. Es un porcentaje que se antoja insuficiente para las necesidades del país, dado el piso impositivo, muy bajo, del que parte.

Tal vez habrá momento para algún ajuste en el futuro próximo. Por lo pronto, para no hacer olas y para no hacer políticamente confusa la iniciativa, el gobierno evitó gravar alimentos procesados que consumen las clases medias y altas del país. 

Esto significa que no hay recursos suficientes para generar un seguro de desempleo y una pensión universal dignos de ese nombre. Algo se hará, porque estamos avanzando en la dirección correcta, pero desde ahora puede decirse que será insuficiente.

El segundo es más bien una duda. El impuesto a los depósitos en efectivo desaparece,  por engorroso y por problemas de interpretación constitucional (cobrar por depositar dinero de uso legal). Pero no he visto en el panorama de la iniciativa ningún punto que desincentive la informalidad, que es un grave lastre de la economía.

Finalmente, hay dos impuestos que de seguro generarán grandes debates. Uno es el que tiene qué ver con la educación privada. Me parece correcto que se haya eliminado la deducibilidad de las colegiaturas, que era algo que generaba un proceso de privatización de la educación, tan caro al calderonismo. Pero el IVA del 16 por ciento es un exceso, sobre todo porque –seamos honestos- el sistema de educación pública no tiene en este momento capacidad para absorber a todos los educandos (pienso también en las familias que en Oaxaca, Guerrero o Michoacán hacen enormes esfuerzos para que sus hijos vayan a una escuela en donde los maestros sí den clase). ¿No sería más lógico un impuesto especial, más bajo, que fuera aumentando en la medida en que también se fueran destinando más recursos a la educación pública en todos los niveles?

Otro grupo de impuestos, el relacionado con la compra-venta de inmuebles y con las hipotecas, tiene el defecto de golpear uno de los sectores más afectados con la crisis y que más empleos genera, que es el de la construcción. De entrada, disminuye el valor de las casas. Y en el caso de las rentas, además de no ser fácil su control, terminaría por afectar más a los inquilinos… que no suelen los más ricos.

En resumen, aunque pudo ser de mayor calado y tiene sus asegunes, la reforma hacendaria va en el sentido correcto. Merece un debate nacional a fondo. Es progresiva y no regresiva, termina con tabúes dañinos y pone énfasis en lo social, recordándonos que, en política económica, lo político está en el sustantivo y lo económico en el adjetivo.

miércoles, septiembre 04, 2013

Biopics: Artículos electorales, 1985



En 1985 habría elecciones federales intermedias, excelente oportunidad para que me diera una zambullida en los números con los resultados de las elecciones previas (cosa novedosa, porque gracias al PSUM, de cuya Comisión de Análisis formaba parte, tenía acceso a los datos). Me puse a hacer diversos juegos con los números, que se tradujeron en una serie de artículos, publicados en el semanario Punto, entre enero y mayo de ese año.

El primero era muy sencillo. Se titulaba “La izquierda y la derecha en las elecciones”, y simplemente agrupaba los resultados electorales por tendencia ideológica (no se crean, era algo nuevo). El siguiente, considero, fue de mucha mayor importancia. Tenía un título provocador, “¿Por quién votan los priístas?”. Así iniciaba, y continuaba diciendo: “Por el PRI, dice Perogrullo”. El artículo se detenía en una característica de las elecciones de entonces: había una boleta para las diputaciones de distrito y otra para las plurinominales. Como, por la legislación, al PRI no le tocaban pluris debido a que ganaba la mayor parte de los distritos, esto permitía que los votantes del PRI (o al menos una parte de ellos) pudieran votar por otro partido en la boleta plurinominal. Esto significaba, sin ir más lejos, que la mayoría podía decidir la composición de las minorías, un contrasentido. En el análisis se veía que poco menos del 10 por ciento de los priístas votaban por otro partido para las pluris, y que favorecían sobre todo al PPS, que era comparsa del gobierno (en realidad creo que la mayor parte de esos votos, tanto del tricolor como del llamado “solferino” eran inventadas: el caso es que el sistema creaba una distorsión). Poco después se eliminaría la doble boleta que permitía a los priístas incidir en la composición de la bancada opositora.

