domingo, septiembre 10, 2006

11-S Spectacular, spectacular

Hace 5 años, el terror. El texto lo escribí para la revista etcétera. Spectacular, spectacular

El despiadado ataque terrorista contra Estados Unidos dio la vuelta al mundo, a través de los medios electrónicos, en pocos minutos. Por radio, televisión e Internet, los ciudadanos de la aldea global vieron, en vivo y desde el lugar de los hechos, cómo un segundo avión secuestrado chocaba contra una de las Torres Gemelas de Nueva York, mientras de la primera brotaba una densa nube de humo y cómo, minutos después, cada uno de estos gigantes, con miles de desesperadas personas adentro, se colapsaba y se convertía en polvo.

La tele estuvo ahí. La tele nos lo contó. Y el medio, fiel a su lenguaje, nos presentó los hechos a su manera. Fue el imperio de las imágenes.

Ví la transmisión de CBS durante una hora, la tarde de aquel día terrible. Uno de los más serios conductores de EU, Dan Rather, presentaba las escenas en las que caía un tercer edificio del World Trade Center, tocado por el derrumbe de los colosos. Espectacular. Veálo usted de nuevo.

Lo que ví durante esa hora fue pietaje exclusivo en el que, desde un ángulo magnífico se vio la irrupción del segundo avión sobre la torre. El conductor, apenadísimo, solicitaba disculpas por el lenguaje que usaban los aterrorizados videoaficionados. Repetición de la escena. Wow. Pasamos a otra versión del mismo suceso, el tercer ángulo. Nuevas disculpas de Rather porque también a estos videoaficionados se les salieron groserías y blasfemias. Véalo usted de nuevo. Ah, ya llegaron nuevas escenas de la caída del tercer edificio: una nube de humo avanza velozmente por las calles estrechas, la gente corre. Impresionante. ¿Qué hay aquí? Otra toma del desplome de la torre. Reiteradas disculpas por el lenguaje. Qué bueno que los editores son tan veloces. Veamos ahora la secuencia de cómo, desde distintos ángulos, los aviones se estrellan, los edificios se colapsan, la gente huye. No hay una palabra de análisis. Spectacular, spectacular.

Dice Camille Paglia en su monumental libro Sexual Personae que la historia de la humanidad ha sido la lucha de Apolo contra Dionisio. Apolo representa la simetría, el orden, el racionalismo, la cabeza, la represión. Dionisio, el caos de la naturaleza, las emociones, el cuerpo, la cachondería. Apolo mira hacia el cielo y pone allá a su Dios. Dionisio, hacia la tierra, habitada por decenas de Dioses. Apolo está detrás de la civilización, los rascacielos, la policía, las leyes y también de la tiranía. Dionisio, de la rebelión, las catacumbas, las orgías, la libertad y también de la anarquía.

Interpretando a Paglia: si había un templo de Apolo, eran las Torres Gemelas, mismas que no volarían en llamas hacia el cielo -como señalaría más tarde, un poco sorprendido, el propio Dan Rather-, sino que bajarían a la tierra para fundirse con ella.

La pensadora estadounidense tiene una figura literaria para explicar la cultura apolínea: “El ojo occidental”. Fue precisamente ese Ojo el que dominó las transmisiones, tanto en EU como en el resto del mundo. Fue a través de ese filtro cultural, de la Imagen, que aprehendimos los trágicos sucesos del 11 de septiembre. Spectacular, spectacular.

El énfasis de Paglia en el papel del ojo dentro de la cultura estadounidense, hace pensar en cómo hubiera sido la cobertura si esa tragedia hubiera ocurrido en México. Eso es también pensar en diferencias de fondo entre México y EU. En México también hubiera habido acento en las imágenes, pero muchas de ellas se hubieran dirigido a los sobrevivientes de los edificios derrumbados. Hubiéramos escuchado los testimonios entrecortados y tal vez histéricos de las personas cubiertas de polvo. Llanto, mucho llanto. Una perspectiva más cercana a lo humano. A lo emocional. Muy probablemente, a lo sentimentaloide.