El tercer artículo era un ejercicio a partir del cambio en el número de circunscripciones plurinominales para 1985, cuando pasaron de tres a cinco: “¿Qué hubiera pasado con cinco circunscripciones en 1982?”, donde se veía que el cambio perjudicaba a la izquierda. Los tres siguientes fueron de análisis numérico: “Alto riesgo para el PRI en cuatro distritos del DF”, “Así ha sido el avance del PAN en el norte” y “¿Qué fuerza tiene en realidad la oposición?”.

Dos artículos más apuntaban a modificar los métodos de elección del Senado de la República (la intención era hacerlo un poco más proporcional, como es ahora). Se intitularon: “Tres fórmulas para cambiar el Senado” y “Senado, Federación y partidos: un ejercicio”.

El último de la serie teórica también tenía título provocador: “Hay votos que cuentan el triple que otros”, y analizaba los efectos de la ley electoral de doble carril, en términos de la representatividad de los legisladores. Concluía que la ley estaba claramente diseñada para favorecer al partido mayoritario y a los muy pequeños, y para castigar a las oposiciones de mayor tamaño. Los votos que valían menos eran los depositados a favor del PAN y del PSUM; los que valían más, los del PARM o PPS. En otras palabras, el sistema buscaba mantener reducida la representatividad a la oposición más fuerte y dar presencia excesiva a los partidos más chicos. Algo de eso subsiste hoy, pero en menor medida.

La intención primera de estos artículos era calentar el debate sobre la necesidad de una nueva reforma política. La segunda, preparar el terreno para la presentación de algo de verdad novedoso: una serie de encuestas electorales de opinión, realizadas por el PSUM, que yo organizaría con la ayuda generosa de Eduardo González Ramírez –quien toda su vida manejó en la práctica militante el concepto de “partido pensante”. Esas serán tema de una entrega posterior.

lunes, septiembre 02, 2013

Yovani resurge, el Mariachi se desinfla



Mexicanos en GL.

Agosto  2013

Hay ocasiones en que un viaje a la lista de lesionados resulta de lo más positivo. Le pasó a Yovani Gallardo, quien fue el lanzador más efectivo en Grandes Ligas en agosto, y también a su compañero de equipo, Marco Estrada.  Por su parte, Jorge De la Rosa fue el más ganador. Quien, en cambio, vio cómo se desdibujaba una muy buena temporada fue el pitcher tapatío Miguel González. En fin, un mes que tuvo de todo.

Aquí, el desempeño del contingente nacional, de acuerdo con lo realizado en la temporada (como siempre, se incluyen los mexico-americanos que estuvieron en el equipo de México en el Clásico Mundial).

Adrián González ha mantenido una consistencia digna de su fama. En el gran agosto de los Dodgers bateó para .284, con 4 jonrones y 21 carreras impulsadas. Sus números del año son: .293, con 19 cuadrangulares y 86 producidas, además de una base robada. Por lo pronto, aunque ya no es el slugger de antes, superó el número de vuelacercas conectados el año pasado y va rumbo a otra temporada con más del centenar de remolques.

Sergio Romo.  El bajito cerrador de los alicaídos Gigantes tuvo un excelente agosto. Apenas admitió una carrera en 11 apariciones en la loma. Ganó un juego y salvó 9. Su marca del año: 4 ganados, 6 perdidos, 2.65 de limpias y 33 salvamentos.

Jorge De la Rosa terminó agosto en el liderato de juegos ganados en la Liga Nacional, tras ligar cinco triunfos consecutivos. De sus seis aperturas del mes, tres fueron de calidad (lanzó al menos 6 entradas y recibió 3 carreras limpias o menos). En otra, tuvo que salir por problemas en el pulgar (“sentía que se me salía de la mano, tras cada lanzamiento) y la quinta victoria fue por buen apoyo ofensivo de sus Rockies. El de Monterrey tuvo récord en el mes de 5-1 con 3.78 carreras limpias por cada 9 innings lanzados; en el año: 15-6, con 3.33 y 107 ponches.