De hecho, esa búsqueda de personas físicas, de carne y hueso, llevó a la televisión mexicana a algunos extremos que rozan con la lógica. Entrevistas con el boxeador Ricardo “El Finito” López, quien se encontraba en Manhattan y con el pelotero Vinicio Castilla, desde Houston -que era casi como entrevistar a alguien en Ciudad Juárez.

Desde otra perspectiva, las televisoras estadounidenses han sido blanco de críticas por las imprecisiones y exageraciones en que cayeron en los primeros días del ataque, que es cuando los resortes tradicionales se ponen a funcionar.

El problema principal, como siempre, fue que la lucha por un mayor rating las llevó a dar una información menos veraz o de plano manipuladora. Lo paradójico es que, en esos momentos, el rating era estrictamente eso, y no el vehículo de ventas que suele ser, ya que se suspendieron los anuncios comerciales. En otras palabras, aun cuando hace servicio social a la comunidad, la televisión comercial responde a sus reflejos.

Así, por ejemplo, la cadena Fox reportó equivocadamente que un quinto avión suicida se dirigía al Capitolio. Y ABC citó a una cadena canadiense que afirmaba que había otros cuatro aviones perdidos en territorio aéreo de EU -fue un error de interpretación: en Estados Unidos se dice que una nave “se pierde” cuando se estrella-. NBC no se quedó atrás y dio gran relevacia a la posibilidad del uso de 747 presidencial, “El avión del Día del Juicio Final”. Al parecer, les encantó el sobrenombre.

La segunda joya habla muchísimo acerca de lo que se ha convertido la televisión en todo el mundo. Una reportera se acerca a un agotado miembro de los equipos de rescate que buscaban sobrevivientes en los escombros de las torres gemelas y le pregunta: “¿Encontró usted pedazos de cuerpo?” (“body parts”). Ahí está pintado el rostro de la tv de principios de siglo: el deseo de una inútil descripción gore. Cuando un rescatista responda: “Mire, pues me encontré un par de brazos, creo que de mujer, un torso quemado, cuatro dedos y la cabeza de una niña”, la tele y nuestros valores humanos habrán tocado fondo. Cuando una microcámara se pueda introducir para tomar esas piezas -y quizá la agonía de un sepultado- será el triunfo final del Ojo Occidental.

Y mientras la tele marcaba las primeras imágenes de la masacre. Los canales de shopping seguían impertérritos. Señora, ¿quiere usted adelgazar?

viernes, septiembre 08, 2006

Biopics: La Edad del Rock

Un día, poco antes de mi ingreso a la UNAM, me vino a visitar Jorge Bush con un cuate suyo, León Ronay, un gordito muy agradable que sabía mucho de rock. Platicamos un rato, León me hizo notar un tremendo jam que se escuchaba muy debajo de unos efectitos de sonido al final de una de las rolas de Their Satanic Majesties Request. De la plática salió que Ronay colaboraba en una revista especializada, "La Edad del Rock", que le pasara algún material escrito por mí y que él lo haría llegar a la redacción. Me adelantó que pagaban en especie: discos importados de la afamada tienda Hip 70.
Era una oferta que no podía rehusar. En ese momento le entregué un número de Análisis, en el que aparecía un ensayito mío, "El Rock influye y se deja influir por la onda política y social". Pocas semanas después me avisaron que el texto había sido aceptado.
Así pues, cuando llevaba menos de dos meses en la universidad, un día voy caminando de la zona rosa a mi casa, por Río Tíber. En sentido contrario viene un chavo greñudo y barbón, vestido completamente de mezclilla. Camina absorto leyendo un periódico impreso en amarillo y negro. Es "La Edad del Rock". ¡Cámara, está leyendo mi artículo! Emocionado, me dirijo al estanquillo más cercano (es la esquina de Tíber y Pánuco) y compro la revistilla. Atesoro el momento: estoy comprando en el kiosko una revista que tiene un artículo con mi firma y por el cual me van a pagar con un disco importado. Camino a casa me leo y releo. Me siento a toda madre.
Un par de días después tomé el pesero para San Angel. Llego a Hip 70, les muestro el artículo publicado y mi credencial. "Orale, pues escoge el disco que quieras". Tomo uno de portada muy loca, con unos elefantes-mariposas, de un grupo africano que se llama Osibisa. Resultó magnífico, de esos que no pierden con el tiempo. Todavía lo tengo.
Quedé con los de Hip 70 que les entregaría otro texto. Hice uno larguísimo: "Rock y Comercialismo", inspirado por alguna burla inteligente del señor Saddy (imitaba a Jimmy Page cargando maletas llenas de dinero). Tuve la mala idea de pedirles que no me lo editaran. Que, si acaso, lo cortaran. Lo cortaron. Aún así me alcanzó para otros dos discazos importados.

lunes, septiembre 04, 2006

La resurrección de Loaiza y el entierro de Oliver

Mexicanos en GL. Agosto

Cuando las Ligas Mayores entran en su larga recta final, dos mexicanos en equipos contendientes brillan de manera inusitada. Uno ha sido una estrella intermitente, apagada casi todo el año, pero que en agosto fue deslumbrante. El otro, un jugador que parecía no dar nunca el estirón, y ahora ha sido muy dominador. Esteban Loaiza y Dennis Reyes. En contraste, la suerte le abrió una oportunidad a la supernova de talento llamada Oliver Pérez, pero el zurdo de Culiacán se hundió todavía más en un hoyo negro. Por otra parte, septiembre será el mes en que los Rockies de Colorado le den a Vinicio Castilla la digna despedida de la Gran Carpa que se merece este gran pelotero. Esta es la actuación de los connacionales en Ligas Mayores, según sus resultados a lo largo de toda la temporada 2006.

Dennis Reyes. El zurdo de los Mellizos de Minnesota tuvo 15 apariciones durante agosto; es decir, intervino en más de la mitad de los partidos. No permitió una sola carrera (de hecho, no lo hace desde el 5 de julio) y su contribución ha sido mayúscula en la pelea de su equipo por la división más dura del beisbol: la central de la Americana. Ganó dos juegos en el mes, con lo que sube su récord de la temporada a 4-0. Lo alucinante es el microscópico 0.89 en carreras limpias admitidas por cada 9 entradas lanzadas. Los bateadores rivales no se la ven: le batean para .180 (para .131 después del Juego de Estrellas). Dennis aprovechó para que los Twins le extendieran un contrato de dos años y un milloncejo de dólares.

Adrián González. El hijo del fundador de los Potros de Tijuana no tuvo un gran agosto. Bateó sólo para .245 con un par de cuadrangulares y 11 producidas. Pero ha tenido un año consistente, y probablemente brillará en postemporada, si su escuadra alcanza a calificar. Sus números a lo largo del año son ahora .291 de porcentaje, con 21 jonrones y 64 remolcadas.

Esteban Loaiza. El de Tijuana demostró que está hecho de otro material y regresó por sus fueros en agosto. Hay que decirlo: fue el mejor jugador de las Mayores en el mes. Tuvo 6 salidas: regulares, las dos primeras; de calidad, las dos siguientes y extraordinarias, las dos últimas. Ganó cuatro de esos seis juegos, lanzando para 1.38 de limpias. Su marca antes del mes era de 4-7, con 6.72 de PCL. Ahora es de 8-7 con un mucho más decente 4.82 en el año. En su resurrección, Loaiza puede ser clave para que los Atléticos de Oakland al fin regresen a la Serie Mundial.

Oscar Villarreal. Las lesiones de los abridores de los Bravos de Atlanta le abrieron al regiomontano la puerta para abrir juegos, y no lo ha hecho mal. Los Bravos lo están cuidando para que sus salidas no sean demasiado largas. Dos de ellas fueron buenas: una la ganó, dejando a los Nacionales en un hit en cinco entradas; en otra dejó el juego empatado a uno y en la tercera fue salvado por su relevo. Actualmente su record es de 9-1 y 4.17 de limpias.