Yovani Gallardo está dándole la vuelta a un año que pintaba muy mal. En julio se lesionó el tendón de la corva y, durante su recuperación, notaron que había cambiado su mecánica de pitcheo por el problema en la pierna (es decir, su brazo era el de siempre). Se recuperó con todo y mecánica, para comportarse en la loma como superestrella. Tres aperturas en agosto, todas ellas de calidad, para marca de 2-0 y un minúsculo 0.90 de PCL. En el año, 10-9, 4.39 de limpias y 114 ponches. Yovani es apenas el segundo mexicano en tener 10 o más victorias en cinco temporadas consecutivas (el primero, obviamente, fue Fernando Valenzuela) y, si cierra bien 2013, podrá superar a Rodrigo López y colocarse como uno de los 5 máximos ganadores entre los lanzadores mexicanos en Grandes Ligas de todos los tiempos.

Jaime García no volverá a lanzar en la temporada, pero salió bien de su operación, al grado que ya ha tirado desde el bullpen. El de los Cardenales quedó con marca de 5-2, 3.58 de limpias y 43 ponchados.

Miguel González tuvo dos salidas decentes a principios de mes, en las que se fue sin decisión y con las que parecía que mejoraba su última mala racha. Las dos siguientes fueron una mala y la otra desastrosa. El tapatío de los Orioles lanzó en agosto con 5.25 de efectividad, con 0 ganados y 2 perdidos. Bajó a 8-7, con 4.11 y 99 sopitas de pichón.

Marco Estrada estuvo largo rato en la lista de lesionados, pero regresó muy diferente de cómo estuvo a principios de temporada, y para bien. Primero, 5 entradas en las que sólo permitió un hit; después dos joyas de pitcheo con intermedios de salidas decentes. En agosto:  2-0, con 2.61 de limpias. En el año: 6-4, 4.49 de limpias y 99 ponches.

Óliver Pérez  tuvo un agosto feo tirándole a horroroso, sobre todo por una actuación para el olvido en la que sacó dos outs y recibió 5 carreras y hasta los bateadores zurdos le pegaron. Para el sinaloense de los Marineros, en el mes: 0-1, 3 holds (ventajas sostenidas en situación de salvamento) y un horrendo 10.80 de efectividad. En la campaña, 2-3,  3.97 de PCL, 2 rescates, 7 holds y 64 ponches (en sólo 45 entradas lanzadas).

Joakim Soria se ha mantenido discreto y efectivo como preparador de cierre de los Rangers de Texas. El de Monclova tiene récord de 0-0, 3.00 de limpias y 6 holds.

Luis Ayala vio poca acción con los poderosos Bravos de Atlanta, pero no aceptó una sola carrera y ganó un juego. Su marca del año: 2-1 y 3.00 de efectividad y 4 holds.

Cèsar Ramos, relevo intermedio de las Rayas de Tampa Bay, sigue cumpliendo a secas. En la temporada: 2-2, 4.50 de PCL, un salvado, un hold y 38 ponches.

Fernando Salas ha rotado entre las menores y el bullpen de los Cardenales de San Luis. Su marca del año,  0-2, con 4.50 de efectividad, un hold y 18 ponches.

Alfredo Aceves sigue entre lesionado y castigado por los Red Sox. Sus números en 2013: 4-1, 4.86 de efectividad y 24 ponches.

Scott Hairston pasó a los Nacionales de Washington, ha jugado un poco más y bateado mejor (.261 en agosto). El menor de los Hairston Arellano lleva 9 cuadrangulares, 23 impulsadas y dos robos de base, pero pega para sólo .189.

Ramiro Peña estará fuera de acción el resto de la temporada. El utility de Atlanta terminó el año con .278, 3 jonrones y 12 producidas.

Jerry Hairston Jr. cubre suplencias para los Dodgers, y se le notan los años que tiene encima. Batea, en la temporada,  para .233, con dos jonrones y 22 producidas.

Luis Mendoza, tras perder su puesto en la rotación de los Reales, ha trapeado innings con regular suerte. En agosto perdió un juego. En el año: 2-6 y 5.06, con 63 ponches recetados.

Luis Cruz está en la lista de lesionados de los Yanquis, y es difícil que vuelva. 2012 fue un annus terribilis para él: .145 de porcentaje, un jonrón, 11 remolcadas y un robo.

Édgar González tampoco regresará. Su marca del año, con los Astros: 0-1 y 7.50 de carreras limpias.