Rodrigo López. El de Tlanepantla está ahora en solitario como líder en derrotas de las Mayores, con récord de 9-14. Sigue siendo inconsistente: sus dos ganados y tres perdidos en el mes fueron justos. Las victorias fueron cuando lanzó bien. Terminó el mes con 6.17 en carreras limpias.

Elmer Dessens. Dedicado al relevo intermedio con los Dodgers, ahora líderes de la División Oeste de la Nacional, Elmer ha tenido altibajos. En el mes perdió un juego, para poner su marca en 5-8, dos salvamentos y 4.30 de limpias.

Jorge Cantú. Dicen que ahora son espasmos en la espalda. El caso es que el tamaulipeco está lejos en 2006 de su campaña estelar del año pasado. Recibe más bases (no muchas), pero se poncha mucho y anda escaso de poder. Dos jonroncitos, 15 producidas y un robo es lo que puede presumir en agosto (el porcentaje mejor nos lo callamos). En la temporada lleva .243, 11 cuadrangulares y 56 impulsadas.

Alfredo Amézaga. Sin duda, es el mejor año de su carrera. No sólo lo ha hecho bien en su fildeo –que para eso lo contrataron- sino que ha sido muy efectivo entre las colchonetas. El sonorense ya superó con creces la Línea Mendoza, y sus 14 estafas han sido, a menudo, muy oportunas. Luego viene el hit que lo lleva a home. Con los Marlines de Florida –que no están eliminados- lleva .271 con 3 jonrones, 14 impulsadas, 34 anotaciones y 14 robos.

David Cortés. El de Mexicali está esperando a que los Rockies lo reactiven. Lleva números de 3-1, con 4.30 de carreras limpias.

Juan Castro. Con los Rojos, el de Los Mochis ha tenido mucho menos acción que con los Mellizos. En el mes sólo tuvo 19 apariciones en el plato. En la campaña lleva .250, con 3 cuadrangulares y 24 producidas.

Vinicio Castilla. A partir del 1º de septiembre, fue reactivado por el equipo de sus amores, los Rockies de Colorado. Jugará en Coors Field, la casa de sus hazañas, los últimos momentos de su carrera ligamayorista. Esperemos que le vaya muy bien y que mejore los números de la temporada 2006: .232, 4 jonrones, 23 producidas.

Oliver Pérez. La suerte se puso del lado del zurdo cuando se lesionaron las estrellas del montículo de los Mets, Pedro Martínez y Tom Glavine. Oliver regresó de AAA, y en su primera apertura lanzó cuatro innings sin hit antes de ser apaleado por los Filis, pero no perdió el juego. Le dieron otra oportunidad, pero en el peligroso Coors Field, de Colorado. Le pegaron 12 hits y le anotaron siete carreras en sólo tres entradas de labor. Willie Randolph le volverá a prestar la pelota, con mano temblorosa, sólo cuando los Mets hayan asegurado su puesto en los play-offs. Tiene un horrendo 2-11, un igualmente espantoso 7.29, casi tantos pasaportes como ponches (y eso que es un ponchador nato) y los rivales le batean por encima de .300. ¿Resurgirá como Loaiza? Al parecer tendrá que esperar bajo tierra hasta el 2007.

Jorge de la Rosa. El de Monterrey lanza bien contra los buenos, como Loaiza y Johan Santana; y pésimo contra los pitchers de medio pelo. Perdió dos juegos en el mes (incluido el duelo con Santana); y en otro dejó ir una ventaja de 10 carreras en la primera entrada. Afortunadamente, trabaja para los Reales de Kansas City, así que seguirá fogueándose (en particular, tiene que superar esas rachas de descontrol tremendo). Tiene ahora 3-4 con un horroroso 7.74.

Edgar González. Fue removido a AAA. Lleva 1-2, con 6.79.

Humberto Cota. Sobrevive milagrosamente en el roster de los Piratas. El receptor sustituto fue 12 veces al bat en el mes, y pegó dos hits. Su promedio es ahora submarino: .198. Ha producido sólo una carrera desde el 24 de abril.

Miguel Ojeda, Oscar Robles y Ricardo Rincón son los otros mexicanos que han visto acción en la temporada.